Jornada Mundial del
enfermo
Benedicto XVI, pp Emérito
Benedicto XVI, pp Emérito
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la Iglesia recuerda la primera
aparición de la Virgen María a santa Bernardita, acaecida el 11 de febrero
de 1858 en la gruta de Massabielle, cerca de Lourdes. Se trata de un
acontecimiento prodigioso, que ha hecho de aquella localidad, situada en la
vertiente francesa de los Pirineos, un centro mundial de peregrinaciones y de
intensa espiritualidad mariana. En aquel lugar resuena con fuerza la exhortación de la Virgen a la oración y a la
penitencia, como un eco permanente de la invitación con la que Jesús
inauguró su predicación en Galilea: «El tiempo se ha cumplido y el reino de
Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15).
Además, aquel santuario se ha convertido en meta para numerosos
peregrinos enfermos que, poniéndose a la escucha de María santísima, son
invitados a aceptar sus sufrimientos y a ofrecerlos por la salvación del mundo,
uniéndolos a los de Cristo crucificado. Precisamente por el vínculo existente
entre Lourdes y el sufrimiento humano, el amado Juan Pablo II decidió que, con
ocasión de la fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebrara también la Jornada mundial del enfermo.
Bernadette
era la primogénita de una familia muy pobre, sin sabiduría ni poder, de salud
frágil. María la eligió para transmitir su mensaje de conversión, de oración y
penitencia, en total sintonía con la palabra de Jesús: «Porque has escondido
estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente
sencilla» (Mt 11,25). En su camino espiritual, también los cristianos están
llamados a desarrollar la gracia de su Bautismo, a alimentarse de la
Eucaristía, a sacar de la oración la fuerza para el testimonio y la solidaridad
con todos sus hermanos en la humanidad…
De una carta de Sta. Bernardita Soubirous al P. Gondrand
Cierto
día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos niñas. En seguida
oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles no se movían. Alcé
entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un
cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo
color que las cuentas de su rosario.
Creyendo
engañarme, me restregué los ojos. Metí la mano en el bolsillo para buscar mi
rosario. Quise hacer la señal de la cruz, pero fui incapaz de llevar la mano a
la frente. Cuando la Señora hizo la señal de la cruz, lo intenté yo también y,
aunque me temblaba la mano, conseguí hacerla. Comencé a rezar el rosario,
mientras la Señora iba desgranando sus cuentas, aunque sin despegar los labios.
Al acabar el rosario, la visión se desvaneció…
Volví a ir allá durante quince días. La
Señora se me apareció como de costumbre, menos un lunes y un viernes. Siempre
me decía que advirtiera a los sacerdotes que debían edificarle una capilla, me
mandaba lavarme en la fuente y rogar por la conversión de los pecadores. Le
pregunté varias veces quién era, a lo que me respondía con una leve sonrisa.
Por fin, levantando los brazos y los ojos al cielo, me dijo: «Yo
soy la Inmaculada Concepción».
Mons. Rafael Zornoza presidirá la
Eucaristía en nuestra Parroquia de San José de Cádiz este martes 11 de febrero a las
19.00 h.
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