TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 26 de abril de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 27 DE ABRIL, 2º DE PASCUA O DE LA MISERICORDIA DIVINA

«PAZ A VOSOTROS»


Juan 20.19-31    Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
     «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
     Jesús repitió: «Paz a vosotros». «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
     Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
     A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? -Dichosos los que crean sin haber visto».

     Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Otras lecturas: Hechos 4.42-47; Salmo 117; 1 Pedro 1,3-9

LECTIO:
      Juan nos ofrece una descripción del aspecto del Cristo resucitado ante sus discípulos. Muchos relatos semejantes circularon entre los cristianos que vivían en Jerusalén en los primeros días tras su muerte, en torno al año 30 d.C. Los autores de los Evangelios usaron más tarde estos mismos relatos en su enseñanza.
     Juan nos traslada a la reunión que los discípulos tienen un domingo por la noche. De repente, Jesús aparece en medio de ellos. Los discípulos se llenan de alegría. Jesús los envía a difundir el Evangelio y les dice que van a recibir el Espíritu Santo.
     Por desgracia, Tomás, uno de los ‘doce’, no estaba allí para poder compartir la misma experiencia. Cuando los otros le dicen que han visto vivo al Señor Jesús, no los cree. Por el contrario, declara con toda brusquedad que sólo creerá si puede ver las heridas de los clavos en las manos de Jesús y meter la mano en su costado.
     La comunidad vuelve a reunirse al domingo siguiente. Esta vez, Tomás está con ellos. El Señor se aparece y los saluda. Sorprendentemente, Jesús invita a Tomás a que compruebe sus heridas metiendo los dedos en los agujeros de las manos y su propia mano en el costado. ¿Llegó a hacerlo Tomás? No lo sabemos. Parece que le bastó con ver a Jesús. Así que también él declara que es su Señor y su Dios. Tomás pronunció una confesión de fe porque vio a Cristo resucitado. Jesús admite a quienes más tarde se acercarán y creerán en él a pesar de no verle físicamente.

MEDITATIO:
 ¿Cuál es la diferencia entre la comunidad eclesial recién fundada descrita arriba y aquella a la que perteneces tú?
¿Está presente en tu comunidad cristiana Jesús resucitado?
¿Qué significa para ti que Jesús esté vivo después de su muerte en la cruz? ¿Puedes unirte a Tomás y decir ‘Señor mío y Dios mío’?
Según la versión de Juan, las primeras palabras que dirige Jesús a los discípulos cuando se les aparece son ‘¡Paz a vosotros!’. Considera lo que esto significa. Puede que éstas también sean las palabras que tú necesitas oírle decir.

ORATIO:
       Utiliza el Salmo 117 y escoge algunos versos como acción de gracias a tu Padre del cielo por la resurrección de Jesús y por la esperanza eterna que nos ofrece. Da las gracias también por la presencia de Jesús en el seno de nuestras comunidades.
      Agradece hoy de manera especial el don de la fe, la paz y el perdón.

CONTEMPLATIO:
     Los dos textos del Nuevo Testamento de este día conducen nuestra contemplación a una profundidad mayor.
      La resurrección de Jesús tiene que conducirnos a amar a nuestro prójimo y estar dispuestos a compartirlo todo con los necesitados.
     Contempla la emoción y el agradecimiento de Tomás ante el gesto de Jesús, posiblemente, también, debió entristecerse por haber dudado de su Señor.
     Presenta las personas de tu entorno a Jesús. ¿Ves que sufren, que caminan sin rumbo, que están débiles en su fe…? Descubre en ellos al Resucitado, ámalos, perdónalos, compréndelos… Ofrécele tu apoyo y reza por ellos.
     Reconoce y agradece el testimonio de los que cambian y entregan su vida porque creen en el Resucitado, como les sucedió a los discípulos.

1 comentario:

  1. Lo decimos tantas veces nosotros: “si no lo veo, no lo creo”. Como queriendo exigir todo tipo de prueba previa antes de dar nuestro consentimiento. En estas andaban aquellos discípulos de Jesús, quien más o quien menos, tras aquellos días terribles.. En los momentos más críticos y difíciles, tras el apresamiento del Maestro, casi todos se fueron escabullendo, cada cual con su traición desertora. El miedo, el escondimiento, el ghetto a puerta cerrada... son notas que caracterizan su mundo psicológico y espiritual. “Paz a vosotros” no es desafío despiadado de Jesús para con los suyos, dema¬siado escondidos y asustados. No es un extraño fantasma que viene para amedrentar más sus corazones encogidos. Es Él, el Señor, que verdaderamente había resucitado, según lo predijo. Y para que toda duda quedara disuelta, les mostraría las señales de la muerte: las manos y el costado.
    Ante el espectáculo de la muerte trocada en vida, “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Pero no todos. Faltaba Tomás, a quien la historia ha apodado “el incrédulo”. A pesar del testimonio de los demás discípulos, Tomás no creerá posible lo que sus compañeros afirmaban: “hemos visto al Señor”. Sus ojos habían visto agonizar y morir a Jesús. Sus ojos ahora demandaban la prueba suficiente para que se borrase aquella imagen tan terriblemente grabada. Y la prueba llegó, era Jesús mismo que a los ocho días volverá a anunciar la paz a quien sobre todo carecía de ella: a Tomás.
    Uno siempre ha pensado que la actitud de Tomás era por lo menos razonable. Los signos de la vida que sus compañeros vieron cuando él no estaba pre¬sente, no quedaron suficientemente grabados en sus corazones, no eran testigos quizás de la resurrección de Jesús sino de un nuevo susto. Quien se empeña en decir que Cristo ha resucitado mientras que se permanece entre los lazos de la muerte –en cualquiera de sus formas–, no se es testigo de la pascua sino un vendedor de ideas exotéricas, extrañas y distantes.
    Más adelante la comunidad cristiana lo aprenderá y lo vivirá de otro modo, como dice Pedro en su carta: “no habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis y creéis en Él”. Aquella comuni¬dad que recibió la pascua de Jesús, vivía resucitadamente. Su cotidianeidad era la pro¬longación de las señales de Jesús: donde antes había muerte (egoísmo, injusticia, miedo, desesperanza, insolidaridad, increencia...) ahora había vida resucitada (amor, justicia, paz, esperanza, solidaridad, fe...). Es el testimonio de la comunidad cristiana en medio de la cual vive Jesús. ¿Seremos nosotros testigos de esa vida de Jesús para los Tomás que han visto y experimentado demasiada muerte?


    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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