TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 19 de julio de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE JULIO, 16º DEL TIEMPO ORDINARIO

… EL QUE TENGA OIDOS QUE OIGA.
Mt. 13. 24-43
            En aquel tiempo, Jesús les propuso otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
        Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».     
        Les propuso otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo;  aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas».
        Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».  Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
        Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».  Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.

Otras Lecturas: Sabiduría 12,13.16-19; Salmo 85; Romanos 8,26-27.

LECTIO:
            Jesús compara el Reino de los cielos con un campo de trigo para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo tiene una fuerza vital que no puede suprimirse.
      A pesar de los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad del Padre. Jesús advierte que, después de la siembra del dueño, "mientras todos dormían", aparece "su enemigo", que siembra la cizaña.
        Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces.
       San Agustín, comentando esta parábola, observa que "primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno". Y agrega: "si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio".
        El campo es la tierra donde vivimos juntos los hombres buenos con los malos. Si vemos los campos la forma del trigo es casi la misma que la cizaña, pero están tan juntos que es peligroso arrancar una sin hacer daño a otra. 
        Somos tierra fértil donde se puede sembrar cizaña, viene el enemigo cuando no lo esperamos, a veces envuelto en medias verdades o para nuestro bien aparente. El mundo y nosotros mismos, estamos guardados por el Sembrador. Él quita las yerbas que crecen en nuestra tierra, nos protege como plantas débiles.
        Lo pequeño y lo débil está simbolizado en la parábola del grano de mostaza. La eficacia del Evangelio no reside en lo grande y en lo fuerte según los valores de la sociedad. No se mide por el ruido y la publicidad que se hace. El Reino de Dios crece en silencio, en el interior de todo hombre de buena voluntad.
      La levadura no se ve cuando está en el interior de la masa, pero convierte el pan en esponjoso y sabroso, agradable a la vista y al gusto. El Reino necesita de nuestro trabajo. La petición venga a nosotros tu reino, nos indica que Dios espera nuestra colaboración.
        La levadura, como la semilla, es el mismo Jesús, sembrado y metido en el interior de la historia humana. El cristiano, como Jesús, debe ser levadura en la masa. No debe evadirse de los problemas de la sociedad, debe ser fermento y dar fruto.

MEDITATIO:      
     Dios lleva adelante su proyecto con cosas pequeñas, pobres, insignificantes. 
¿Y tú tienes prisa por llevar a término la misión que Dios te ha encomendado? ¿Sabes esperar con paciencia como Jesús?
     Jesús enseña que seamos respetuosos y pacientes con el proceso de crecimiento de cada persona.
¿Impones a los demás tu modo de ver y opinar? ¿Dialogas para comprender la situación del otro? ¿Te pones en su piel?
     El Señor nos habla de una situación que vivimos a diario: la presencia del mal, de aquellas realidades que impiden que crezca el Reino de Dios,
¿cuál es tu actitud ante las situaciones inhumanas, e injustas en los distintos ambientes en los que participas: familia, trabajo, comunidad, amigos…? ¿Procuras ser presencia de Dios, testigo de amor, y de verdad, en las diversas circunstancias?
     La Palabra hoy nos pide que seamos consciente de que debemos ser levadura para los demás, que debemos contagiar nuestra fe para que otros conozcan al Señor,
¿puedes decir que tu fe es contagiante, como lo es la levadura para la masa?, ¿de qué manera, de que forma, en qué colaboras para que otros puedan conocer y amar al Señor?.
                                                                                                                                                                 
 ORATIO:
     Señor, gracias por tu paciencia y comprensión ante mi debilidad. Dame fuerza para arrancar la cizaña que he dejado crecer en mi vida.
     Me entrego a ti como soy, y con todo lo que soy. No quiero que haya en mí nada que no te pertenezca.
     Quiero vivir con autenticidad y entregarme a mis hermanos.

