TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 11 de agosto de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE AGOSTO DEL 2019, 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«DONDE ESTÁ VUESTRO TESORO ALLÍ ESTARÁ TAMBIÉN VUESTRO CORAZÓN»

Lc. 12, 32-48

     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.

     Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
     Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
     Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

Otras lecturas: Sabiduría 18,6-9; Salmo 32; Hebreos 11,1-2.8-12

LECTIO:
     La actitud del discípulo ante el don del Reino debe ser de vigilancia porque el Señor viene, aunque no se sepa cuándo. Todas las imágenes dan a entender que es necesaria una actitud de atención, de esfuerzo, de servicio. Esto supone vencer el cansancio de la noche para vigilar y permanecer alertas, como quien cuida su casa para que no la roben. Sin embargo todo ese esfuerzo no tiene comparación con la recompensa: él mismo Señor “lo pondrá al frente de todos sus bienes”.
     En la última parte del texto Jesús sigue enseñando sobre la fidelidad y responsabilidad de aquellos a quienes se encomienda un bien. Ese don no permite negligencia, hay que darse totalmente para corresponder a Aquel que tuvo confianza en nosotros.
     Otra vez más se insiste en las ignorancias sobre el momento de la venida: “estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.  Esta ignorancia no es negativa, sino que quiere ponerla como un estímulo para que los discípulos estén siempre atentos sirviendo a los demás, en la espera de la venida definitiva del Señor.

MEDITATIO:
     En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús entre otras cosas dice «Vended vuestros bienes y dad limosna…» Es una invitación a dar valor a la limosna como obra de misericordia, a no depositar nuestra confianza en los bienes efímeros, a usar las cosas sin apego y egoísmo sino según la lógica de Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica del amor. (Papa Francisco)
     La enseñanza de Jesús continúa con tres breves parábolas sobre el tema de la vigilancia. La primera es la parábola de los siervos que esperan por la noche el regreso de su señor. Es la felicidad de esperar con fe al Señor, del estar preparados con actitud de servicio. Él está presente cada día…  Con esta parábola Jesús presenta la vida como una vigilia de espera laboriosa, preludio del día luminoso de la eternidad. Para poder participar se necesita estar preparado, despierto y comprometido con el servicio a los demás, con la tranquilizadora perspectiva de que «desde allí»… será Él mismo quien nos acoja en su mesa. Esto ocurre ya cada vez que encontramos al Señor en la oración, o sirviendo a los pobres, y sobre todo en la Eucaristía. (Papa Francisco)
   La segunda parábola tiene como imagen la llegada imprevisible del ladrón. Este hecho exige una vigilancia: «También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». El discípulo es quien espera al Señor y su Reino. (Papa Francisco)
   El Evangelio aclara esta perspectiva con la tercera parábola: el administrador de una casa después de la salida del señor. En la primera escena, el administrador sigue fielmente sus deberes y recibe su recompensa. En la segunda escena, el administrador abusa de su autoridad y golpea a los siervos, por lo que, al regreso imprevisto del señor, será castigado. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Hazme gustar, Señor, los bienes que son tuyos, pero sobre todo a ti, que eres mi único bien.

Cuando Tú vengas, Señor,
que nos encuentres con las manos ocupadas
en la tarea de amarte a ti y a los hermanos.

CONTEMPLATIO:
“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”.

     El Reino es ante todo don del Padre, y elige a los pequeños, a los discípulos para entregárselo. Este don supone también una correspondencia radical, por eso sigue: “Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos… y un tesoro inagotable en el cielo”. Y culmina con la explicación: “porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón”.
    La llamada de Jesús a la vigilancia nos debe ayudar a los cristianos a despertar de la indiferencia, la pasividad y el descuido con que vivimos con frecuencia nuestra fe. Para vivirla de manera lúcida, necesitamos redescubrirla constantemente, conocerla con más  profundidad, confrontarla con otras actitudes posibles ante la vida, agradecerla y tratar de vivirla con todas sus consecuencias.



     Serpentea en esta liturgia de la Palabra, de una manera más o menos explícita, el tema de la bienaventuranza:«Dichosos los criados a quienes el amo encuentre vigilantes cuando llegue [...] ¡Dichoso ese criado si, al llegar su amo, lo encuentra haciendo lo que debe!». Sabemos bien que, según el mensaje bíblico, la bienaventuranza no consiste en un vago consuelo dado a quien se encuentra en una situación de sufrimiento. Hasta las bienaventuranzas que inauguran el magno «sermón del monte» (Mt 5,1-13) son más bien inyecciones de ánimo e invitación a la lucha, a ejemplo de Aquel que es el pobre por excelencia, el misericordioso por antonomasia, el más perseguido de todos. Es, ante todo, la bienaventuranza que brota de la historia humana, cuando ésta es considerada como visitada por Dios, es decir, enriquecida por la presencia de Aquel que, después de haber creado al hombre, no le abandona a su destino, sino que le orienta por el camino de la salvación; de Aquel que, después de haber elegido a su pueblo, no lo deja a merced de los enemigos, sino que lo lleva sano y salvo a la meta feliz de la tierra prometida.

1 comentario:

  1. La confianza en Dios es la llave de la puerta de la entrada en la santidad. No llegamos y muchas veces nos quedamos anclados en la orilla y no nos adentramos mar adentro hacia horizontes infinitos.
    Jesús conoce el corazón humano. Sabe de sus dudas y fracasos. De sus búsquedas. De tesoros perdidos y malogrados. De noches sin sentido. No llegamos porque no confiamos en el Señor y no confiamos porque no tratamos de amistad con quien sabemos que nos ama.
    Confiar no significa querer que te toque la lotería sin comprar el décimo, pero si significa que el día que conocimos el Amor de su Corazón abierto nos tocó la lotería. Es necesario leer la Palabra de Dios y saborearla para descubrir al final que al que mucho se le confió, mucho se le exigirá…sobre todo saber que siempre tenemos por parte del Señor, todos los ingredientes para la “paella”, solo se nos pide la confianza de saber de su Amor más que de nuestras pobrezas y hundimientos.
    Mirarle a Él en la vida de oración y en la vida sacramental es volver al amor primero, el amor de la confianza que nos lleva a saber de quién me he fiado con la persuasión de que llevará a buen término la obra que empezó en mí.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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