«GUARDAOS DE TODA CODICIA, PUES TU VIDA NO DEPENDE DE TUS BIENES»
Lc. 12. 13-21
En aquel tiempo, le dijo uno de entre la
gente: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le
dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Y les
dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues,
aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso
una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron
una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo
donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los
graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis
bienes. Y entonces me diré a mí mismo: Alma mía, tienes bienes almacenados para
muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de
quién será lo que has preparado?”. Así es el
que atesora para sí y no es rico ante Dios».
Otras
lecturas: Eclesiastés 1, 2;2,21-23; Salmo 89; Colosenses 3,1-5.9-11
LECTIO:
Alguien del público increpa a Jesús para
que medie en una trifulca familiar a propósito de la herencia.
Jesús quiere, más allá de la disputa
puntual que aquel suceso le planteó, desenmascarar el torpe chantaje que
siempre supone el dios dinero, el ídolo del tener, la falsa seguridad de
acumular. La conseja de la parábola de este Evangelio: “túmbate, come, bebe y
date buena vida”, la vemos corregida y aumentada, hoy igual que hace veinte
siglos…
No es que Jesucristo y el cristianismo sean tristes y entristecedores, aguafiestas de la
vida, pero ponen en guardia ante la
propaganda fácil de una felicidad falsa. Se denuncia que
poco a poco vayamos creyéndonos todos que el problema de nuestra felicidad
depende de lo que tengo y acumulo. (+Fr.
Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)
MEDITATIO:
Las
riquezas tienen la tendencia a crecer, a moverse, a ocupar el puesto en la vida
y en el corazón del hombre. Y así el hombre, que para no convertirse en esclavo de la
pobreza amontona riquezas, acaba por ser esclavo de las riquezas. Pero las
riquezas también invaden el corazón, se apoderan del corazón y corrompen el
corazón. Y este hombre termina por corromperse con esta actitud de amontar
riqueza. (Papa
Francisco)
El hombre
que amontona riquezas no se da cuenta de que deberá dejarlas. Si escuchamos a
las personas que tienen esta actitud de amontar riquezas, «amontonarán» excusas
para justificarse, pero al final estas riquezas no dan la seguridad para
siempre. Más aún, echan por los suelos tu dignidad. Y esto también vale en
familia: tantas familias se separan precisamente por las riquezas. (Papa Francisco)
Cuando el Señor
bendice a una persona con las riquezas la hace administrador de esas
riquezas para el bien común y para el bien de todos, y no para su propio bien.
Pero no es fácil llegar a ser un administrador honrado, porque existe siempre
la tentación de la codicia, de llegar a ser importante: el mundo te enseña esto
y nos lleva por este camino. (Papa
Francisco)
Pensar en
los demás, pensar que lo que tengo está al servicio de los
demás, y que nada de lo que tengo podré llevar conmigo. Y si uso lo
que el Señor me ha dado para el bien común, como administrador, esto me
santifica, me hará santo. Pero no es fácil. Todos los días debemos entrar en
nuestro corazón para preguntarnos: ¿Dónde está tu tesoro? ¿En las riquezas o en
esta administración, en este servicio al bien común? (Papa Francisco)
ORATIO:
Señor Jesús, enséñame a ser generoso y servirte
como te mereces,
como te mereces,
a dar sin medida, a combatir sin temor a las heridas,
a trabajar sin descanso
a trabajar sin descanso
no buscando otra
recompensa que hacer tu voluntad.
CONTEMPLATIO:
“Dónde está tu tesoro allí está tu corazón”
… Cuando entrando al trapo del consumo, del dinero y
del placer inhumano, lo que mayormente conseguimos es agobio, vanidad,
enfrentamiento, ansiedad, injusticias, deshumanización… etc.
Entonces miramos los cristianos a Jesús,
como aquellos otros hicieron hace dos mil años, y creemos que la única riqueza
que no mancha, ni corrompe, ni ofende, ni destruye, es esa de la cual hablaba
Él: “no amasar riquezas para sí, sino ser rico ante Dios”.
A la luz de este Evangelio, comprendemos
que efectivamente Jesús no es rival de lo bueno, ni de lo bello, ni de lo
gozoso, pero sí es implacable contra todo intento deshumanizador que pretende
comprar y vender la felicidad y la dicha, bajo una bondad, una belleza y una
alegría que son falsas, sencillamente falsas. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo
de Oviedo)
■… Si tienes riquezas, no te
gloríes en ellas, ni en los amigos, aunque sean poderosos, sino en Dios, que
todo lo da y, sobre todo, desea darse a sí mismo… Vanidad es,
pues, buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. También es vanidad desear
honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea
buena. Vanidad es amar lo que tan presto se pasa y no buscar con solicitud el
gozo perdurable. "Vanidad de vanidades y todo vanidad" (Qo 1,2), sino amar y servir solamente a Dios... Ahora que
tienes tiempo, atesora riquezas inmortales. Nada pienses fuera de tu salvación
y cuida solamente de las cosas de Dios. Granjéate ahora amigos", venerando
a los santos de Dios e imitando sus obras, "para que cuando salieres"
de esta vida "te reciban en las moradas eternas" (Lc 16,9). (Fray Tomás de Kempis)
Nuestro corazón es un corazón de deseo. Anhelamos ser felices sin faltarnos de nada. Así, ponemos la felicidad en tener salud, dinero y amor. Ser feliz para el corazón humano es tener, poseer y triunfar. La felicidad, con Jesús, es otra cosa, es otra realidad. No es lo mismo. Para el Señor, la clave de su felicidad evangélica consiste en tenerle a Él como tesoro de nuestro corazón, y por Él estemos dispuestos a venderlo todo con tal de tenerle como Amor y fuente de amor.
ResponderEliminarEn este evangelio, Lucas nos presenta un Jesús con los pies en el suelo. Tanto acumular riquezas y después para quién serán. Como dice el papa Francisco, jamás he visto camiones de mudanza llevando los bienes con los que son
enterrados los fallecidos. Todo lo dejamos aquí. Al final de la vida seremos examinados en el amor.
Sabemos que todo es vanidad de vanidades. Los ricos se mueren como los pobres, pero con la amargura de que no han podido disfrutar ni una pizca de lo que pensaban. Cuando habían construido graneros de seguridad, no habían descubierto que estamos de paso y que todas las fiestas acaban apagando sus luces porque se acaban y tienen fecha de caducidad. Es necesario volver a la sensatez de vivir colgados no de nuestra riqueza, sino de la infinita misericordia y ternura de Dios.
En la medida en que busquemos los bienes de allá arriba, nuestra vida se convierte en una verdadera fiesta de alegría y santidad. No nos quedemos en lo que es muy al uso actualmente, es decir, instalarse en la queja y en la crítica, que dicho sea de paso, es la mejor vacuna para no ser nunca felices. San Agustín, en un comentario luminoso, sostiene que la vida resucitada con Cristo es el cielo y que se inicia cuando alabamos y agradecemos todos los dones recibidos de su Amor. Entonces vivimos en la auténtica alegría y felicidad de los pobres evangélicos.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres