SIETE
HÁBITOS DIARIOS PARA LAS PERSONAS QUE DESEEN SER SANTAS
Nadie nace santo. Se consigue la santidad con
mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin
exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de
Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.
Estás leyendo esto porque estás interesado
en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de
corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la
doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida." El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la
Santísima Trinidad: "reza siempre y sin desfallecer" (Lc. 18:1). Hay
varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar
brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer,
amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de
otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por
ejemplo, pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso
básicamente todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera
felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a
esto.
La santificación es un trabajo de toda la
vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la
gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.
Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el
ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro
espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa
Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del
Ángelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. Estos son los
principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere
llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los
cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción
apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida
interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino
todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos,
contemplativos en el medio del mundo.
Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos
Primero; recuerda que el crecimiento en estos
hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un
trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu
agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros
si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase
de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto
en tu ritmo como en el Suyo. Debes trabajar cercanamente con tu director
espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de
tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las
circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos.
Segundo; al mismo tiempo tú debes hacer el
firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores,
para hacer de ellos la prioridad de tu vida - más
importante que comer, dormir, trabajar y descansar-. Quiero aclararte que estos
hábitos no se pueden adquirir a la carrera. Ese no es el modo como nosotros
queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos más
atentos durante el día en un lugar en silencio y sin distracciones; donde sea
fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es más
importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará
al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón.
Tercero; quiero
dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo ganas. Nunca conocerás una persona que
viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor
esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida
intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa
a los que lo ponen a Él primero. Nuestro Señor
multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y
dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el papa
Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezan o han rezado mucho
más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo
del día.
Padre John McCloskey
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