…VENDE
TODO LO QUE TIENES
Mt. 13.
44-52
En aquel tiempo, dijo Jesús a
la gente: «El
reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en
el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a
vender todo lo que tiene y compra el campo». «El reino de los cielos se parece
también a un comerciante de
perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo
que tiene y la compra».
«El reino de los
cielos se parece también a la
red que echan en el mar y recoge toda clase de peces:
cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran».
Lo mismo sucederá al
final de los tiempos: «saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos
y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
¿Habéis entendido
todo esto?». Ellos le responden: «Sí». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que
se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que
va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Otras Lecturas: 1Reyes 3,5.7-12; Salmo 118; Romanos
8,28-30.
LECTIO:
Jesús
trataba de comunicar a la gente su experiencia de Dios y de su gran proyecto de
ir haciendo un mundo más digno y dichoso para todos. No siempre lograba
despertar su entusiasmo. Estaban demasiado acostumbrados a oír hablar de un
Dios sólo preocupado por la Ley, el cumplimiento del sábado o los sacrificios
del Templo.
Jesús
les contó dos pequeñas parábolas para sacudir su indiferencia. Quería despertar
en ellos el deseo de Dios. Les quería hacer ver que encontrarse con lo que él
llamaba "reino de Dios" era algo mucho más grande que lo que vivían
los sábados en la sinagoga del pueblo: Dios puede ser un descubrimiento
inesperado, una sorpresa grande.
En
el primer relato, un labrador «encuentra»
un tesoro escondido en el campo... Lleno de alegría, «vende todo lo que tiene» y compra el campo. En el segundo relato,
un comerciante en perlas finas «encuentra»
una perla de gran valor... Sin dudarlo, «vende
todo lo que tiene» y compra la perla.
Algo
así sucede con el «reino de Dios»
escondido en Jesús, su mensaje y su actuación. Ese Dios resulta tan atractivo,
inesperado y sorprendente que quien lo encuentra, se siente tocado en lo más
hondo de su ser. Ya nada puede ser como antes. Empezamos
a sentir que Dios nos atrae de verdad. No puede haber nada más grande para
alentar y orientar la existencia. El "reino de Dios" cambia nuestra forma
de ver las cosas. Empezamos a creer en Dios de manera diferente. Ahora sabemos
por qué vivir y para qué. A nuestra religión le falta el
"atractivo de Dios". Muchos cristianos se relacionan con él por
obligación, por miedo, por costumbre, por deber..., pero no porque se sientan
atraídos por él.
A
muchos cristianos se les ha presentado una imagen tan deformada de Dios y de la
relación que podemos vivir con él, que la experiencia religiosa les resulta
inaceptable e incluso insoportable.
Cada
domingo, se predica el Evangelio, se comentan las parábolas de Jesús y sus
gestos de bondad a millones y millones de creyentes. ¿Qué experiencia de Dios
comunicamos? ¿Qué imagen transmitimos del Padre y de su reino? ¿Atraemos los
corazones hacia el Dios revelado en Jesús? ¿Los alejamos de su misterio de
Bondad?
MEDITATIO: Detente
en el sentido que tienen estas parábolas y aplícalo a tu vida de fe. Busca el mensaje
que tienen para ti hoy, aquí y ahora.
A la luz de lo que el Señor nos dice, de
la necesidad de buscar el Reino de Dios, vendiendo, dejando, abandonando lo que
dificulta o impide su acción en nosotros,
■ ¿cómo estás
viviendo tu fe?, ¿es Él el referente principal de tu vida, el que da sentido a
todo lo que eres y a todo lo que haces?, ¿lo buscas en todas las cosas?
Tu fe, tus creencias, tu pertenencia a la
Iglesia…
■ ¿lo consideras un
tesoro, como aquello de más valor que tienes?, ¿en qué sí y en qué no?, ¿por
qué? ¿de que manera te sientes implicado y comprometido con tu pertenencia a la
Iglesia?
En la vida estamos como en una red, donde
convivimos con otros que piensan y viven de forma diferente y con valores
diferentes, tú,
■ ¿de qué manera
buscas vivir y testimoniar tu fe ante esas personas que no viven el proyecto de
Dios? ¿de qué manera anuncias con tu vida y tus actitudes que el Señor Jesús es
el sentido de tu vida?
ORATIO:
Pon
tus manos sobre mí, Jesús, comunícame tu fuerza y gracia, tu anhelo y espíritu,
tu capacidad de servicio y entrega.
