TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 10 de mayo de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 12 DE MAYO, 7º DE PASCUA EN LA SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo.

  Lucas 24, 46-53.    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto». Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Otras lecturas: Hechos 1, 1-11; Salmo 46; Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23

LECTIO:
     El relato de la Ascensión de Jesús, que nos describe Lucas, tiene parecidos con el de los Hechos de los apóstoles (1, 7-11). Hay matices que conviene tener en cuenta:
- la Ascensión se narra inmediatamente después del relato de la Pascua; esto quiere decir que se trata de un único misterio: resurrección-glorificación. Fue llevado al cielo (v. 51);
- el Resucitado abre una vez más la mente de los discípulos para que comprendan el sentido del misterio pascual (muerte-resurrección-ascensión) y su envío a predicar el Evangelio (vs. 46-47);
- la misión más importante que los discípulos tienen que realizar es: dar testimonio del Resucitado (v. 48);
     Lo importante para los discípulos es que “entiendan las Escrituras”. Jesús les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras (v. 45), la Palabra de Dios dicha por los profetas y repetida por el mismo Jesús. Aceptar a un Mesías crucificado. Éste es el mayor problema que tienen los discípulos. De hecho, el Espíritu Santo en Pentecostés les abrirá totalmente a la fe y a la aceptación de todo el misterio pascual.
     Lucas indica que, desde Jerusalén, se ha de extender el Evangelio a todo el mundo. (Mateo narra la despedida ubicando a Jesús y a los discípulos en Galilea, donde había comenzado la predicación del Evangelio y la vocación de los discípulos). En Jerusalén recibirán el Espíritu.

MEDITATIO:
¿Qué nos revela este pasaje sobre la relación que existe entre Dios Padre y Jesús?
¿La lección que Jesús me da es que hay que pasar por la Cruz para llegar a la Ascensión. ¿Veo en mi vida esta misma relación? ¿Acepto la cruz como camino de la Ascensión?
¿Aprendo a ver con otros “ojos” lo que me ocurre en la vida, para convertir mi tristeza en gozo, mis limitaciones en Esperanza?
La Ascensión es la glorificación de Jesús y también es la garantía de nuestra glorificación. Pero Jesús para llegar al cielo, primero descendió hasta lo más hondo de la condición humana, para indicarnos el camino que tenemos que recorrer: abajarnos para ser elevados, como Jesús. ¿Cómo vivo esto?

ORATIO:
     Este día es para estar mirando al cielo, como los apóstoles. Mirar al cielo y decir con el salmista “cuando contemplo el cielo obra de tus dedos…”
     Es para orar desde nuestro interior y pedirle a Jesús que nos enseñe a elevar todo, a mirar siempre al cielo. En unas ocasiones para darle gracias, en otras para pedir, pero siempre mirando al cielo y con los pies en la tierra.
     La Ascensión es la glorificación plena de Jesucristo. Es la confirmación del Padre de que todo lo ha hecho Jesús, ha quedado aprobado por el Padre.
     Señor que la alegría de tu resurrección y ascensión arrebate mi debilidad, para que como Pablo: cuando me siento débil, entones es cuando soy fuerte (2 Cor 12,19) Pide la Gracia para ser revestido de la fuerza de lo alto, como discípulos.

CONTEMPLATIO:
     Considera y contempla a Jesús que siempre anima a sentirse uno seguro y confiado en Él. Recuerda que te basta su Gracia para ser instrumento, testigo de Jesús Resucitado.
     Contempla en tu vida si también te inunda la alegría y bendices a Dios, como los apóstoles.


1 comentario:

  1. Maestros hubo muchos en Israel. Hablaron de parte de Dios como profetas, o fueron falsos y hablaron desde sí mismos y su ideología. Pero al llegar Jesús, el esperado como palabra última y primera, todo cambió. Él hablaba como quien tiene autoridad, y junto a Él la gente crecía, maduraba. Ha habido alguien en la historia que ha realizado el sueño de Dios sobre el hombre, alguien que no ha cambiado este sueño en pesadilla, alguien que ha sido feliz en la única dependencia que hace libres: la de Dios. Toda la historia precedente estaba demasiado henchida de otras
    alternativas de dicha a las ofrecidas por Dios: las frutas prohibidas del Edén, las torres confusas de Babel, los ídolos de dioses falsos. Jesús ha inaugurado un modo nuevo de ser y de estar ante Dios, ante los hombres y ante el mundo. Con el cumplimiento de la vida terrestre del Señor no termina aquí su misión. Porque esa novedad de un pueblo, por Él inaugurada, no termina con su ascensión al Padre. Jesús entrando en el cielo abre la puerta hasta entonces cerrada por todos los pecados y pesadillas humanas.

    Lucas, que comienza su Evangelio en el Templo, cuando es presentado Jesús niño, también lo concluye en el Templo con los discípulos de ese Jesús como portadores de su Presencia y portavoces de su Palabra. Han de esperar aún la llegada del Espíritu prometido, hasta que sean revestidos de la fuerza de lo alto. Aquellos discípulos quedaron embobados ante el trance de esta despedida, ante el adiós menos deseado y más temido, el adiós de quien más amaron y amarán los hombres que han amado de veras. Por eso, los ángeles arrancarán a los discípulos de su inmovilismo, para decirles lo mismo que les dijo Jesús: no os quedéis mirando al cielo. Hay mucho que hacer. No era una despedida la de Jesús, para provocar nostalgias románticas ni tristes sentimentalismos. Era un adiós para un nuevo encuentro con quien prometió estar de otro modo entre ellos “hasta el fin del mundo”. Por eso “se volvieron a Jerusalén con gran alegría”, con una actitud tan distinta a días atrás cuando se encerraron a cal y canto por miedo a los judíos. Como el Padre envió a Jesús, ahora Él envía a los suyos. Ahora tendrán que contar a todos, lo que han visto y oído, lo que palparon sus manos, su convivencia con el Hijo de Dios. Y Jerusalén se llenará de alegría, de la de estos discípulos, la que Jesús puso en sus corazones y nada ni nadie podrá arrebatar. De esto, como en un eterno hoy, nosotros somos testigos. Jesús se despidió de los suyos, pero no se marchó: se quedó de otra manera. Es el misterio de la Ascensión.
    Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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