TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 22 de febrero de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 22 DE FEBRERO, 1º DE CUARESMA

«SE HA CUMPLIDO EL PLAZO…

Mc. 1, 12-15
     En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
     Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»


Otras Lecturas: Génesis 9,8-15; Salmo 24; 1Pedro 3,18-22

LECTIO:
                La cuaresma nos hace mirar nuestra vida a la luz de la Pascua del Señor, es una invitación a dejarnos iluminar por la vida nueva que Jesús nos ha traído con su pasión, muerte y resurrección. La cuaresma es camino, proceso y actitud para vivir de manera más plena nuestra adhesión y seguimiento a Jesús y hacer vida lo que Él vivió y nos lo deja como proyecto de vida.  
       La cuaresma es tiempo de gracia donde el Señor nos invita a mirar nuestra vida a la luz de su propuesta, es ver de qué manera estamos viviendo sus enseñanzas, es ver si nuestra fe es una teoría o un estilo de vida, es sincerarnos con nosotros mismos para ver qué lugar ocupa el Señor en nuestra vida, y si el hecho de llamarnos cristianos es verdad o es apenas un nombre.
       Marcos nos presenta a Jesús en el desierto después de haber tenido la experiencia de "pecador" (sin serlo) al acercarse a recibir el bautismo de Juan.
       “…el Espíritu lo empujó al desierto”.  El Espíritu es la fuerza interior de Jesús. Es el dinamismo y la gracia que vienen del mismo Dios, para que Jesús discierna su vocación e inicie el camino de su éxodo. El desierto que vive Jesús representa a la sociedad judía, en la que Él va actuar.
       “…tentado por Satanás”  La tentación acompaña a Jesús a lo largo de su vida, no sólo en el desierto. Es el precio que ha de pagar por su condición humana, pues ha cargado con los pecados de todos los hombres.
       “…vivía con las fieras y los ángeles lo servían”. Las fieras, los seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios que lo bendice, cuida y sostiene. Así vivirá Jesús: manteniéndose vigilante para descubrir a “Satanás” en las circunstancias más inesperadas de su vida y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre. Hemos de vivir estos tiempos difíciles con los ojos fijos en Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos  empuja al desierto.

  MEDITATIO:                  
“…el Espíritu lo empujó al desierto”. ¿A dónde te lleva hoy el Espíritu? ¿Qué implica para ti el desierto”? ¿Qué tipos de “desierto” experimentas en tu vida hoy? ¿Cómo reaccionas ante la realidad del desierto?
     Interioriza la imagen del “desierto” en la realidad de tu vida y asume el compromiso de “vencer” la tentación con la gracia de Dios
“…siendo tentado por Satanás”  Como Jesús tú también eres tentado, ¿cuáles son tus tentaciones hoy? ¿Qué te aparta del seguimiento de Jesús?
     Intenta “conectar” vitalmente las tentaciones de Jesús con las tentaciones de tu vida cotidiana. 
                                                                                                                                                             
ORATIO:
Señor, que en el desierto de esta Cuaresma,
nos identifiquemos contigo, y nos asemejemos a ti.

     "Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones... Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo". (San Agustín)
…No nos dejes caer en la tentación.
Señor, ayúdame a buscarte, a vivir en tu presencia…

     Señor Jesús, reconocemos nuestra debilidad y nuestra fragilidad, sabemos que podemos caer, somos conscientes que sin ti, sucumbimos y desfallecemos, somos conscientes que si Tú no nos ayudas, nuestra vida pierde sentido, por eso, Señor, te pedimos, que nos llenes de tu Espíritu Santo, para estar atentos y vigilantes a todas las seducciones del mal, para que nada ni nadie nos separe de ti, sino que en todo momento, busquemos permanecer unidos a ti, viviendo de acuerdo a tu voluntad, por eso, te pedimos que nos ayudes, a ser fuertes en ti y en tu Palabra para no caer en ninguna tentación.

CONTEMPLATIO:
“Convertíos y creed en el Evangelio”.
         En el periodo de Cuaresma, la Iglesia, en nombre de Dios, renueva la llamada a la conversión. Es la llamada a cambiar de vida. Convertirse no es cuestión de un momento o de un periodo del año, es un compromiso que dura toda la vida. ¿Qué implica para ti hoy volverte a Dios y convertirte de corazón?

Se ha cumplido el plazo.

     La Cuaresma es momento propicio para “revestirnos del hombre nuevo”. Del corazón del hombre renovado proceden los comportamientos buenos: hablar con verdad…, compartir lo que se posee con los demás, especialmente con quien pasa necesidad… ser dóciles, magnánimos, dispuestos al perdón…, mirar el lado positivo de cada uno…
 Interioriza este pensamiento de Santa Teresa  y pídele que ayude en esta Cuaresma: “Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero”.

1 comentario:

  1. Hemos comenzado la Cuaresma.
    Desde el escenario del carnaval tal vez se vuelvan otra vez las miradas de burlona compasión, tratando de condolerse por esta manía cristiana cuaresmal, tan distinta y tan distante del desenfado frivolón y divertido de la charanga.
    ¿Será verdad que los cristianos somos morbosos? ¿A cuento de qué viene de nuevo esto de la cuaresma con sus ayunos, sus abstinencias y sus plegarias?
    Hay que decir que la cuaresma no es sinónimo de tristeza, como si nos disfrazásemos a nuestra vez de luto tacañón.
    Sin embargo, y nunca mejor dicho, da la impresión que somos “cenizos”.
    Pero ¿es así realmente? ¿Por qué, entonces, nos empeñamos en un hacer cuaresmal tejido de oración, de ayuno y de limosna?
    Los cristianos somos invitados por la Iglesia a volver nuestro corazón a Dios.
    La andadura de un año, el pisar tantos caminos y dormir en tantas posadas, puede habernos traído no sólo el cansancio y el desgaste inevitables, sino también las dolencias en el alma apagada, las arrugas en la sonrisa acartonada, el desencanto en el corazón endurecido..., en fin, todo eso que llamamos pecado.
    Y por eso, tal vez tengamos exceso de caretas que se nos van pegando a la verdad de nuestro rostro en este frecuente carnaval de la vida.
    Necesitamos ir despegando con paciencia y decisión todos esos disfraces que oculta la verdad de Dios en nosotros: para eso es la cuaresma.
    Dolencias, arrugas, desencantos... que a lo largo de estos 40 días queremos ir acercando al Señor para que Él nos vuelva a estrenar la salud, la gracia, la luz.
    Este tiempo litúrgico nació con una triple e interdependiente finalidad: como preparación intensiva de los que aspiraban al bautismo; como período de conversión de los que necesitaban hacer una penitencia pública por un pecado notorio; y como camino que hacía todo el pueblo de Dios hacia la gran fiesta de la Pascua de Resurrección, corazón del año cristiano.
    Lo que vamos a escuchar de mil modos a lo largo de estos 40 días, es lo que dice el Evangelio de este domingo 1º de cuaresma: “se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed la Buena Noticia” (Mc 1,15).
    En medio de tantas malaventuranzas como nos asedian, de tantas pésimas noticias como nos acorralan, somos invitados a consentir que en nosotros Dios haga acontecer una Buena Noticia: su Reino en nosotros y entre nosotros.
    Hay que convertirse, creérselo, desearlo. Dejarse empujar por el Espíritu de Dios como Jesús, y con Él aprender que es posible recomenzar.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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