Adoración Eucarística y
Sagrada Escritura
(I)
Por
monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de San Sebastián en la
Conferencia internacional de Adoración Eucarística, celebrada en Roma, del
20-24 junio 2011
Contexto e Introducción
Es conocido
cómo nuestro querido Papa, Benedicto XVI, introdujo la adoración al Santísimo
Sacramento en la dinámica de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
¡Difícilmente olvidaremos aquella imagen de la explanada de Marienfeld en
Colonia, en la que se realizó este gran “signo” ante los ojos del mundo entero!
En aquella estampa se veía cumplida la Palabra de Dios, tal y como es expresada
en la Carta de San Pablo a los Filipenses: «Al nombre de Jesús toda rodilla
se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo; y toda lengua proclame que
Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 10-11).
Tres años más
tarde, en el hipódromo de Randwick, en Sydney, se volvió a repetir el mismo
acto de adoración; y, Dios mediante, en Madrid, en el aeródromo de Cuatro
Vientos, jóvenes de todo el mundo se postrarán, nuevamente, ante Cristo nuestro
Señor.
¿Quién dijo
que los jóvenes son insensibles al lenguaje litúrgico? ¿Acaso la oración de
adoración está reservada exclusivamente a las vocaciones contemplativas? ¿Dónde
quedan tantos tópicos, que han llegado a reducir la Pastoral Juvenil a una
serie de “dinámicas de grupo” carentes de contenido y de dudoso valor
pedagógico?
No son
tiempos para ofertas difusas e inconsistentes… Como afirma Benedicto XVI: «Los
jóvenes no buscan una Iglesia juvenil, sino joven de espíritu; una Iglesia en
la que se transparenta Cristo, el Hombre nuevo». En estos momentos está
brotando un estilo de pastoral juvenil “fuerte”, que fue puesto en marcha por
el Beato Juan Pablo II, y consolidado por su sucesor en la Cátedra de Pedro.
¿Es verdad
eso de que hay que ser joven para llegar al corazón de los jóvenes? Por una
parte, parece una afirmación cierta, pero se ve contradicha por tantos ejemplos
concretos de los Santos Pastores ancianos… Probablemente haya que reconocer que
determinados ancianos, al estilo de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, no han
sido nunca viejos, sino que simplemente han tenido muchas “juventudes
acumuladas”. Pues bien, a
pocos días del inicio de la JMJ de Madrid, se celebra esta Primera Conferencia
Internacional sobre la Adoración Eucarística, y yo quisiera que mi disertación
sobre las fundamentos bíblicos de la Adoración, sirviese también de ayuda para
profundizar más en una Pastoral Juvenil Eucarística.
Una vez hecha esta introducción, me
dispongo a desarrollar el tema de la conferencia, aunque sin la pretensión de
ser exhaustivo.
La adoración eucarística: confesión de la divinidad de Jesucristo
A lo largo de
la Tradición de la Iglesia se ha formulado el siguiente axioma teológico: “Lex
orandi, lex credendi”. Esta expresión tiene su origen en una colección de
diez propuestas sobre la gracia, expuestas con motivo de la controversia
pelagiana. Actualmente suele ser citado a propósito del valor dogmático de la
liturgia, que nos ayuda a entender con mayor precisión la fe de la Iglesia. La
oración con la que el pueblo de Dios ha rezado en la liturgia, va por delante
de su formulación dogmática; hasta el punto de que en la liturgia encontramos
un importantísimo elemento de discernimiento para definir los contenidos de la
fe. Pues bien,
sin pretender aplicar de forma unívoca este axioma al estudio de la adoración
en el Nuevo Testamento, sí que podemos hacerlo análogamente. En los Evangelios
descubrimos diversos pasajes en los que Jesús es adorado, de lo cual se
desprende una profesión de fe en su divinidad. Si Jesús es adorado, es señal
inequívoca de que es confesado como verdadero Dios. No en vano, en el Antiguo
Testamento, el pueblo de Israel había sido educado para adorar solamente a
Yahvé: «No adorarás a otro dios» (Ex 23, 24), «No adorarás a dioses
extranjeros» (Ex 34, 14), «Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás
culto» (Mt 4, 10). Quiero exponer a continuación algunos pasajes del Nuevo
Testamento, en los que Jesús es adorado:
+ Nacimiento de Jesús: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su
estrella y venimos a adorarlo (proskyneo)» (Mt 2, 2); «Entraron en la
casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron;
después, abriendo los cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra»
(Mt 2, 11).
