TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

miércoles, 20 de febrero de 2013


En el año de la fe


EL FORTALECIMIENTO DE LA FE DE LOS CRISTIANOS (FIN)

(Conferencia con ocasión del 225º aniversario de la erección de la Parroquia de San José, de los extramuros de Cádiz - 19-IV-2012)

Rvdº.P. Juan Antonio Paredes Muñoz


(III) 5.- ¿Es razonable creer en Dios en el siglo XXI?

        2) Podemos conocer a Dios a partir de la revelación. [1] Dios nos ha hablado muchas veces por medio de los profetas, con obras y con palabras. Él ha salido de su Misterio y se nos ha dado a conocer. Por eso, cuando se proclama la Escritura en nuestras celebraciones, se añade siempre: es palabra de Dios. Una Revelación y una palabra que ha culminado en Jesucristo. Él es la Palabra, la Imagen y el Verbo de Dios: porque Dios mismo nos sale al encuentro en su Persona, en sus obras y en sus dichos. Jesucristo es algo semejante al "filtro" que purifica el nombre de Dios de todas las adherencias no-evangélicas. [2]
        Para conocer a Dios, tenemos que acercarnos a Él con la inteligencia y con el corazón; pero también tenemos que acercarnos a Él con la fe. Para nosotros, Jesucristo es Dios y es el gran símbolo de Dios: conocerle a Él es conocer a Dios. Su amor es la revelación del amor que Dios nos tiene. Su libertad es la libertad de Dios. Su compasión ante todo sufrimiento humano es la manifestación de la compasión y de la cercanía de Dios al hombre. Especialmente a los limpios de corazón. Decimos que Jesucristo es la luz, porque nos ilumina el misterio de Dios y del hombre. El nos esclarece el sentido último de la vida y de la muerte. El es el rostro amoroso de Dios en nuestra historia humana. Y nosotros encontramos este rostro en la revelación.
        Hablamos ahora de la revelación sobrenatural, que es la autocomunicación libre de Dios al hombre, realizada por medio de los profetas y culminada en Jesucristo, su Hijo. Dios sale de su Misterio insondable y se nos muestra en la Historia. [3] Y en la historia nos habló y nos sigue hablando con hechos y con palabras. Dios mismo se da personalmente al hombre, y se da a conocer. Como dice el Vaticano II,

        "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad... En esta revelación, Dios invisible (...), movido por amor, habla a los hombres como amigos (...), trata con ellos (...) para invitarlos y recibirlos en su compañía".  [4]

        Esta revelación está contenida en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia. [5] No es, en su sentido más hondo, un conjunto de verdades, sino la presencia activa de Dios que nos sigue hablando a los hombres de hoy personal y comunitariamente. Como Palabra viva de Dios, además de ser interpelación y llamada, la revelación tiene unos contenidos objetivos. Y le corresponde a todo el pueblo cristiano ir descubriendo progresivamente esas llamadas y esos contenidos. El Pueblo de Dios interpreta y proclama la revelación fundamentalmente a través su vida: del amor fraterno, de su apuesta por el hombre, de su compromiso con los pobres y de su misma oración.
        También los teólogos y los estudiosos tienen mucho que decir. Y lo hacen, con su carisma y con su ciencia, preguntando a nuestra Tradición de fe y actualizando sus contenidos. También ellos desempeñan su difícil tarea como Iglesia y en nombre de la Iglesia. A veces surgen discusiones y preguntas en torno a cuestiones graves. Y es también la Iglesia, a través del Magisterio, quien fija e interpreta la fe que confesamos como Pueblo Pues todos los cristianos abrimos caminos y aportamos ideas, pero cuando hay que "fijar" los contenidos fundamentales de la fe, sólo el Magisterio es el intérprete auténtico de la revelación.[6]

        Este segundo camino de acceso a Dios no implica una ruptura con el camino de la razón. Se equivocó K. Barth -un teólogo luterano lleno de intuiciones geniales y de grandes aciertos- al contraponer la revelación a la razón y la religión a la fe. Pero esa es otra cuestión.

