TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 26 de mayo de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 26 DE MAYO, EN LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Conducíos a la verdad



Juan 16:12-15      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Tengo mucho más que deciros, pero en este momento sería demasiado para vosotros. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye y os hará saber las cosas que van a suceder. Él me honrará, porque recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer. Todo lo que tiene el Padre, también es mío; por eso os he dicho que el Espíritu recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer.

Otras lecturas: Proverbios 8:22-31; Salmo 8; Romanos 5:1-5

LECTIO:
     Estamos muy dentro del núcleo de las enseñanzas de Jesús durante la Última Cena. Es mucho lo que Jesús tiene que decir para preparar a su grupo de fi eles ante los acontecimientos traumáticos se les presentan.
     El Espíritu Santo sigue siendo el centro de atención. En este caso, Jesús enseña que el papel del Espíritu Santo es revelarles la verdad de Dios, guiarlos hasta toda la verdad y hacerles saber las cosas que van a suceder (versículo 13).
     Jesús podría haberles explicado a sus discípulos más cosas sobre lo que iba a suceder. Pero sabe que no podrían recibir más. Por eso opta por ofrecerles algunos retazos fugaces de la obra del Espíritu Santo. Después de la resurrección de Jesús, el Espíritu Santo ayudará a los discípulos a entender lo que necesitan saber para vivir en relación con Dios y les concederá el poder que precisan para llevarlo a cabo (Hechos 1:8).
     Jesús explica algo más sobre la relación existente entre el Espíritu Santo, el Padre y él mismo. El Espíritu Santo nos ayuda a entender y a ver la verdad respecto a Dios, y nos conduce. De este modo da gloria al Padre y al Hijo. Los tres miembros de la Santísima Trinidad son uno solo en unidad plena.

MEDITATIO:
 Medita en la expresión ‘la verdad de Dios’. ¿Qué significa para ti?
¿Necesitamos todavía que el Espíritu Santo actúe en nuestras vidas hoy día? ¿Qué nos enseña este pasaje respecto a la manera en que nos puede ayudar el Espíritu Santo?
¿Cómo te sentirías si le hicieras un regalo a alguien y no le hiciera el menor aprecio? ¿Podemos ser en ocasiones culpables de ignorar o dar por sentado este preciso regalo de Dios?
¿Qué podemos aprender en nuestra vida interior con la experiencia de la Santísima Trinidad, en las lecturas de hoy?

ORATIO:
     “…porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.” Romanos 5:5
     Dale gracias a Dios por el amor que te tiene y por haberte concedido el don del Espíritu Santo. Pídele ayuda para saber apreciar este amor con mayor profundidad y estar dispuesto a compartir este amor con quienes te rodean.
¿Has experimentado algún momento especial mientras orabas o leías en el que el Espíritu Santo te haya revelado algo nuevo? Pídele a Dios que lo haga a lo largo de esta semana.

CONTEMPLATIO:
     ¿Te has fijado alguna vez en la inmensidad del cielo, del mar o del paisaje y te has sentido pequeño comparado con ellos? Pásate un rato asombrándote con el salmista ante las razones por las que el creador del universo tendría que fijarse en ti o en mí.
   “Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste, y la luna y las estrellas que pusiste en él, pienso:
¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué le recuerdas y te preocupas de él? Pues le hiciste casi como un dios, le rodeaste de honor y dignidad, le diste autoridad sobre tus obras, le pusiste por encima de todo.” Salmo 8:3-6.

1 comentario:

  1. Aquellos dos primeros discípulos le preguntaron a Jesús algo muy concreto: ¿dónde vives? (Jn 1,35). No cuál es tu programa, tu teología, tu idea de novedad para un cambio. Fue algo más elemental y más verdadero: ¿dónde vives, Maestro? Y él respondió lo que ya sabemos: venid y veréis. Fueron y se permanecieron con Él.
    La Santísima Trinidad no es un crucigrama para cristianos eruditos ni ningún raro teorema de tres-en-uno con nombre extraño. La Trinidad es esa casa de Dios que los hombres -sin Él- no logran construir. “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Y es que, es imposible que se levante un casa cuando quienes la diseñan, la financian, la construyen y la venden, han despreciado la única piedra angular posible: “Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular”. Por eso sorprende ver que haya cristianos que sean tan incondicionalmente acríticos y tan sumisamente disciplinados para con los diseños y dictámenes de quienes hacen un mundo sin Dios o contra Él (y por tanto sin humanidad o contra ella), y sigan sospechando y vociferando contra quienes con verdad y libertad son las nuevas voces de los que siguen sin tener voz en los foros de nuestro mundo.
    Jesús nos ha abierto la puerta que un pecado cerró fatalmente. Él es la primera piedra de un edificio nuevo, el hogar de la Trinidad ya entre nosotros. No es una casa terminada, sino que nos llama Él a cada uno a ser piedras vivas de ese nuevo hogar. El Padre, el Hijo y el Espíritu con quienes hacemos nuestra señal cristiana, en cuyos nombres comenzamos la Eucaristía y con cuya bendición la terminamos... ellos son nuestra casa, nuestra nostalgia, nuestro origen y también nuestro destino. La Trinidad como casa de amor, de paz y concordia; como casa de belleza y bondad, de justicia y verdad, de luz y de vida.
    “Jesús no perdió sus años en gemir e interpelar a la maldad de la época. Él zanjó la cuestión de manera muy sencilla: haciendo el cristianismo” (Ch.Péguy). Hay tanto que hacer, que no podemos perder el tiempo en lamentos y acusaciones. Las babeles, sus proyectos y proclamas, siempre han tenido fecha de caducidad. Nosotros hagamos el cristianismo, seamos el cristianismo, dejando que el Espíritu nos lleve hasta la verdad plena. Y que nuestro corazón y nuestras comunidades cristianas, como parte de la Trinidad, como piedras vivas de su casa estrenada en la historia de cada día, puedan mostrar el espectáculo de la bienaventuranza, el de la gracia, el de la felicidad. Esto es lo que el Espíritu nos recuerda y enseña de parte de Jesús y el Padre. Nos han abierto su casa y en ella tenemos morada y hogar.


    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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