TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 9 de febrero de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 10 DE FEBRERO, 5º DEL TIEMPO ORDINARIO



Lucas 5:1-11  En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
- «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar».
Simón contestó:
- «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
- «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador».
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón:
- «No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

                  Otras lecturas: Isaías 6:1-8; Salmo 137; 1 Corintios 15:1-11

LECTIO:
     Es esta una historia tan conocida, que podemos leerla sin llegar a captar el sentido profundo de aquel acontecimiento maravilloso. Lucas nos invita a ser testigos del milagro y del llamamiento de los tres primeros discípulo al ministerio.
     Las multitudes ya seguían a Jesús para escuchar su enseñanza sobre la palabra de Dios. ¿Qué veían en él? ¿Era algo más que un simple predicador? ¿O reconocían al representante de Dios?
     Cuando Simón presencia la pesca milagrosa, contempla a Jesús bajo una nueva luz. Reconoce a Jesús como ‘Señor’ (versículo 8) y experimenta el peso de sus pecados ante él. Inmediatamente, cae de rodillas y le pide a Jesús que se aparte de él. El profeta Isaías había reaccionado de manera semejante cundo contempló a Dios en una visión (véase Isaías 6).
     Dios parece encomendar a ambos hombres dos misiones imposibles. A Pedro, Jesús le dice que no tenga miedo y le encarga un oficio nuevo: ¡en vez de peces, pescar hombres! No se nos ofrecen más detalles en este momento, pero Lucas mismo nos da la clave de que es Jesús quien va a convertir en ‘pescadores de hombres’ a aquellos humildes pescadores.
     Simón y los demás discípulos nuevos se sienten cautivados por Jesús y se marchan con él. Lo que Jesús les ha dicho implica la necesidad de que los discípulos estén todo el tiempo con él para responder a su vocación. Redes, barcas, medio de vida, hogares y familias…todo lo dejan atrás los discípulos cuando se ponen en marcha con Jesús hacia una vida totalmente nueva...

MEDITATIO:
    ¿Qué nos manifiesta la reacción inicial de Simón frente al milagro? ¿Qué pensaba que era Jesús?
    ¿Has experimentado tú alguna vez la carga de tus pecados? ¿Cómo crees que quiere Dios que le respondamos en semejante situación? ¿Qué podemos aprender de la respuesta de Simón?
    Para convertirse en ‘pescadores de hombres’, Simón, Santiago y Juan tuvieron que seguir a Jesús y pasarse su tiempo con él. ¿Qué significa eso hoy día? ¿Está llamado cada cristiano en particular a ser un ‘pescador de hombres’? Si es así, ¿qué lecciones prácticas podemos aprender de Jesús en el tiempo que pasamos con él?

ORATIO:
     Dale gracias a Dios porque podemos experimentar el perdón de nuestros pecados gracias a la muerte y resurrección de Jesús. 1 Juan 1:9 nos asegura que ‘si confesamos nuestros pecados…Dios nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad’. Pídele a Dios que te ayude a olvidar tu fragilidad y te dé la fe y el valor de seguir a Jesús y comunicárselo a los demás.

CONTEMPLATIO:
     Contempla la absoluta santidad de Dios. Únete a los serafines proclamando la santidad y la gloria de Dios.os sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

1 comentario:

  1. No vino Jesús, Mesías esperado, en medio de una alharaca rimbombante de ruido y tronío. No comenzó su ministerio público con bombo y platillo en la plaza principal, de la capital renombrada y con la gente influyente del lugar. Es la escena que nos narra el evangelio de este domingo. Simón y sus compañeros son sorprendidos por Jesús en el quehacer banal de cualquier día de su vida: mientras estaban lavando las redes vacías, tras una noche desafortunada. Ahí, en ese cotidiano transcurrir de una vida, ahí estaba también el Señor. Allí acontece un diálogo entre Jesús y Simón, que es ejemplar. “Rema mar adentro, y echa las redes para pescar”. Y responde Simón: hemos estado toda la noche intentándolo en balde, pero por tu palabra, volveré a echar las redes. Es muy hermoso leer este diálogo paralelamente con el del final del Evangelio de S.Juan, cuando vuelvan a encontrarse Jesús y Pedro –entonces será ya Pedro– en un mismo escenario: el mismo lago, una barca, entre redes vacías y noches estériles (Cf. Jn 21,1-24).
    En ambos encuentros, lo que determina el asombro de Simón Pedro es la repuesta de Jesús a la vaciedad de los esfuerzos de éste. No hay lugar a “pactos”, no se trata de una “negociación”, sino el impresionante estupor ante algo más grande que Pedro. Por-que Simón, buen conocedor de las horas oportunas para su bregar pescador, cuando ve lo sucedido no hace una interpretación simplona o racionalista: tú ves más que yo, has tenido más suerte, hemos sido afortunados por dar finalmente con el banco de peces... No, la reacción de Simón es la de un asombro netamente religioso: “apártate, Señor, que soy un pecador”.
    En su último encuentro en el lago Tiberíades, aún sabiéndose pecador –y quizás con una conciencia de ello que ahora no tiene todavía–, lejos de decir a Jesús que se aparte, será él quien se lanzará al agua para acortar la distancia. Vale la pena leer los dos encuentros. Finalmente, la llamada y la respuesta: serás pescador de hombres... y ellos, dejándolo todo, lo siguieron. Este Evangelio es toda una meditación que hay que leer despacio, como quien intuye –así es en realidad– que uno mismo está en esa barca, que a uno mismo se dirige el Señor, no como a una muchedumbre anónima, sino con mi nombre y situación.
    Porque sólo entenderemos este encuentro entre Simón y Jesús, cuando en él veamos descrito nuestro propio encuentro con el Señor. O dicho de otro modo, cuando en el cotidiano lavar nuestras redes, o entre nuestros pucheros y quehaceres, descubrimos una Voz y vemos una Presencia, que nos llama desde todos nuestros vacíos a una plenitud insospechada para la que habíamos trabajado desde nuestras fuerzas insuficien-tes, la plenitud que había soñado nuestro corazón y para la que está hecho. Ellos, deján-dolo todo, siguieron a Jesús. La vida recomienza con nosotros por dentro.


    + Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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