La cruz es
la gloria y exaltación de Cristo
San Andrés de Creta, Sermón 10
San Andrés de Creta, Sermón 10
Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron
expulsadas las tinieblas y devuelta la luz.
Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos
hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes
celestiales; tal y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz
posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a
aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el
cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a
nuestro estado de justicia original. Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera
sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en
el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen
manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese
sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros
pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de
la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin
la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los
muertos. Por esto, la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella
es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos cuanto que los
milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación.
Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del
mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el
trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida
la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos,
y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.
La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es
el cáliz rebosante de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los
tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la
cruz es su gloria, cuando dice: Ahora
es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo
glorificará. Y también: Padre,
glorifícame con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo
existiese. Y asimismo dice: «Padre,
glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y
volveré a glorificarlo», palabras que se referían a la gloria que había de
conseguir en la cruz. También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación,
cuando dice: Cuando yo sea
elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues, que la
cruz es la gloria y exaltación de Cristo.
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