« VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO »
Mt. 5. 13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se
puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una
lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y
que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para
que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los
cielos».
Otras
Lecturas: Isaías 58, 7-10; Salmo 111; 1Coríntios 2, 1-5
LECTIO:
La
felicidad cristiana, quiere el Señor que se parezca a la sal: para dar sabor,
para evitar la corrupción. La bienaventuranza de los cristianos, su dicha,
quiere Jesús que se parezca a la luz: para disipar toda oscuridad y tenebrismo.
…Ciertamente, que hay muchas cosas desabridas en nuestro mundo que dejan un pésimo sabor, o se corrompen. E igualmente constatamos que en la historia humana, la remota y la actual, hay demasiadas cosas oscuras, apagadas, opacas. No es un drama de éste o aquél país, de ésta o aquélla época, sino un poco el fatal estribillo de todo empeño humano cuando está viciado de egoísmo, de insolidaridad, de aprovechamiento, de cinismo, de injusticia, de mentira, de inhumanidad…
Pero esa Luz y esa Sal que constituyen la Buena Noticia de Jesús, son visibles y audibles cuando se pueden reconocer en la vida de una comunidad cristiana, en la vida de todo cristiano.
…Ciertamente, que hay muchas cosas desabridas en nuestro mundo que dejan un pésimo sabor, o se corrompen. E igualmente constatamos que en la historia humana, la remota y la actual, hay demasiadas cosas oscuras, apagadas, opacas. No es un drama de éste o aquél país, de ésta o aquélla época, sino un poco el fatal estribillo de todo empeño humano cuando está viciado de egoísmo, de insolidaridad, de aprovechamiento, de cinismo, de injusticia, de mentira, de inhumanidad…
Pero esa Luz y esa Sal que constituyen la Buena Noticia de Jesús, son visibles y audibles cuando se pueden reconocer en la vida de una comunidad cristiana, en la vida de todo cristiano.
…Jesús nos quiere felices, dichosos, bienaventurados,
nos quiere con una vida llega de sabor y plena de luminosidad. Una luz que
ilumina toda zona oscura, y una sal que produce un gusto de vida nueva. Es
decir, una “luz salada” que puesta en el candelero de una ciudad elevada hace
que el testimonio de Dios sea visible y audible, para que quien nos vea y
escuche pueda dar gloria a nuestro Padre del cielo.
MEDITATIO:
«Vosotros
sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo»… pensemos en quienes
tenía Jesús delante cuando decía estas palabras pescadores, gente sencilla…
Pero Jesús les mira con los ojos de Dios, y su afirmación se comprende como
consecuencia de las Bienaventuranzas: si sois pobres de espíritu, si sois
mansos, si sois puros de corazón, si sois misericordiosos… seréis la sal de la
tierra y la luz del mundo. (Papa Francisco)
Todos nosotros, los
bautizados, estamos llamados a ser en el mundo un Evangelio viviente: con una
vida santa daremos «sabor» a los distintos ambientes y los defenderemos de la
corrupción, como lo hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo con el
testimonio de una caridad genuina. (Papa Francisco)
El
cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva luz, que siempre da luz.
Una luz que no es suya, sino que es el regalo de Dios, el regalo de Jesús. …Si
el cristiano apaga esta luz, es un cristiano sólo de nombre, que no lleva la
luz, una vida sin sentido.
¿Cómo queréis vivir como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? Es
Dios quien nos da esta luz y nosotros la damos a los demás. Ésta es la vocación
cristiana. (Papa Francisco)
Sé
luz para iluminar, sé sal para dar sabor y conservar». …hay que «volver» a Aquel «que te dio la
luz y te dio la sal» y pedir auxilio al Señor para que «nos ayude a cuidar
siempre esa luz, no ocultarla, convertirla en acción; y la sal, darla, lo
necesario, lo que se necesite, pero entregarla». Si la sal se esparce «aumenta»
y la luz «ilumina a mucha gente»: son estas «las buenas obras del
cristiano». (Papa Francisco)
ORATIO:
Su Palabra es la luz que nos confías para
reavivar los lugares aprisionados por las tinieblas; el Evangelio es la lámpara
que no se consume, el sabor incorruptible para incorporar a la existencia.
Que sea mi vida sal,
Que sea mi vida luz,
Sal que sala, luz que brilla,
Sal y fuego eres Tú.