Pon
tus manos sobre las mías, Jesús, dales ese toque que necesitan: traspásalas
hasta que sepan dar y gastarse y hacerse reflejo de las tuyas.
Déjame,
Jesús, poner mis manos en las tuyas y sentir que somos hermanos con manos
libres, fuertes y tiernas, que abrazan.
CONTEMPLATIO:
En las parábolas,
Jesús parte de cosas muy comunes de la vida y las usa para ayudar a las
personas a entender mejor las cosas menos conocidas del Reino de Dios.
Jesús quiere destacar, sobre todo, la
alegría radiante de los que encuentran el tesoro o la perla. Su gozo es tan
grande que ponen en juego su existencia. Lo
mismo pasa también con el Reino de los Cielos. La Buena Nueva de ese Reino
conmueve los corazones, despierta una alegría desbordante, causa una entrega
apasionada. Los
que oyen y comprenden esta noticia, arriesgan todo lo que tienen para ganar a
Dios y su Reino.
Jesús
nos regala, en su seguimiento, la alegría verdadera. Él nos da la fuerza para
ganar y arriesgar todo por lo único necesario: el Reino y la comunidad con los
nuestros y con Dios.
“… y se
recoge toda clase de peces” ¿Alguna vez te has
preguntado que es ser pez bueno o pez malo…? Lo importante es hacer la voluntad
del Padre. No las palabras o las etiquetas que llevamos puestas (soy
cristiano), sino los hechos, el vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús, el
vivir el evangelio.
En un mundo de competitividad como el nuestro, puede resultar extraño ver a Dios que salta al mercado de las ofertas y pone precio. El Evangelio de hoy culmina esa catequesis sobre el Reino de Dios que Jesús ha ido explicando estos domingos. Las dos primeras imágenes que aparecen muestran el valor de ese Reino: vale la pena venderlo todo para hacerse con un don tan preciado. Tan importante, tan absoluto es ese Reino que es más que todo lo que una persona pueda poseer. Jesús no estaba ante aquella gente, ante sus discípulos, tra¬tando de "venderles" su novedad haciéndoles consideraciones pertinentes sobre la exce¬lencia de su "mercado", o indicándoles cuáles eran sus ventajas respecto a otros merca¬deres. Más bien, el Señor se presenta con lo más y lo mejor, con lo que no tiene compe¬tencia ni rival. ¿De qué se trataba, pues? ¿Cuál era la oferta de Jesús?.
ResponderEliminarSe trataba de eso que de múltiples formas no ha hecho otra cosa que ofrecer, y explicar, e inaugurar: el Reino de Dios, el proyecto de su Padre, el plan de Dios sobre cada hombre y sobre toda la humanidad. Para esto vino Él: para decir a sus hermanos los hombres cuál era y cómo se andaba el camino de la felicidad bienaventurada. Porque en el empeño de ser felices, cuando los hombres han aspirado a ello al margen de Dios o incluso contra Él y a su despecho, el resultado es esa macabra retahíla de desmanes con los que los humanos han llenado demasiadas páginas de su historia: violencias, mentiras, injusticias, traiciones, muertes.
El Reino es algo que tiene que ver con las exigencias de nuestro corazón, con las aspiraciones más nobles y los deseos más hondos del corazón humano. No obstante, y a pesar de la inmensa oferta de Dios, Él nos deja libres para que optemos. Es una vieja tentación la de ser independientes y autónomos respecto de Dios. Pero tras tanto esfuerzo, tanto pago, tanta cosa... no logramos alcanzar la dicha.
El Evangelio de este domingo nos ofrece una meditación sobre nuestro dispendio vital: en qué gastamos nuestro caudal de posibilidades, en dónde apostamos nuestro deseo de felicidad. Dios sale a nuestro paso y nos dice que Él tiene un plan, su Reino, por el que vale la pena arriesgarlo todo. Cuando alguna vez se ha entendido esto, cuando alguna vez se ha intentado, se comprende que Dios no juega con nosotros, que no se aprovecha de nuestra condición, sino que al venderlo todo para adquirir su tesoro escondido o su perla preciosa, es decir, al dejar padre, madre, hijos, tierras... por su Reino, Él nos ha dado cien veces más padres, madres, hijos, tierras... y después la vida eterna. "¿Entendéis bien todo esto? Ellos contestaron: sí" (Mt 13,52). ¿Qué podemos responder cada uno de nosotros?
El Señor os bendiga y os guarde.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm - Arzobispo de Oviedo