LA
EUCARISTÍA, ¿REFUGIO O COMPROMISO?
"Descansa sólo en Dios, alma mía
porque Él es mi esperanza;
sólo Él es mi roca y mi salvación
mi alcázar; no vacilaré.
Pueblo suyo, confiad en Él
desahogad ante Él vuestro corazón
que Dios es nuestro
refugio." (Salmo 61)
La Sagrada Escritura, los salmos
de un modo especial, son una llamada a
confiarnos a Dios. Él es siempre quien no nos falla. Tantas veces repetidas
las palabras de Jesús "no
temáis". Porque son muchas
las tormentas que -como los discípulos en la barca- pueden atemorizarnos.
La vida del hombre está sometida a mil temores. Sería una larga
lista el comentarlos. Están por una parte, los inherentes a nuestra limitada
condición humana, sobre todo la enfermedad, la muerte... pero además, en
nuestra situación familiar, laboral, existen sombras. En todas esas circunstancias
hemos buscado en Dios un refugio. Porque, además, puede estar esa otra tristeza
que a veces nos invade. Como la niebla invade el bosque en una tarde invernal.
No sabemos de dónde viene y cada vez se hará más densa. E invade nuestra alma y
hasta nuestros huesos. Es, quizás,
la tristeza, la soledad de ser hombre; de querer y no poder, de la
insuficiencia de todo lo humano (y pensamos que hasta de todo lo divino) para liberarnos
de esa tristeza para romper nuestra soledad.
Y también nuestros fallos,
nuestros propósitos nunca cumplidos, nuestra insensibilidad hacia lo que está
un poco lejos de nosotros, este mundo podrido de guerras, de hambre, de
egoísmo, de desesperanza. Algo que nos parece irremontable. Y los tremendos fallos
de nuestra Iglesia a la que, con razón, confesamos santa porque Cristo es su
cabeza, y su palabra y sus sacramentos están en la Iglesia y porque en ella ha habido
y hay millones de santos, pero que, a la vez está llena de pecadores. ¡Pero los
pecados se ven tanto!. Y esto nos angustia, nos entristece, nos aplasta. Y por
si fuera poco, ésta cristianofobia que recorre todo el mundo.
Pero "¿Dónde vamos a ir,
Tú tienes palabras de vida eterna?". Sabemos que Tú estás en la barca, que
estás con nosotros, que sufres con los sufrimientos de tantos que sufren. Tenemos esperanza; sabemos que por
encima de las nubes brillan el sol y las estrellas. Y en Dios buscamos y encontramos siempre nuestro refugio. Y en la oración aunque sea temerosa
encontramos consuelo. Y sobre todo en el Pan encontraremos satisfacción a
nuestra hambre, fuerza en nuestra debilidad, confianza en nuestros tormentos
interiores y exteriores. Pero la fe, la
oración y la eucaristía no pueden nunca ser un mero refugio, una huida. La
fe, la esperanza y la caridad son para
el cristiano un compromiso que se actualiza en la Eucaristía. Esta tiene
que ser motor de nuestra vida, exigencia
de testimonio.
"No os sorprenda que el
mundo os odie" (Un 3,12). Él nos envía, como a Él lo envió el
Padre, para que demos fruto, para ser luz y sol. Nos envió a sembrar, a sembrarnos. Y en esa tarea encontraremos siempre
consuelo, gozo y renovadas fuerzas.
(La Lámpara del
Santuario,3a época, n° 31)
¡Oh, amor tierno
y generoso de un Dios para con tan viles criaturas como nosotros, que tan
indignos somos de su predilección!, ¡cuánto respeto deberíamos tener a ese
grande Sacramento, en el que un Dios hecho hombre se muestra presente cada día
en nuestros altares!
(Santo Cura de Ars)
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