TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 23 de agosto de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 25 DE AGOSTO DEL 2019, 21º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)


«"SEÑOR, ¿SERÁN POCOS LOS QUE SE SALVEN?" »

Lc. 13. 22-30

     En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas."
     Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos."

Otras lecturas: Isaías 66,18-21; Salmo 116; Hebreos 12,5-7.11-13

     El tema de la salvación es siempre tratado por Jesús desde la convicción de vivir con esperanza, y el realismo de esforzarnos por entrar por la puerta estrecha.
Muchas veces me he preguntado cual podría ser esa puerta estrecha de la que habla el Señor, y no encuentro más respuesta que su corazón misericordioso. Una puerta que siempre está abierta desde el primer viernes de la historia, y que solo pueden transitar y entrar, los que cimientan su vida sobre la humildad del corazón. No se cimienta la santidad más que en el corazón manso y humilde que se agacha a los pies de los pecadores, y entrega su vida desde su pobreza y su nada, que son las alas que hacen crecer el amor.
     La anchura es la mundanidad de quien no se toma en serio el evangelio, y como dice el papa Francisco, no es coherente con la fe. Como decía San Francisco de Asís, no podemos contemplar al Señor y querer vivir otra vida distinta a la que Él nos propone. No se trata de rigorismo que matan, porque estrechan el corazón hasta dejarlo sin vida. Se trata de vivir lo que dice el salmo, el Señor en el aprieto, en la estrechez, nos distes anchura grandeza y humildad de corazón.
     Existe un camino que lleva a la perdición, al llanto y rechinar de dientes, y que nos pierde, y que es elegir el camino donde el centro soy yo, y todo lo demás queremos que gire en torno a nosotros. (+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres)
        
MEDITATIO:
     «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán». Con la imagen de la puerta, Él quiere que sus interlocutores entiendan que no es cuestión de número —cuántos se salvarán—, no importa saber cuántos, sino que lo importante es que todos sepan cuál es el camino que conduce a la salvación. (Papa Francisco)
     ¿Dónde está la puerta? ¿Cómo es la puerta? ¿Quién es la puerta? Jesús mismo es la puerta. Lo dice Él en el Evangelio de Juan: «Yo soy la puerta». Él nos conduce a la comunión con el Padre, donde encontramos amor, comprensión y protección. (Papa Francisco)
     ¿Por qué dice que es estrecha? Es una puerta estrecha no porque sea opresiva; sino porque nos exige restringir y contener nuestro orgullo y nuestro miedo, para abrirnos con el corazón humilde y confiado a Él, reconociéndonos pecadores, necesitados de su perdón. Por eso es estrecha: para contener nuestro orgullo, que nos hincha. (Papa Francisco)
     El Señor nos ofrece tantas ocasiones para salvarnos y entrar a través de la puerta de la salvación. Debemos aprovechar las ocasiones de salvación, porque llegará el momento en que «el dueño de casa se levantará y cerrará la puerta» Pero si Dios es bueno y nos ama, ¿por qué llegará el momento en que cerrará la puerta? Porque nuestra vida es seria y el objetivo que hay que alcanzar es importante: la salvación eterna. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Gracias Señor, por invitarnos a caminar hacia “Jerusalén”, un camino difícil, pero pensamos que es el camino de la glorificación, gracias por la invitación al camino de la salvación, por darnos la capacidad de discernir el camino angosto para llegar a ti, gracias por no hacer distinción de los llamados a la salvación…
Jesús, el camino está claro, pero
 siento que me falta fuerza para querer recorrer esa senda…
Dame la luz para comprender que sólo hay un camino…

CONTEMPLATIO:
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”.
     La puerta angosta de la que habla Jesús, significa que cada uno debe esforzarse para vivir el Evangelio, renunciando a muchos apegos que frenan y dificultan la salvación.
“No sé quiénes sois”.
No basta en decir que soy católico, creo en Dios, si no va acompañado por una conversión de vida. Es la clave para discernir la sinceridad de nuestra actitud y esfuerzo. De poco servirá lo más valioso de nuestras prácticas religiosas (sacramentos, oración, etc.), si en el fondo, no se da el deseo de conversión. No basta con haber enseñado la Palabra de Dios, si no ha ido acompañada la Palabra dicha con la coherencia y sinceridad de vida.



