TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 15 de febrero de 2014

ES ABSURDO DECIR QUE SIGUES A CRISTO PERO NO A SU IGLESIA
FRANCISCO, pp  


…el cristiano no es una persona a la que se bautiza y luego “sigue por su cuenta” en solitario… pertenece a un pueblo, al pueblo de Dios, que es la Iglesia, y que por tanto no se puede seguir a Cristo al margen de ella.

 No se entiende un cristiano sin Iglesia. Y por esto el gran Pablo VI decía que es una dicotomía absurda amar a Cristo sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar con Cristo al margen de la Iglesia. No se puede. Es una dicotomía absurda“.

…el Papa recomendó seguir el ejemplo del rey David. Trataba a Dios con confianza y aceptaba con alegría sus decisiones, aunque no le gustaran. “Una persona que no es humilde”, dijo Francisco, “no puede escuchar con la Iglesia, escuchará sólo lo que le apetece”.

TEXTO DE LA HOMILÍA
(Traducción original, Radio Vaticana)

     “El rey David tenía un fuerte sentimiento de pertenencia al pueblo de Dios. Y esto  nos lleva a preguntarnos cuál es nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia, nuestro sentir con la Iglesia y en la Iglesia.
     El cristiano no es un bautizado que recibe el bautismo y luego va adelante por su camino. El primer fruto del bautismo es hacerte pertenecer a la Iglesia, al pueblo de Dios. No se entiende a un cristiano sin Iglesia. Y por esto el gran Pablo VI decía que es una dicotomía absurda amar a Cristo sin la Iglesia; escuchar a Cristo pero no a la Iglesia: estar con Cristo al margen de la Iglesia. No se puede. Es una dicotomía absurda. Nosotros recibimos el mensaje evangélico en la Iglesia y hacemos nuestra santidad en la Iglesia, nuestro camino en la Iglesia. Lo demás es una fantasía o, como él decía, una dicotomía absurda.
     El “sensus ecclesiae” es precisamente el sentir, pensar, querer, dentro de la Iglesia. Hay tres pilares de esta pertenencia, de este sentir de la Iglesia. El primero es la humildad, en la conciencia de estar dentro de una comunidad como una gracia grande. Una persona que no es humilde, no puede sentir con la Iglesia, sentirá lo que a ella le gusta, lo que a él le gusta. Y esta humildad se ve en David. ‘¿Quién soy yo, Señor Dios, y qué cosa es mi casa?’ Con esa conciencia de que la historia de salvación no comenzó conmigo y no terminará cuando yo muera. No, es toda una historia de salvación: yo vengo, el Señor te toma, te hace ir adelante y después te llama y la historia continúa. La historia de la Iglesia comenzó antes de nosotros y seguirá después de nosotros. Humildad: somos una pequeña parte de un gran pueblo, que va por el camino del Señor.
     El segundo pilar es la fidelidad, que va unida a la obediencia. Fidelidad a la Iglesia, fidelidad a su enseñanza, fidelidad al Credo, fidelidad a la doctrina, mantener esta doctrina. Humildad y fidelidad. También Pablo VI nos recordaba que nosotros recibimos el mensaje del Evangelio como un don y debemos transmitirlo como un don, pero no como una cosa nuestra: es un don recibido que damos. Y en esta transmisión ser fieles. Porque nosotros hemos recibido y debemos dar un Evangelio que no es nuestro, que es de Jesús, y no debemos – decía él – convertirnos en propietarios del Evangelio, propietarios de la doctrina recibida, para utilizarla a nuestro gusto”.
     El tercer pilar es un servicio particular, rezar por la Iglesia. ¿Cómo va nuestra oración por la Iglesia?, ¿rezamos por la Iglesia? En la misa, todos los días, ¿pero en nuestra casa, no? ¿Cuándo hacemos nuestras oraciones?. Rezar por toda la Iglesia, en todas partes del mundo. Que el Señor nos ayude a ir por este camino para profundizar nuestra pertenencia a la Iglesia y nuestro sentir con la Iglesia”.


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