CUARESMA: LUCHA CONTRA SATANÁS
Viernes, 20 de Febrero de 2015
Carta semanal del Obispo de Córdoba,
Hay
quienes prefieren pensar que el demonio no existe, que es un mito o un "cuento chino" para
asustar a las conciencias delicadas o para controlar a los pusilánimes. Peor
para ellos. El demonio existe y mantiene una lucha sin cuartel,
intentando continuamente apartarnos de Dios con
engaños, mentiras y señuelos. El demonio a veces da la cara abiertamente y
otras lo hace camuflándose. Es maestro de la mentira y tiene un arte especial
para engañar a cualquiera. "Es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 4,44). Cuando quieres darte cuenta, ya te ha enredado,
porque es más listo que nosotros.
Jesús, al comenzar su vida pública y su ministerio de
predicación del Reino, después de haber sido ungido con por el Espíritu Santo
en el bautismo, se retira al desierto para emprender una la
lucha cuerpo a cuerpo contra Satanás. Por algo será. Con ello, Jesús nos está diciendo que
esta lucha es una de las tareas más importantes que el hombre tiene que
afrontar en la tierra, y llegada la cuaresma se nos invita a intensificar
este aspecto de nuestra vida, la lucha contra Satanás.
Jesús lo venció en la
fidelidad a la Palabra de Dios. La cuaresma es tiempo de
oración más abundante, de escucha de la Palabra, de ajuste de nuestra vida a
esa Palabra. Toma el evangelio de cada día, léelo, medítalo y te servirá de
alimento cotidiano de la fe. "Quien no hace oración no necesita demonio que le
tiente", dice santa Teresa de
Jesús. Jesús lo venció con el ayuno y la penitencia. "Este tipo de
demonios sólo se expulsan con la oración y el ayuno" (Mc 9,29), recuerda Jesús a sus discípulos cuando encuentran
una fuerte oposición al mensaje evangélico y se le resisten los demonios más
duros. Jesús lo venció con la misericordia. Aparecen pasajes evangélicos en los
que el demonio tenía prisioneros a los endemoniados, y Jesús se compadece de
estos con su sola palabra y con todo su poder.
Si quitamos del Evangelio la lucha de Jesús contra
Satanás, eliminaríamos una parte importante de su misión. Cuando nosotros no presentamos atención a
este enemigo, él nos va comiendo terreno poco a poco hasta que logra apartarnos
de Dios. Es curioso que en una época como la nuestra en que tanta gente vive
apartada de Dios, considerándose así más liberados de toda dependencia, haya
crecido notablemente el influjo del demonio de una manera directa o indirecta
en tanta gente. Nuestra diócesis de Córdoba cuenta con algunos sacerdotes encargados
por el obispo especialmente este ministerio: expulsar al demonio de quienes
padecen posesión o influjo diabólico. Estos sacerdotes son exorcistas.
Una de las acciones del demonio y de nuestro egoísmo, y que el Papa denuncia en su
mensaje de cuaresma de este año, es la globalización de la indiferencia. Son tantos y tan grandes los problemas que nos
rodean, ante los cuales nuestro egoísmo y comodidad procura desentenderse, que
la tentación más cómoda es pasar indiferentes ante tales problemas.
El Papa nos alerta de este desafía de nuestro tiempo. Realmente no podemos
arreglar los grandes problemas que nos rodean, pero sí podemos dar nuestra
aportación, grande o pequeña. La cuaresma es tiempo de conversión, y ha de serlo
especialmente en este campo: no pasar indiferentes ante las necesidades de los
demás. "Cuánto deseo que los lugares en los que
se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras
comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la
indiferencia", nos dice el Papa en este mensaje cuaresmal.
Oración, ayuno y misericordia: los tres pilares de la
cuaresma que nos preparan para la Pascua. Poner a
punto nuestra vida cristiana, desplegar todas sus virtualidades, aspirar
sinceramente a la santidad que Dios pone a nuestro alcance, salir al encuentro
del hermano que sufre y necesita mi atención, privarme de lo superfluo e
incluso de lo necesario para compartir con los demás, intensificar la oración.
Nos ponemos en camino hacia la Pascua, y la primera tarea es desenmascarar al demonio, como
hizo Jesús retirándose al desierto al inicio de su ministerio.
Dios nos conceda a todos una santa
cuaresma, que nos renueve profundamente y nos prepare a la Santa Pascua.
Con mi
afecto y mi bendición:
+
Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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