TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 22 de febrero de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE FEBRERO, 7º DEL TIEMPO ORDINARIO

OTRO CAMINO PARA LA CONVIVENCIA

 Mateo 5, 38-48      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”.  Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto;  a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.


Otras Lecturas: Levítico 19,1-2.17-18; Salmo 102; 1 Corintios 3,16-23.

LECTIO:
            La ley del talión (ojo por ojo y diente por diente) estaba vigente en tiempos de Jesús. Era una ley, no de venganza, sino para frenar la violencia, pues el castigo nunca debía sobrepasar la ofensa. Jesús propone otro camino para la convivencia humana. A quien es de Cristo se le pide vivir según la generosidad, el don de sí, el olvido de los propios intereses, no dejándose llevar por la tacañería, sino mostrándose benévolo, perdonando, dando prueba de grandeza de ánimo.
        Al creyente se le pide que interprete su vida, desde el punto de vista del amor que ha recibido de Dios, afrontándola de modo distinto: no más la represalia o la venganza y ni la defensa de sí mismo y de los propios derechos, sino siendo cada día más perfectos, como lo es el Padre celestial.
        El mejor premio y la mejor recompensa para el cristiano, cuando ama a su enemigo, es el parecerse al Padre. Si amamos solo a nuestros amigos ¿Qué merito tenemos? El amor cristiano trasvasa la barrera de la amistad y llega hasta el alejado, el enemigo, como Jesús.
        El amor no se mide por las veces que se perdona. Porque la medida del amor y del perdón es amar sin medida. El amor cristiano no se contenta con hacer el bien. El amor evangélico es comprensivo, servicial, no tiene envidia, no presume ni se engríe, no es mal educado ni egoísta, no lleva cuentas del mal; no se alegra de las injusticias, sino que goza con la verdad. El amor de Dios, no pasa nunca.

MEDITATIO:
     La verdadera diferencia entre el amor de los cristianos y los no cristianos, consiste en seguir el ejemplo de Jesús que amó hasta el extremo y perdonó a sus enemigos desde la cruz. “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”.
Tengo puesta en mi vista la, mirada de Cristo, para mirar a todos desde el amor. Qué me impide ver al otro como un hermano.
Para amar, tengo que dejarme amar. Tengo que vencer mi egoísmo. Ver al otro como hijo de Dios.
Recuerda que: “al atardecer de la vida nos juzgarán del amor” (San Juan de la Cruz). ¿Te sientes amado de Dios y Jesús?
Recuerda momentos de tu vida que hayas sentido este amor  ¿Me doy cuenta que Dios está presente y vivo en el prójimo (próximo a ti)?

ORATIO:          
     Pide al Padre que te ayude a ser imagen de Jesús, que te haga capaz de amar a los otros como Él, desde El, y gracias a Él. 
     Reza por aquellos que no son próximos a ti, que se encuentran o tú sitúas lejanos a ti.
     Da gracias a Dios por darte muestras de su gracia y su misericordia. Ábrete al perdón de Dios para contigo. Pídele la gracia de saber siempre vivir el perdón, no desde el “se dijo”, sino “yo os digo”.

CONTEMPLATIO:
     Contempla a Dios que es Padre misericordioso, que a todos nos mantiene en la existencia, y como un buen padre que sale todos los días en nuestra busca, esperando nuestro arrepentimiento.
     Medita las ocasiones que Jesús nos da ejemplo de amor al enemigo, de perdón, y de ‘ofrecer la otra mejilla’. Revisa tu vida y descubre si en momentos, como Jesús desde la cruz, sabes exclamar: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
     Ante la adversidad de la vida, ¿buscas los argumentos para defender tus razones?, o más bien, como Jesús, que ama al pecador para salvarlo, y no profirió palabras de venganza, sino palabras de amoroso perdón: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.»

1 comentario:

  1. Jesús nos está explicando las Bienaventuranzas en los Evangelios de estos domingos. Lo que esta vez escucharemos se hace especialmente sorprendente, inesperado y hasta duro de seguir. Sin duda que así se quedarían aquellos primeros oyentes de estas palabras del Maestro. Entonces, como también ahora, los hombres tenían sus subterfugios para dar salida a su “honrilla”. No se trataba de ser violento o agresivo, pero tampoco bobo, y entonces acuñaron aquel célebre “ojo por ojo y diente por diente”, de la vieja ley del Talión. Es decir, no tiraremos la primera piedra, pero quien nos busque nos encontrará y su provocación no quedará sin responder. Luego vendrá nuestro dicho: “yo perdono pero no olvido”, que es un modo imposible y sutil de conciliar algo tan opuesto y dispar como el perdón y el rencor.
    Jesús viene y dice: amad a vuestros enemigos, sorprended a quien os afrenta, confundid a los que os piden algo. Otros dirán cosas distintas, otros tendrán solapadamente sus mezquinos ajustes de cuentas, con sus dientes y sus ojos… medidos y pesados en la balanza de su talión particular. No se trataba de un oportunismo sino de devolver a los hombres la real posibilidad de volver a ser imagen y semejanza de un Dios que no discrimina a nadie, que ama a sus enemigos regalando el sol cada mañana a los buenos y a los malos, y envía la lluvia hermana a los justos y a los injustos.
    Jesús no predicaba simplemente una ética universal, una buena educación cívica y unas normas de urbanidad válidas para todos. Él propone otra cosa, coincida o no con lo que otros puedan igualmente pensar y proponer. El amor que cuenta y pesa, el amor que calcula, el que pide condiciones… éste no le interesa a Jesús. Ése pertenece a los paganos, a los que no pertenecen a la ciudad de Dios ni a su Pueblo. Acaso podemos pensar que no tenemos enemigos de solemnidad. Enemigos de ésos a los que se responde con mísiles modernos o con duelos románticos. Pero la enemistad que Jesús nos invita a superar con amistad, y los odios que Él nos urge a transcender con amor, pueden estar muy cerca, tal vez demasiado cerca.
    El amor que Jesús nos propone se debe hacer gesto cotidiano, permanente. Porque los amigos o enemigos a los que indistintamente debemos amar se pueden encontrar cerca o lejos, en nuestro hogar o en el vecino, puede ser un familiar o un compañero, frecuentar nuestras sendas o sorprendernos en caminos infrecuentes… Pero todo esto da lo mismo. No hay distinción que valga para dispensarnos de lo único importante, de lo más distintivo y de lo que nos diferencia de los paganos (Mt 5,46-47): el amor. En esto nos reconocerán como sus discípulos.
    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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