Que sea mi vida luz,
Sal que sala, luz que brilla,
Sal y fuego eres Tú.
Entonces brillarán
nuestras buenas obras como un sol sin ocaso, porque ha prendido tu resplandor
CONTEMPLATIO:
Jesús da a conocer con dos imágenes audaces y sorprendentes lo que
piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus
propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en
medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la “sal” que necesita la tierra y
la “luz” que le hace falta al mundo.
Hay un
problema y Jesús se lo advierte a sus seguidores.
Si la sal se vuelve sosa, ya no sirve para
nada.
Si los
discípulos pierden su identidad evangélica, ya no producen los efectos queridos
por Jesús. El cristianismo se echa a perder. La Iglesia queda anulada. Los
cristianos están de sobra en la sociedad.
Lo mismo
sucede con la luz. Los discípulos iluminan el sentido más hondo de la vida, si
la gente puede ver en ellos «las obras» de las
bienaventuranzas. Por eso, no han de esconderse. Con su vida han de aportar
claridad para que en la sociedad se pueda descubrir el verdadero rostro del
Padre del cielo.
■… Y lo que le sucede a la Iglesia nos sucede también a cada uno de
nosotros en particular. Sus peligros son nuestros peligros. Sus combates son
nuestros combates. Si la Iglesia fuera en cada uno de nosotros más fiel a su
misión, ella sería, sin duda ninguna, lo mismo que su mismo Señor, mucho más
amada y mucho más escuchada; pero también, sin duda alguna, sería, como él, más
despreciada y más perseguida… Que la sal se puede desazonar es cosa que nos repite el Evangelio. Y si
vivimos —me refiero a la mayor parte de los hombres - relativamente tranquilos
en medio del mundo, esto quizá sea debido a que somos tibios (H. de Lubac,).
Somos llamados a iluminar a un mundo triste y a oscuras. A dar sabor a la vida, a una tierra que se vuelve insípida cuando se aleja del Amor de Dios y del servicio a los pobres.
ResponderEliminarTanto la luz como la sal están llamadas a desaparecer. Tanto si quieren dar luz, como si quieren dar sabor. La luz es siempre la que nos hace salir de nuestras oscuridades, de las tinieblas del pecado, para vivir en el gozo de que todo se ilumina y se esclarece cuando vivimos en el Amor de Dios.
Con la sal ocurre que nunca se presenta como un alimento lujoso. No conozco saleros de oro o plata. Es más, para condimentar, dar sabor y preservar de la corrupción, la sal debe desaparecer. La sal es un alimento humilde que sólo se presenta en recipientes humildes.
Así es la vida de un cristiano, es siempre dar sabor a la vida, es saber que cuanto más fecunda es una vida más tiende a ocultarse, a desaparecer. Lo había dicho Jesús “si el grano de trigo no cae en tierra, no desaparece, no muere y no cae en el surco, no da fruto”. Hay que morir para vivir. El sabor de la vida es el amor que debe condimentarlo todo.
Volvamos a lo que provoca la mayor santidad, la mayor alegría, lo que ilumina el mundo, el unirse a Jesús, a su Corazón, a su proyecto y, en su humildad como la sal, desaparecer por convertirse y ser el sabor que tanto necesita nuestro mundo, harto de unas relaciones insípidas y superficiales. ¡Cuánta gente vuelve a casa sin haber experimentado, ni un momento, que ha sido amado de verdad! ¡Cuántos jóvenes cuando vuelven a casa, después de una noche divertida, descubren que no han vivido nada que merezca la pena y sí descubren que han sido instrumentalizados!
Es preciso volver a vivir a Jesús como la Luz, como la Sal de la vida. Es Él, el Amor que todos necesitamos. Perderse a Jesús es perderse lo mejor de la vida. Es no saber vivir a tope la alegría del Evangelio. Es no iluminar tantos rincones, a oscuras, de una humanidad a veces sin futuro y una sal que falta para dar sabor a la vida.
¡Cuántas veces Jesús habría visto a su madre sazonando la comida con sal o tomando la luz para que iluminara! Estas sencillas catequesis, enseñanzas de la vida familiar, Jesús las explica con un sabor nuevo y nos lanza a vivir siendo la sal de la tierra y la luz del mundo.
+Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres