TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 18 de febrero de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 19 DE FEBRERO DE 2017, 7º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«SED PERFECTOS, COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES PERFECTO»

Mt. 5. 38-48

      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos. «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
     Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
     Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Otras Lecturas: Levítico 19, 1-2.17-18; Salmo 102; 1Coríntios 3, 16-23

LECTIO:
     Jesús viene y dice: amad a vuestros enemigos, sorprended a quien os afrenta, confundid a los que os piden algo. No se trataba de un oportunismo sino de devolver a los hombres la real posibilidad de volver a ser imagen y semejanza de un Dios que no discrimina a nadie, que ama a sus enemigos regalando el sol cada mañana a los buenos y a los malos, y envía la lluvia hermana a los justos y a los injustos.
     Jesús no predicaba simplemente una ética universal, una buena educación cívica y unas normas de urbanidad válidas para todos. Él propone otra cosa, coincida o no con lo que otros puedan igualmente pensar y proponer.
     El amor que cuenta y pesa, el amor que calcula, el que pide condiciones… éste no le interesa a Jesús. Ése pertenece a los paganos, a los que no pertenecen a la ciudad de Dios ni a su Pueblo.
     El amor que Jesús nos propone debe hacerse gesto cotidiano, permanente. Porque los amigos o enemigos a los que indistintamente debemos amar se pueden encontrar cerca o lejos, en nuestro hogar o en el vecino, puede ser un familiar o un compañero, frecuentar nuestras sendas o sorprendernos en caminos infrecuentes… Pero todo esto da lo mismo.
     No hay distinción que valga para dispensarnos de lo único importante, de lo más distintivo y de lo que nos diferencia de los demás: el amor. En esto nos reconocerán como sus discípulos.

MEDITATIO:
     «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades y en el mundo. (Papa Francisco).
     Jesús no conoce más que una ley, la ley del amor, y saca de ella todas sus consecuencias, y hasta los últimos detalles. Esto a algunos los entusiasma y a otros los llena de indignación. Y a nosotros, ¿nos entusiasma Jesús con sus exigencias? Podría suceder que las escucháramos con unos oídos tan distraídos y tan habituados, que ni siquiera nos impresionaran.
     El cristianismo no es una religión fácil. Ser un cristiano auténtico exige sacrificio, heroísmo, renuncia al odio, al rencor y a la venganza… Feliz el que sabe dar el primer paso para acercarse. Porque no hay nada mejor que en un conflicto uno perdone al otro, abandone su posición, deje de devolver el golpe. No hay más que una salida: comenzar a amar. Descubrir en cada hombre a Jesús.
     Jesús vino para salvarnos, para mostrarnos el camino, el único camino para salir de las arenas movedizas del pecado, y este camino de santidad es la misericordia, que Él ha tenido y tiene cada día con nosotros. Ser santos no es un lujo, es necesario para la salvación del mundo. Esto es lo que el Señor nos pide. (Papa Francisco).

ORATIO:
     Dios misericordioso, quieres que seamos un pueblo libre, libre para amar y por eso -en Cristo- nos entregas una nueva Ley escrita en el corazón del hombre.
Jesús, gracias por llamarme a formar parte de tus discípulos.
Dame la gracia de servir a los demás como Tú lo hiciste.
No quiero tener límites en mi amor.
Que cuando sirva a las personas con las que convivo,
a las personas que sufren alguna necesidad,
recuerde que te lo estoy haciendo a ti.

CONTEMPLATIO:
     La llamada de Jesús a amar es seductora. Jesús no les habla arbitrariamente. Su invitación nace de su experiencia de Dios. El Padre de todos no es violento sino compasivo. Su amor es incondicional hacia todos:

«Él hace salir su sol sobre buenos y malos, manda la lluvia a justos e injustos».

     Este Dios que no excluye a nadie de su amor, nos quiere atraer a vivir como Él. Esta es en síntesis la llamada de Jesús. “Pareceos a Dios. No seáis enemigos de nadie, ni siquiera de quienes son vuestros enemigos. Amadlos para que seáis dignos de vuestro Padre del cielo”
     La vida entera de Jesús ha sido, desde el principio hasta el fin, una llamada a resolver los problemas de la humanidad por caminos no violentos… El verdadero enemigo del hombre hacia el que tenemos que dirigir nuestra agresividad no es el otro, sino nuestro propio «yo» egoísta, capaz de destruir a quien se nos ponga.
     Para amar, tenemos que dejarnos amar. Tenemos que vencer el egoísmo, salir de nosotros mismo, ver al otro como hijo de Dios, querido y amado. Recordar que: “al atardecer de la vida nos juzgarán del amor”. Jesús está en el necesitado.


También David, y con rectitud, lo corrobora en un salmo: «Señor; mi Dios: si he hecho eso, si he devuelto mal por mal, que quede desamparado frente a mis enemigos» [...]
     El Señor nos da a entender que es imposible alcanzar un amor perfecto si solo amamos a quienes estamos seguros de conseguir a cambio un amor igual, pues —y no es ningún secreto— un amor parecido lo podemos ver entre los paganos y los pecadores. El Señor quiere que superemos la ley del amor humano mediante la ley del amor evangélico (Cromacio de Aquilea).

1 comentario:

  1. El Evangelio de Jesús siempre nos coloca frente a las cuerdas. No nos deja respiro. No es fácil la experiencia del Amor de Jesús, porque cree en la persona, y nos lleva a un amor sin límites, a amar a los enemigos.
    El Señor nos lleva a una santidad de “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Se entiende por perfección el vivir “con los sentimientos del Corazón de Cristo” (Fip, 2.5). La perfección cristiana no es una especie de nerviosismo absurdo que nos lleva a “pegarle en la cresta” a todos, porque nos convertimos en una especie de “autorreferencialidad”, como los fariseos que se creían perfectos y juzgaban a todos sin piedad, como nos recuerda la parábola de los dos que fueron a rezar al templo.
    ¿Cuál es la perfección cristiana? Se lo han preguntado teólogos y santos al inicio de la vida cristiana y, también, cuando nos van saliendo canas nos puede surgir esa pregunta. Mirando a Jesús y contrastando con los otros paralelos, la perfección es la suma humildad de los que tienen un corazón misericordioso, manso y humilde, como el de Jesús. Esta es la clave de nuestra vida. Mirar a Jesús y dejarse impregnar por su misericordia.
    ¿Enemigos? Aquellos que quieren serlo, pero nosotros rezar y pedir mucho por los que nos hacen daño, nos calumnian y la envidia nos les deja vivir. Nuestra clave es la del Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” No tener enemigos concretos a los que nosotros tenemos que amar como los ama Jesús, pero sí tener enemigos a los que nos gustaría aplastar contra la pared, como son el odio, el terrorismo, la venganza, los que matan, los que explotan, todos aquellos que destrozan el corazón humano y la convivencia entre los pueblos. Para ellos debe ser nuestra oración y, por tanto, nuestro perdón.
    Es preciso y precioso volver al Evangelio de Jesús donde el centro es Él, su Amor y sus claves para que el mundo cambie sabiendo, como dice el Papa Francisco, que otro mundo es posible. Es preciso volver a la alegría del Evangelio, del perdón, de la reconciliación. Con sabiduría decía el dominico Padre Lacordaire: ¿Quieres ser feliz un instante? Véngate... ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona.
    Quien lleva al extremo las ansias de venganza, de “ojo por ojo y diente por diente”, de aplastar siempre, en el fondo lleva, durante toda su vida, un cadáver en su corazón que se traduce en una inmensa tristeza y una infelicidad que es patente a los ojos de cualquiera.
    +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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