"Y DEJÁNDOLO TODO, LE SIGUIERON"
En el
comienzo del ministerio público por parte de Jesús, él se encuentra con sus
primeros discípulos y los llama para hacerlos apóstoles. "Venid en pos de mí y
os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron" (Mc 1,17-18). Los evangelios de estos domingos nos lo han
recordado. Tenemos aquí el núcleo primero del seguimiento de Cristo, para todos
los estados de vida, también para la vida consagrada. Jesús llama por su nombre a
cada uno y la nueva vida que Jesús inaugura para sus
discípulos consiste en estar con él, irse con él, seguir sus pasos, convivir
con él, compartir su suerte, hacerse "consortes".
En el grupo de estos discípulos había
varones y mujeres, iba acompañado por "los Doce y por algunas
mujeres" (Lc 8,1-2), cuyos
nombre se señalan: María, Juana, Susana, etc. He aquí una de las barreras que
Jesús ha superado, cuando en su cultura y en su tiempo las mujeres no pintaban
nada, ni iban a la escuela ni tenían ningún derecho ciudadano. Jesús, sin
embargo, las ha llamado y las ha admitido a su seguimiento, como verdaderas
discípulas, que aparecen en diversos pasajes del evangelio. La historia de la
Iglesia y de la humanidad está llena de grandes mujeres, una de las cuales
sobresale en este año de su V centenario, Teresa de Jesús.
La vida consagrada consiste fundamentalmente en dejar
los esquemas comunes instituidos por Dios en la
creación de constituir una familia propia, por el matrimonio y los
hijos engendrados, para seguir a Jesús y formar parte de otra familia nueva, más amplia, donde se vive el estilo de vida de Jesús pobre, virgen y obediente. Es propio de la vida
consagrada la virginidad o la castidad perfecta por el Reino de los cielos, tal
como la ha vivido el mismo Jesús. En la virginidad, Jesús está mostrando una
fecundidad más amplia y más profunda, la que brota de Dios y hace hijos de
Dios, dándoles la vida eterna.
El camino
del matrimonio es camino inventado por Dios y bendecido por Jesucristo. El
matrimonio es camino de santidad, pues el amor humano queda santificado por el
sacramento del matrimonio. Pero el camino de la vida consagrada, que tiene en
alta estima el camino del matrimonio inventado por Dios, consiste en dejar esa
senda y elegir otra, la que Cristo mismo ha vivido. En la vida consagrada se
trata de seguir a Cristo pobre, virgen y obediente, entregándole la vida y
gastándola en el servicio a los demás.
Nadie puede ir por el
camino de la vida consagrada, si no es llamado por Dios, pues se trata de un camino que supera por los cuatro
costados las fuerzas humanas. Y nadie puede elegir un camino que le supera, si
no es llamado y capacitado por Dios mismo. Además de ser
llamado/a, es necesaria la gracia de Dios para perseverar en este
santo propósito, pues la vida consagrada o
se vive en un clima de fe, continuamente alimentado por la coherencia de vida,
o se desvanece incluso aquella primera llamada con su respuesta generosa del
primer momento.
La
Jornada mundial de la vida consagrada, que se celebra en toda la Iglesia el
2 de febrero, en la fiesta de la Candelaria, es ocasión propicia para agradecer a Dios el
gran regalo de la vida consagrada en la Iglesia,...
La Iglesia debe agradecer a todos los
consagrados la entrega de sus vidas al Señor, el enorme servicio llevado a
cabo, el fuerte testimonio de hombres y mujeres consagrados a Dios para toda la
vida. Realmente, si nos faltara ese ejército de amor formado por tantas
personas consagradas, a la Iglesia le faltaría un referente necesario para
caminar hacia la santidad, a la que todos somos llamados. Los consagrados/as
tiran de todo el Pueblo de Dios hacia arriba, a los valores evangélicos que
sólo la gracia de Dios puede sostener. Los consagrados son los motores
principales de un mundo nuevo, la nueva civilización del amor. Los consagrados
nos recuerdan que lo que parece imposible para los hombres, es posible para
Dios.
Recibid
mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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