LOS SANTOS ARCÁNGELES
Del discurso de S. S. Benedicto XVI
Del discurso de S. S. Benedicto XVI
La liturgia de ayer nos invitó a recordar a los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Cada uno de ellos, como leemos en la Biblia, cumplió una misión peculiar en la historia de la salvación. Queridos hermanos y hermanas, invoquemos con confianza su ayuda, así como la protección de los ángeles custodios, cuya fiesta celebraremos dentro de algunos días, el 2 de octubre. La presencia invisible de estos espíritus bienaventurados nos es de gran ayuda y consuelo: caminan a nuestro lado y nos protegen en toda circunstancia, nos defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en cualquier momento. Muchos santos mantuvieron con los ángeles una relación de verdadera amistad, y son numerosos los episodios que testimonian su ayuda en ocasiones particulares. Como recuerda la carta a los Hebreos, los ángeles son enviados por Dios «a asistir a los que han de heredar la salvación» (Heb 1,14), y, por tanto, son para nosotros un auxilio valioso durante nuestra peregrinación terrena hacia la patria celestial.
Y LOS SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS
La
tradición bíblica nos presenta a los ángeles como ministros o funcionarios de
Dios, mensajeros de su voluntad y ejecutores de sus órdenes, que por designio
divino son los custodios, guardianes o protectores de los hombres. San
Francisco de Asís, según nos cuenta su biógrafo Tomás de Celano, «tenía en
muchísima veneración y amor a los ángeles, que están con nosotros en la lucha y
van con nosotros entre las sombras de la muerte. Decía que a tales compañeros había que venerarlos en todo
lugar; que había que invocar, cuando
menos, a los que son nuestros custodios. Enseñaba a no ofender la vista de ellos y a no
osar hacer en su presencia lo que no se haría delante de los hombres. Y porque
en el coro o capilla se salmodia en presencia de los ángeles, quería que todos
cuantos hermanos pudieran se reunieran en el coro y salmodiaran allí con
devoción» (2 Cel 197).-
ORACIÓN
Oh Dios,
que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus
santos ángeles, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre
defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario