TIEMPO LITÚRGICO

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martes, 11 de febrero de 2014

EN LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Jornada Mundial del enfermo
Benedicto XVI, pp Emérito

Queridos hermanos y hermanas:
     Hoy la Iglesia recuerda la primera aparición de la Virgen María a santa Bernardita, acaecida el 11 de febrero de 1858 en la gruta de Massabielle, cerca de Lourdes. Se trata de un acontecimiento prodigioso, que ha hecho de aquella localidad, situada en la vertiente francesa de los Pirineos, un centro mundial de peregrinaciones y de intensa espiritualidad mariana. En aquel lugar resuena con fuerza la exhortación de la Virgen a la oración y a la penitencia, como un eco permanente de la invitación con la que Jesús inauguró su predicación en Galilea: «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15).
     Además, aquel santuario se ha convertido en meta para numerosos peregrinos enfermos que, poniéndose a la escucha de María santísima, son invitados a aceptar sus sufrimientos y a ofrecerlos por la salvación del mundo, uniéndolos a los de Cristo crucificado. Precisamente por el vínculo existente entre Lourdes y el sufrimiento humano, el amado Juan Pablo II decidió que, con ocasión de la fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebrara también la Jornada mundial del enfermo.
     Bernadette era la primogénita de una familia muy pobre, sin sabiduría ni poder, de salud frágil. María la eligió para transmitir su mensaje de conversión, de oración y penitencia, en total sintonía con la palabra de Jesús: «Porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11,25). En su camino espiritual, también los cristianos están llamados a desarrollar la gracia de su Bautismo, a alimentarse de la Eucaristía, a sacar de la oración la fuerza para el testimonio y la solidaridad con todos sus hermanos en la humanidad…
De una carta de Sta. Bernardita Soubirous al P. Gondrand
      Cierto día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos niñas. En seguida oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario.
     Creyendo engañarme, me restregué los ojos. Metí la mano en el bolsillo para buscar mi rosario. Quise hacer la señal de la cruz, pero fui incapaz de llevar la mano a la frente. Cuando la Señora hizo la señal de la cruz, lo intenté yo también y, aunque me temblaba la mano, conseguí hacerla. Comencé a rezar el rosario, mientras la Señora iba desgranando sus cuentas, aunque sin despegar los labios. Al acabar el rosario, la visión se desvaneció…

     Volví a ir allá durante quince días. La Señora se me apareció como de costumbre, menos un lunes y un viernes. Siempre me decía que advirtiera a los sacerdotes que debían edificarle una capilla, me mandaba lavarme en la fuente y rogar por la conversión de los pecadores. Le pregunté varias veces quién era, a lo que me respondía con una leve sonrisa. Por fin, levantando los brazos y los ojos al cielo, me dijo: «Yo soy la Inmaculada Concepción».

     Mons. Rafael Zornoza presidirá la Eucaristía en nuestra Parroquia de San José de Cádiz este martes 11 de febrero a las 19.00 h.

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