TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 15 de febrero de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 16 DE FEBRERO, 6º DEL TIEMPO ORDINARIO

La nueva “justicia”


Mt. 5,20-37     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás" y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor". Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

Otras Lecturas: Sirácida 58,7-10; Salmo 118; 1 Corintios 2,6-10.


LECTIO:
     El texto que hoy leemos en la Liturgia pertenece a lo que se ha llamado el Sermón de la Montaña, que comienza con la proclamación de las bienaventuranzas.
  Mateo, que escribe, sobre todo, para los judíos convertidos al cristianismo, va contrastando la nueva enseñanza de Jesús con la que enseñaba la Ley del Antiguo Testamento. Jesús nos enseña nuevos modos de vivir como discípulo suyo. Y señala la diferencia entre la Ley antigua y la nueva propuesta de Jesús con los términos: Han oído que se dijo a nuestros antepasados… Pero, yo os digo.
   En estos pocos versículos Jesús aborda algunos temas importantísimos: la cólera, las disputas, la concupiscencia, el divorcio y la honestidad. La enseñanza de Jesús ilustra nuestra necesidad de controlar los pensamientos y las emociones antes de que se traduzcan en acciones externas. Para dejar esto bien claro, exagera deliberadamente. Por eso, sacarte un ojo o cortarte la mano derecha no son acciones que deban tomarse al pie de la letra, sino que ponen de relieve lo radicales que debemos ser frente a los pensamientos que pueden llevarnos a apartarnos de Dios. El pecado es algo con lo que no podemos vivir. Debemos eliminarlo de raíz, pues nos separa de Dios y de los hermanos.
     El Evangelio nos invita a vivir en fidelidad: a Dios, a la Palabra, a los hermanos, a nosotros mismos, a nuestros compromisos bautismales. Vivir en fidelidad es vivir en armonía y paz, en aceptación y comprensión, en constancia y perseverancia.

MEDITATIO:
El texto evangélico quiere destacar que Jesús quiere, por encima de lo que “se dijo”, que busquemos un nuevo estilo de vida.
¿La expresión de Jesús “pero yo os digo” hace cambiar tu corazón por encima de “se dijo”? ¿Cómo entiendes la vida cristiana? ¿Te contentas con cumplir solo lo que “se dijo“?
¿Cuál de los temas que menciona Jesús te plantea mayor dificultad?
¿Cómo te enfrentas con los pensamientos y emociones que te separan de Dios y los hermanos?
¿Te colocas ante el Señor con la conciencia abierta y disponibilidad total para escuchar su mensaje?

ORATIO:
     El Evangelio nos invita a obedecer la ley del Señor con todo el empeño personal.
     Abandónate en las manos del Señor, pues ni un solo cabello podemos cambiar, si no está Él. Pon tu confía en Dios.
     Pídele a Jesús que te ayude a eliminar de tu interior todo egoísmo y soberbia; todo lo que te aparta de Él.
     Señor, enséñame a ser humilde y a estar disponible y abierto a hacer su voluntad

CONTEMPLATIO:
     Confronta tu vida con el mensaje de este texto del Evangelio. Jesús, no solo prohíbe el homicidio, también veda la ira, los insultos, las injurias, es decir, se deben evitar los pecados y faltas externas e internas, como las ofensas, la rabia, agravios y ultrajes.
     Hoy te invita Jesús a superar el legalismo y la rutina, el “se dijo“, y te anima a dejarte fascinar por el mensaje del Evangelio; “pero yo os digo”.
     Déjate transformar por el amor de Dios, para cambiar la vida, convertirte, y vivir la vida desde Jesús.

1 comentario:

  1. La novedad del Evangelio no es una fosilización de cuanto dijeron Moisés y los Profetas. Éste era el problema de los fariseos. Porque en nombre de la tradición se puede caer en el tradicionalismo, precisamente cuando las palabras que se transmiten ya no producen vida sino aburrimiento, no generan libertad sino ataduras, y han dejado de ser la tradición viva de un Dios vivo, para convertirse en el tradicionalismo cansino de un grupo anquilosado. Jesús apela a la fidelidad de la verdadera tradición, pero advierte del riesgo que se corre en confundirla con el tradicionalismo.
    Jesús tras haber declarado que no se saltará ni una tilde de la Ley, comienza una serie de contraposiciones muy características de su autoridad: “habéis oído que se dijo… pero Yo os digo”. Parece una contradicción, mas no es otra cosa que la plenitud del mismo mensaje, de toda la revelación de Dios. No se trata de un nuevo código de circulación religiosa lo que Jesús enseña, sino que presenta ejemplos muy plásticos para aquella gente, a fin de mostrar lo que es un discípulo suyo.
    Jesús presenta su camino como una actitud de pureza de corazón, de libertad de espíritu, tanto ante el Padre Dios como ante el hermano hombre: no sólo no matar, sino querer bien al otro, con y desde el corazón, porque hay muchas maneras de matar y de odiar, y una de ellas es la de haber dejado de amar. Para el cristiano, no basta con no matar, hay que dar vida, generarla; no basta con no odiar, hay que amar.
    Es la condición previa para poder acercarse a Dios, porque inútilmente nos allegamos al altar santo cargados de ofrendas de oficio y estereotipadas, si nuestro encuentro con el Señor no viene envuelto y acompañado con el encuentro fraterno con los demás (Mt 5,23). Y lo mismo dirá respecto del adulterio: el discípulo cristiano no simplemente se contenta con una integridad física, material, de escaparate, sino que también debe aspirar a la del corazón y a la de los ojos, porque “quien mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior” (Mt 5,28).
    Sin duda que Jesús sorprendía a sus coetáneos, por la sabiduría de sus palabras, por la inteligencia en su manera de no traicionar la tradición. Frente a tantos maestros y maestrillos, su figura se levanta llena de luz y capaz de iluminar a quien a ello consienta: otros dicen, otros imponen, otros…, pero Yo os digo. Los discípulos de hoy, tenemos la imperiosa necesidad de reconocer esa Voz, reconociéndonos en ella, sobre todo cuando lo que dice es tan diverso a lo que otros dicen. Sólo Él es el Maestro.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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