TIEMPO LITÚRGICO

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jueves, 21 de febrero de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE FEBRERO, 2º DE CUARESMA



Lucas 9:28-36     En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
     De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
     Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
     «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
     No sabía lo que decía.
     Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: - «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle».
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Otras lecturas: Génesis 15:5-12, 17-18; Salmo 26; Filipenses 3:17-4:1

LECTIO:
     Jesús escoge solamente a sus tres primeros discípulos –Pedro, Santiago y Juan- para que suban con él a un monte para orar. No sabemos cuánto tiempo estuvo rezando Jesús, pero los discípulos se quedaron dormidos. Parece ser que los discípulos se despertaron justo a tiempo de presenciar el final de un encuentro memorable. Las ropas de Jesús se han vuelto ahora de un blanco deslumbrante, y él está hablando con Moisés y Elías.
     Es significativa la presencia de Moisés y Elías. Moisés dirigió el éxodo del pueblo de Dios para dejar la esclavitud de Egipto. Respecto al profeta Elías, muchos judíos esperaban que volviese antes de la venida del Mesías. Ambos hablan con Jesús sobre cómo bien pronto habrá de cumplir el plan de Dios por medio de su muerte (o ‘éxodo’, sentido literal de la palabra utilizada por Lucas en esta ocasión) en Jerusalén. El plan salvífico de Dios para la humanidad, que traerá una auténtica liberación duradera, se cumplirá en Jesús.
     Puede que esta experiencia le diera fuerzas a Jesús de cara a los días de prueba que se avecinan y que culminarán con su muerte en la cruz. Lucas no hace ningún comentario al respecto. Lo que queda claro es que Dios está presente, tal como indica la nube que vela su gloria. Como en el bautismo de Jesús, habla Dios. Y afirma que Jesús es su Hijo, su elegido. En esta ocasión Dios añade una instrucción a los discípulos: ‘Escuchadle’.
     Este acontecimiento, junto con los demás milagros y enseñanzas que lo rodean, proporcionó a los discípulos indicios sobre quién era Jesús. Pero habrían de caminar mucho más junto a él. De hecho, tendrían que encontrarse con Jesús después de su resurrección para llegar a entender realmente quién era y cuál era su misión en la tierra.

MEDITATIO:
Imagínate que fueras uno de los discípulos que presenciaron aquel acontecimiento. ¿Cómo te habrías sentido? ¿Qué habrías aprendido?
¿Para qué fue elegido Jesús? ¿De qué manera realiza su muerte en Jerusalén el propósito de Dios?
¿De qué manera podemos ‘escucharle’, tal como Dios les dijo a los discípulos que hicieran?
¿Cuál es tu experiencia de oración? ¿Te resulta tan fácil escuchar a Dios como hablar con él?

ORATIO:
     Dale gracias a Dios por las palabras del Salmo responsorial de este domingo: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
     Dale gracias a Dios cada uno de los días de esta semana por todas las formas en que te ha conducido y salvado. Pídele que haga cada vez más profundo tu aprecio de su salvación para contigo.
     Pídele al Espíritu Santo que te cubra con su sombra, que transforme tu vida para que quienes te rodean perciban algo diferente en tu manera de vivir. Pídele a Dios poder reflejar mejor la imagen de Jesús ante los demás.

CONTEMPLATIO:
     Considera la gloria del cuerpo transfigurado de Cristo. A los cristianos, Pablo nos ofrece una promesa tremenda: ‘Cristo cambiará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso como el suyo…’ (Filipenses 3:21).
     Considera lo que significa el que ahora seamos ‘ciudadanos del cielo’ (Filipenses 3:20).
                       


1 comentario:

  1. Hay muchas voces en nuestra vida. Sería un error pensar que sólo nos alcanza la del tentador con sus insidias que nos precipita en sus abismos de mentira y destrucción. Hay también otras voces que Dios mismo nos susurra a la hora de la brisa, como hacía ya con los primeros al llegar el tiempo vespertino. Es la escena entrañable del Evangelio de este domingo.
    En un atardecer cualquiera, Jesús llevará a Pedro, Juan y Santiago a orar al monte Tabor. Tal vez se trataba de la oración de la tarde, como era costumbre entre los judíos. Y entonces ocurre lo inesperado. La triple actitud ante lo sucedido, es tremendamente humana, y en la que fácilmente nos podemos reconocer: el cansancio, el delirio, y eltemor. También nosotros, como aquellos tres discípulos, experimentamos un sopor cansino ante la desproporción entre la grandeza de Dios y nuestro permane¬cer como ajenos [“se caían de sueño”]. Incluso, ebrios de nuestra des¬proporción, llegamos a delirar, y decimos cosas que tienen poco que ver con la verdad de Dios y nuestra propia verdad [“no sabían lo que decían”]. Y cuando a pesar de todo vemos que su presencia nos envuelve y abraza, dándonos lo que no esperamos ni merecemos, entonces sentimos confusión, miedo [“se asustaron al entrar en la nube”].
    El Tabor, donde los tres discípulos se asomarían a la gloria del Mesías, es contrapunto de Getsemaní en donde los mismos se abrumarán ante al dolor agónico del Redentor. Como ámbito exterior: la nube y la voz de Dios. Como mensaje, escuchar al Hijo amado. Como testigos, Elías y Moisés, preparación de la plena teofanía de Dios en la humanidad de Jesucristo.
    Escuchar la palabra del Hijo amado, postrero porta-voz de los hablares del Padre, fue también el mensaje en el Bautismo de Jesús: escuchadle. Un imperativo salvador que brilla con luz propia en la actitud de María: hágase en mí su Palabra; que guardará en su co¬razón aunque no entienda; e invitará a los sirvientes de Caná a hacer lo que Je¬sús diga; y por ello Él la llamará bienaventurada: por escuchar la Palabra de Dios cada día y por vivirla; incluso al pie de la cruz donde la muerte pendía, María siguió fiel presintiendo los latidos resucitados de la vida.
    El delirio de Pedro, deudor de su temor y de su cansancio, propondrá hacer del Ta¬bor un oasis, donde descansar sus sueños, entrar en corduras, y sacudirse sus miedos. Pero Jesús invitará a bajar al valle de lo cotidiano, donde en el cada día se nos reconcilia con lo extraordinario con implacable realismo. La fidelidad de Dios se¬guirá rodeándonos, con nubes o con soles, dirigiéndonos su Palabra que seguirá resonando en la Iglesia, en el corazón y en la vida. Es un tiempo este de la cuaresma para escuchar esta voz.
    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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