   El evangelio se dirige ante todo a ese Israel que no  quiere admitir la ampliación anunciada por el profeta. Que desconocidos «de Oriente y  Occidente, del Norte y del Sur», vengan «a sentarse a la mesa en el reino de Dios» con los  patriarcas de Israel, es algo tan insoportable para los interlocutores de Jesús que éstos, con  «rechinar de dientes», pasan a convertirse en «últimos», aunque eran los «primeros», e  incluso ya no se les permite entrar. Tienen que reconocer que se comportaron como  auténticos «malvados» cuando se empecinaron en su presunta prerrogativa mientras  comían y bebían con Jesús y éste «enseñaba en sus plazas». Las duras palabras que oyen  por boca de Jesús son palabras de advertencia, de aviso, pero sólo pueden provenir de su  amor. Y aunque al final se les dice que serán «los últimos», conviene no olvidar que este  último puesto (como confirman muchas profecías: Ez 16,63) es ciertamente el lugar de la  vergüenza, pero no el de la desesperación. Hay una esperanza para todo Israel (Rm  11,26). ( Hans Urs Von Balthasar)


1 comentario:

  1. El tema de la salvación es siempre tratado por Jesús desde la convicción de vivir con esperanza, y el realismo de esforzarnos por entrar por la puerta estrecha.
    Muchas veces me he preguntado cual podría ser esa puerta estrecha de la que habla el Señor, y no encuentro más respuesta que su corazón misericordioso. Una puerta que siempre está abierta desde el primer viernes de la historia, y que solo pueden transitar y entrar, los que cimientan su vida sobre la humildad del corazón. No se cimienta la santidad más que en el corazón manso y humilde que se agacha a los pies de los pecadores, y entrega su vida desde su pobreza y su nada, que son las alas que hacen crecer el amor.
    La anchura es la mundanidad de quien no se toma en serio el evangelio, y como dice el papa Francisco, no es coherente con la fe. Como decía San Francisco de Asís, no podemos contemplar al Señor y querer vivir otra vida distinta a la que Él nos propone. No se trata de rigorismo que matan, porque estrechan el corazón hasta dejarlo sin vida. Se trata de vivir lo que dice el salmo, el Señor en el aprieto, en la estrechez, nos distes anchura grandeza y humildad de corazón.
    Existe un camino que lleva a la perdición, al llanto y rechinar de dientes, y que nos pierde, y que es elegir el camino donde el centro soy yo, y todo lo demás queremos que gire en torno a nosotros.
    La clave siempre es la fidelidad y el saber que el Señor nos reconoce cuando nos identificamos con los sentimientos y proyectos de su Corazón. Esos proyectos de amor es elegir el camino del olvido de sí que es una senda estrecha y que sin embargo conduce a la plenitud del amor a la salvación. Cuando se elige el camino aparentemente ancho de la perdición el Señor no reconoce que ese corazón viva con sus sentimientos. Puede decir, Señor, Señor, pero son palabras huecas, palabras sin corazón.
    Al final el evangelio de Lucas nos da la clave de que muchos primeros, serán últimos, y muchos últimos, serán primeros. Elegir el último puesto que es el que ha elegido Jesús y a El nadie se lo puede arrebatar; es la senda estrecha de un amor que solo puede amar desde la profunda humildad del olvido de sí. Esta es la puerta estrecha que conduce a la vida nueva con un corazón nuevo. La puerta ancha de la perdición se busca uno a si mismo e instalado en su soberbia no puede amar porque los soberbios no aman, se aman e instrumentalizan a los otros, pues para amar habría que amar eligiendo el último puesto, el olvido de si, la puerta estrecha de su corazón siempre abierto.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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