La Eucaristía (III)
Realiza la Iglesia
"La
Eucaristía significa y realiza la
comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios, por las que la
Iglesia es ella misma. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al
mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por
Él al Padre" (Catecismo,
n. 1325).
Aunque normalmente decimos que Cristo está
en la Eucaristía, podemos decir con toda propiedad que Cristo es la Eucaristía,
y que la Eucaristía es Cristo. Al instituir este Sacramento, el Señor se
expresó con palabras admirables e inequívocas: "Esto es mi cuerpo";
"Ésta es mi sangre de la Alianza". Y el sacerdote, al mostrar la
Hostia al pueblo proclama: “Éste es el Cordero de Dios, que quita los pecados
del mundo”.
En
la Eucaristía se queda Él mismo. Él mismo es la Eucaristía. Y así hace
posible que el creyente, el hombre que vive de fe, en el proceso de irse
convirtiendo en nueva creatura, descubra y saboree la realidad de las palabras:
"sin Mí no podéis hacer nada", y pueda vivir personalmente con
Cristo; pueda aprender personalmente, con Él, por Él, en Él, el modo de actuar
su ser de nueva criatura; para llegar a ser, con Él, otro Cristo, el mismo
Cristo, que se une y vive con cada cristiano.
Por razones semejantes, se dice que la
Eucaristía hace la Iglesia. Sin la Eucaristía la Iglesia ciertamente no
existiría, no tendría ninguna razón de ser. La Iglesia no sería más que una
especie de academia de creencias o de doctrinas; nunca sería Templo de Dios,
Casa de Dios vivo, el mismo Cristo viviendo en la Tierra, el perenne encuentro
de Dios con los hombres. Es en la Eucaristía donde se realiza de modo supremo
la unión sacramental con Cristo y donde el cristiano es enviado a todas las
almas para atraerlas a la Iglesia y unirlas más profundamente a la Cabeza. La comunión de los hombres con Dios en
Cristo –la Iglesia- se forma y edifica por medio de la Eucaristía. “Los que
reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por eso mismo, Cristo
une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La Comunión renueva,
fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia, realizada ya en el
Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo. La
Eucaristía realiza esta llamada: el cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es
la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión
del Cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues
todos participamos de ese único pan (1
Cor 10, 16-17)” (Catecismo n. 1396).
En cada Santa Misa, en cada Sagrario,
Cristo, y con Él todos los que en Él formamos su Cuerpo Místico, eleva al Cielo
un clamor por la “unidad de todos los cristianos”, en la Iglesia Católica, en
la que “subsiste” (Lumen
Gentium, 8) la Iglesia fundada por Cristo. Unidad que
se llegará a realizar por la fuerza de este Sacramento, ante el que san Agustín
exclama: “¡Oh sacramento de piedad! ¡Oh signo de unidad! ¡Oh vínculo de
caridad!”.
No debemos olvidar que, al recibir a
Cristo en la Comunión, recibimos también a Cristo Resucitado, y con Él nos unimos también a toda la
Iglesia ya triunfante en el Cielo. Por eso, podemos decir que en la Santa
Misa, en la Eucaristía, comenzamos ya a vivir la “vida eterna en Cristo y con
Cristo”. “Por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo
y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cfr 1 Cor 15, 28)” (Catecismo, n.
1326). Y pedimos al Señor entrar “en tu reino, donde
esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás
las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios
nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus
alabanzas” (Plegaria
Eucarística n. 3).
Ante el Sagrario, y en unión con la
Iglesia en la tierra, en el Purgatorio, en el Cielo, renovamos nuestra Fe,
nuestra Esperanza, nuestra Caridad “en los cielos nuevos y en la nueva tierra
en los que habitará la justicia”. “Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua
del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados ‘de gracia y
bendición`, la Eucaristía es también la
anticipación de la gloria celestial” (Catecismo
n. 1402).
Cuestionario
■ Al
adorar a Cristo Eucaristía, ¿rezo por la unidad de todos los cristianos en la
única Iglesia de Cristo, y por el Santo Padre, para que todos en la Iglesia
sigamos con docilidad sus enseñanzas?
■ ¿Renuevo
mi esperanza en el Amor de Dios manifestado en Cristo, cada vez que las
circunstancias de mi vida me abaten y me impiden ver la alegría del Cielo?
■ La
Virgen María es la Madre de la Iglesia. ¿Le pido que me acompañe siempre en mi
rato de adoración eucarística?
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