CONTEMPLATIO:
     La buena semilla, la presencia de Jesús en nosotros, es activa, nos fortalece, santifica y protege de los avatares del mundo. Produce el amor que combate la maldad y no se deja asfixiar por la cizaña.
     Dios es paciente contigo porque te ama. Deja crecer tu cizaña junto al trigo porque no quiere que ninguna de tus cualidades (sus granos de trigo) se pierdan. Conoce tus limitaciones y sabe que necesitas tiempo y esfuerzo. ¿Te aceptas tal como eres: tus cualidades, tus defectos, tus prisas, tus impaciencias…? ¿Dejas que Él te transforme? ¿Qué obstáculos pones a que la buena semilla, el amor de Jesús crezca en ti?
“Dejadlos crecer juntos…” ¿Cómo puedes dejar crecer juntos el trigo y la cizaña?
Estando en el mundo, pero sin ser del mundo
Viviendo el mandamiento del amor
Teniendo misericordia con los más necesitados
Siendo solidarios con los más humildes
Viendo con alegría el servicio y la entrega
Siendo signo de contradicción
Anunciando y defendiendo la verdad
Renunciando a todo por el Señor
Buscando que el Señor sea la razón de tu vida.

1 comentario:

  1. Seguimos de ambiente campestre y agrícola en la temática del Evangelio. Y se nos quiere ayudar a comprender desde las tres parábolas sobre el Reino, lo que podríamos denominar una "biografía religiosa" de cada hombre y cada pueblo.
    La primera de ellas nos pone ante una realidad dema¬siado cotidiana que es fácilmente reconocible si nos observamos a nosotros mis¬mos y a nuestro derre¬dor. Junto a las semillas de gracia, de bondad y amor, de jus¬ticia y paz, de li¬bertad y verdad... hay otras semillas ex¬trañas e incluso opuestas: violencia, egoísmo, frivolidad, maldad, injus¬ticia, mentira y esclavitud...
    Podemos caer en la tentación de los criados de la parábola: arrancar las semillas de la malaventuranza in¬feliz del enemigo Satán, para que sólo crezcan las de la bienaventuranza dichosa del amigo Dios. No siempre es fácil hacer una intervención tan drástica. En estos casos, que son los más frecuentes, el consejo del amo de la viña está lleno de inteligencia y sabiduría: al evitar un mal (la cizaña), no po¬demos correr el riesgo evidente de ocasionar un mal mayor (quedarnos sin nada de trigo).
    ¡Qué difícil coexistencia la del trigo y la cizaña, la de la gracia y el pe¬cado! Porque Dios trabaja incansablemente por nuestra felicidad, pero no es el único "obrero" en nuestro campo. Su Reino es de paz, de justicia, de amor, de misericordia y de per¬dón, de fe y esperanza, de fidelidad y comunión..., que se ha plantado en un campo (nuestra vida y la del mundo) en el que hay otro que también planta y acrecienta su semilla: la guerra, la injusticia, el desamor, la dureza y el rencor, el descreimiento y la desesperanza, la infidelidad y la división.
    Los cristianos estamos en medio de un mundo en el que por doquier hay un enemigo que no ceja de sembrar su semilla aniquiladora de lo que Dios ha querido plan¬tar. Por amor al trigo hay que saber convivir vigilantes con la cizaña: sin escandalizarse pero sin bajar la guardia, sin maldecir pero sin creer que todo da lo mismo. La confusión es uno de los males más frecuentes porque no permite advertir el error. La sana tolerancia no es sinónimo de indiferencia o ingenuidad, como si diera igual la luz y la tiniebla, la gracia y el pecado, el trigo y la cizaña. Saber distinguir unos y otros, conocer los riesgos que se corren y no claudicar en lo que Dios ha sembrado en nosotros y entre nosotros. Contamos con la ayuda de Dios y de su Espíritu que sostiene nuestra debilidad, y con la de la comunidad eclesial que nos acoge, discierne, educa y acompaña.
    El Señor os bendiga y os guarde.


    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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