TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 16 de agosto de 2014

( V )


     +Mons. Juan Miguel Ferrer, subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

4. Una espiritualidad verdaderamente eucarística

…comentar sucintamente:

        Los que aceptaron sus palabras (las de Pedro) se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.  Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. (Hch 2, 41-42)
      Tal comunidad vivía del “día del Señor”, perseverando en sus “asambleas” donde los apóstoles enseñaban cuanto Jesús les había enseñado a ellos, todos compartían los dones de Dios, singularmente la “Eucaristía” (fracción del pan) y las “oraciones(vida litúrgica de la comunidad). Esta era una “Ecclesia de Eucaristía” y era una Iglesia de testimonio, caridad fraterna y evangelización hasta el martirio. Es la Iglesia que vemos, siglos más tarde (sobre el año 304), reflejada en el testimonio de los mártires de Abitene (Tunez; actas de Saturnino y compañeros mártires; PL 8, 707, 709-710): “no podemos vivir sin domingo” (es decir, sin celebrar con la cena del Señor el día del Señor), es el modelo de Comunidad cristiana que el beato Juan Pablo II nos presentó con fuerza en sus encíclicas “Dies Domini” y “Eccesia de Eucaristía”.
      Es la Iglesia de Cristo, que vive de Él, de su Don, porque ya nos amonestó: sin mí no podéis hacer nada(Jn 15, 5). Es la Iglesia “discípula” que sigue al Maestro, es la Iglesia “sarmiento”, que se nutre de la vida de la “cepa”, que es siempre Cristo. Y por eso puede ser la Iglesia del “martirio” y de la epopeya evangelizadora. La pobre, que hace ricos; la débil, que vence a los fuertes. Ella sabe que la Liturgia, singularmente la Eucaristía, es “fuente y cumbre(SC 10 y par) de su ser y misión.
      Esta no es una Iglesia ritualista ni de sacristía, lo que no es tampoco es una comunidad pelagiana ni activista. Es la Iglesia que no pierde el ánimo ni en la persecución ni en la adversidad, la que no se acobarda ni por su debilidad ni, tan siquiera, por el pecado de sus hijos, pues sabe tener su fuerza en la omnipotencia divina que se manifiesta especialmente en el perdón y la misericordia y que es mucho más fuerte que los grandes de este mundo. Por eso es una Iglesia a la vez muy humilde, pero que no escatima nada a la gloria de Dios. Humilde, pero libre para ser positiva y propositiva, convencida de tener “algo” que aportar, algo único, insustituible y necesario. Una Iglesia humilde y dispuesta a acoger y tratar con todos, porque tiene clara su identidad y está dominada por la gratitud a Dios.

Conclusión

      …estoy convencido totalmente que sólo en la Eucaristía y en las demás acciones litúrgicas podemos hacernos cristianos, podemos ser Iglesia del Señor. Es el reto de toda la Iglesia, donde sus Obras Eucarísticas y muchas almas tocadas por la gracia de Dios, están llamadas a jugar un papel clave y determinante en el presente y futuro de la Iglesia.
      Posiblemente caminamos hacia tiempos de un mayor y dramático despojamiento de las raíces cristianas de nuestra civilización. Tiempos en que no podremos esperar ninguna ayuda de las instituciones económicas y políticas, tiempos de aislamiento cultural, tal vez, hasta de abierta persecución. Pero no tenemos que acobardarnos ni desanimarnos, tenemos que convertirnos, a Cristo y a su Evangelio. No podemos ser ni tibios ni mediocres.
      La solución no es llegar a un “compromiso” no es “hacernos soportables”, no es adecuarnos a sus Principios, hemos de llegar a parecer, tal vez “escándalo” y “locura”, eso fue para el mundo judío y pagano la Cruz, pero no dejó de ser en verdad, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
      Estoy seguro que sólo así tendremos futuro y podremos servir a la salvación de los hombres. La adoración es la síntesis de todo esto que estoy diciendo. Adorar es postrarse y decir “serviam”, CREO, AMO, ESPERO. La verdadera adoración, como hemos tratado de presentarla en estos rápidos retazos, nos muestra la verdad del ser humano y de su vocación, es por ello fuente de libertad y justicia y causa de felicidad verdadera. La adoración proclama la presencia de Dios, operante siempre en el mundo y llamada constante a la conversión y la vida. La adoración es pregusto de Cielo y aviva la tensión escatológica y la esperanza de cada ser humano y de la entera Sociedad.
      Nunca fue tan urgente adorar, profesión de fe que abarca a toda la persona y toda su vida, el “Año de la Fe”, que hemos comenzado ha de ser ocasión, como este 50 aniversario que celebramos, de seguir profundizando sobre estas cuestiones esenciales de nuestra vida personal y de la vida de la Iglesia. Gracias.

      ¡Viva Jesús sacramentado!

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