        3)Podemos conocer a Dios por el camino del trato personal. Es el camino de los místicos y de los santos, el camino de la vida y del corazón. Pues junto a la búsqueda intelectual y al conocimiento de la Revelación, existe el camino de la contemplación, el camino del orante. La fe viva, entendida como entrega personal y confiada a la llamada divina, es el camino más breve hacia Dios. Como nos advierte san Cirirlo de jerusalén, "el alma, iluminda por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta a contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible". [7] Cuando el hombre "se esfuerza en fijar en Dios su corazón y su mente, en la contemplación, realiza el acto espiritual que debe ser considerado como el más noble de todos" (Pablo VI). Y ningún conocimiento de Dios puede reemplazar este saber de amigos que florece en la intimidad y en el diálogo de la oración, en ese "hablar de amistad con quien sabemos nos ama" (Santa Teresa). [8]  En la "atención a lo interior y estarse amando al Amado", que constituye la esencia misma de la contemplación, "enseña Dios ocultísima y secretísimamente al alma sin ella saber cómo", dice san Juan de la Cruz. [9]
        Los Padres de la Iglesia tenían una comprensión muy rica y muy vital de la Teología. Para ellos, el saber sobre Dios no se limitaba, como sucedió luego en la Escolástica, a un saber de la razón, a una ciencia desligada de la experiencia creyente del sujeto. A ellos les resultaba ininteligible separar la Teología de la experiencia viva de fe, y en esa experiencia tiene un lugar preeminente el amor. Fue san Agustín quien profundizó en el tema de forma más sistemática. Para alcanzar el conocimiento de Dios, viene a decirnos, hay que partir de la fe: una fe que es apertura amistosa a Dios, escucha agradecida y seguimiento amoroso. Pues sólo quien ama de veras llega a conocer en profundidad la verdad última de Dios y del hombre. Esta línea de pensamiento no llega a desaparecer nunca de la Teología, sino que se va transmitiendo en aquellas corrientes que permanecen en la órbita agustiniana. Es el caso de san Buenaventura, como nos pone de manifiesto el texto que hemos visto al comienzo de este capítulo.
        Y aunque son más numerosos quienes siguen manteniendo una comprensión de la Teología como saber "intelectual", existe también una tendencia fuerte a recuperar un concepto que, sin bajar la guardia en lo que se refiere al rigor, esté más en la línea de los Padres. Como dice con gran lucidez A, Martín,

        "la teología no es sólo nocional sino también vital, no es tarea de solo entendimiento sino también de amor... Dios no es puro concepto, sino un ser que nos ama y se nos entrega". [10]

        Resulta por ello muy interesante que algunos pensadores comiencen a tomar los relatos testimoniales de los grandes creyentes como base para apoyar su afirmación de la existencia de Dios y para lograr un mejor conocimiento de Dios y de las cosas de Dios. [11]





    [1] Cfr. VATICANO II, Dei Verbum.
    [2] Conocer al Dios de la Biblia es una tarea difícil y apasionante. Hoy son muy numerosos los estudios sobre cuestiones parciales, como veremos en el capítulo VI. Para una visión de conjunto, sugiero: H. SEEBASS, Il Dio di tutta la Bibbia, Brescia 1985; J. SCHLOSSER, Le Dieu de Jésus, París 1987; existe versión castellana; J.VERMEYLEN, El Dios de la Promesa y el Dios de la Alianza, Santander 1990.
    [3] Cfr. B ANDRADE, Encuentro con Dios en la historia, Salamanca 1985; B.FORTE, La Trinidad como historia, Salamanca 1988..
    [4] VATICANO II, Dei Verbum n. 2.
    [5] Cfr J.ALFARO, Revelación cristiana, fe y teología, Salamanca 1985, pgs 13-88.
    [6] Cfr VATICANO II, Dei Verbum n.11-13. También PONTIFICIA COMISION BIBLICA, La interpretación de la Biblia (1993).
    [7] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 5 (Sobre la fe y el símbolo, n. 11) PG 33, 519.
    [8] Cfr M. HERRAIZ GARCIA, Sólo Dios basta, Madrid 1980, 31-44.
    [9] Cantico espiritual, 39, 12. Cfr Vida y Obras de san Juan de la Cruz, Madrid 1955, pg 1114.
    [10] M.ANDRES MARTIN, Pensamiento teológico y cultura, Madrid 1989, pg 17.

    [11] Cfr. J.M.ROBIRA BELLOSO, Revelación de Dios, salvación del hombre, Salamanca 1979, pgs.55-67.


No hay comentarios:

Publicar un comentario