+ Curación del ciego de nacimiento: «Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: “¿Crees tú
en el Hijo del hombre?”. El contestó: “¿Y quién es, Señor, para que crea en
él?”. Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que está hablando, ése es”. Él dijo:
“Creo, Señor”. Y le adoró (proskyneo) (y se postró ante él)» (Jn 9, 35-38).
+ Jesús camina sobre las aguas: «Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: “¡Hombre de
poca fe! ¿Por qué has dudado?”. En cuanto subió a la barca le adoraron
(proskyneo) (se postraron ante él) diciendo: “Realmente eres Hijo de Dios”»
(Mt 14, 31-33).
+ Aparición de Jesús resucitado: «De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: “Alegraos”. Ellas
se acercaron, le abrazaron los pies y le adoraron (proskyneo) (se postraron
ante él)» (Mt 28, 9).
+ Ascensión al Cielo: «Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado al cielo.
Ellos le adoraron (proskyneo) y se volvieron a Jerusalén con gran alegría»
(Lc 24, 50-52).
+ Misión de los discípulos: «Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había
indicado. Al verlo, ellos le adoraron (proskyneo) (se postraron ante él), pero
algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno
poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”» (Mt 28, 16-20).
+ Adoración expresada en las cartas
paulinas: «Al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en el cielo, en la tierra y en el abismo; y toda lengua proclame que
Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 10-11).
+ La adoración a Jesús contrasta en el
Nuevo Testamento, con el rechazo de la adoración a los
apóstoles, a los emperadores romanos, e incluso a los ángeles. Obviamente, esto
da una autoridad, mayor si cabe, a los pasajes evangélicos que hemos aducido,
en los que Jesús es adorado. Veamos algunos textos:
a) Rechazo de
la adoración a los apóstoles: «Cuando iba a entrar Pedro, Cornelio le salió
al encuentro y, postrándose le quiso rendir homenaje. Pero Pedro lo levantó
diciéndole: “Levántate, que soy un hombre como tú”» (Hch 10, 25-26).
b) Rechazo de
la adoración a los emperadores romanos (figurados por la bestia del
Apocalipsis): «El que adore a la bestia y a su imagen y reciba su marca en
la frente o en la mano, ése beberá del vino del furor de Dios, escanciado sin
mezcla en la copa de su ira, y será atormentado con fuego y azufre en presencia
de los santos ángeles y del Cordero» (Ap 14, 9-10).
c) Rechazo de la adoración a los mismos
ángeles: «Caí a los pies (del ángel) para adorarlo, pero él me dijo: “No lo
hagas, yo soy como tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús;
a Dios has de adorar”. El testimonio de Jesús es el testimonio del profeta»
(Ap 19, 10).
Tras examinar
estos textos, en los que la postración ante Jesucristo es plenamente
equiparable a la adoración a Yahvé, podemos y debemos hacer una aplicación a nuestros
días y a nuestra situación eclesial. Actualmente, se han difundido en los
ambientes secularizados diversas presentaciones del rostro de Jesús, en las que
su divinidad brilla por su ausencia. La tendencia arriana ha sido constante a
lo largo de la historia de la Iglesia, pero actualmente alcanza una fuerza
especial. Más que negar expresamente la divinidad de Jesucristo, la estrategia
parece consistir en no afirmarla explícitamente; en diluir el misterio de su
Encarnación en la teoría del pluralismo religioso; en considerarle uno más
entre los profetas…
En la LXXXVI
Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, se publicó la
Instrucción Pastoral “Teología y secularización en España”, en la que se
describen detalladamente dichas desviaciones cristológicas:
«Este modo de
proceder lleva a consecuencias difícilmente compatibles con la fe, como son: 1)
vaciar de contenido ontológico la filiación divina de Jesús; 2) negar que en
los Evangelios se afirme la preexistencia del Hijo; y, 3) considerar que Jesús
no vivió su pasión y su muerte como entrega redentora, sino como fracaso. Estos
errores son fuente de grave confusión, llevando a no pocos cristianos a
concluir equivocadamente que las enseñanzas de la Iglesia sobre Jesucristo no
se apoyan en la Sagrada Escritura o deben ser radicalmente reinterpretadas» (Teología y secularización en España, nº 30).
No es casualidad, ni puede serlo, que el
oscurecimiento de la afirmación de la divinidad de Jesucristo en estos
ambientes teológicos españoles y occidentales, haya coincidido milimétricamente
con la puesta en cuestión o con el abandono de la adoración eucarística.
Apoyándonos en el mencionado axioma “Lex orandi, lex credendi”, confiamos en
que la expansión en España de la adoración eucarística, concretada
especialmente en la “Adoración Perpetua”, será el germen del que brotará una
sana cristología, conforme a la Tradición de la Iglesia y a la Sagrada
Escritura.
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