TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 27 de abril de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE ABRIL, 5º DE PASCUA


Amaos los unos a los otros
Juan 13:31-35     Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
     Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros».

Otras lecturas: Hechos 14:21b-27; Salmo 144; Apocalipsis 21:1-5a

LECTIO:
     Hoy nos encontramos con Jesús y sus discípulos en la habitación del piso alto durante la Última Cena. Juan no describe la “cena eucarística” en cuanto tal, como hacen los autores de los otros evangelios, sino que nos proporciona aspectos distintos de la vida y de la doctrina de Jesús.
     Jesús espera a que se marche Judas antes de revelar a sus discípulos un ‘mandamiento nuevo’. Como sabía lo que Judas albergaba en su corazón, no es de extrañar que Jesús decida hablar de este tema después de que aquél se haya ido.
     ¿Qué tiene de especial este mandamiento “nuevo”? La exigencia de amar a Dios y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos les era familiar a los discípulos a partir de la Ley de Moisés (Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18). Pero la enseñanza y el ejemplo de amor de Jesús profundizan en esto mandamientos. Los otros tres evangelios llaman a esta doctrina el mandamiento ‘mayor’ o el ‘más importante’ (Mateo 22:34-40, Marcos 12:28-34, Lucas 10:25-28).
     El nuevo reto que en este caso les plantea Jesús a sus discípulos es que se amen los unos a los otros ‘como yo os he amado’. Jesús proclama que es ahora cuando Dios pone de manifiesto la identidad y la autoridad divinas del Hijo del Hombre, que es Jesús mismo. El amor de Jesús a sus discípulos, a nosotros y a todas las gentes refleja el amor mutuo e incondicional que existe entre Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
     Los cristianos, que viven gracias a este amor mutuo en su vida diaria, hacen que el amor místico de Dios sea un hecho concreto ante las gentes que les rodean y manifiesta que son seguidores de Jesús. Al llevar a la práctica este amor incondicional, los cristianos ‘corrientes’ descorren un velo y hacen posible vislumbrar el cielo y el amor que procede de la Santísima Trinidad.
     Ahora podemos ver por qué Jesús y Juan ponen tanto énfasis en la relación que existe entre las personas de la Santísima Trinidad (Juan 14-16). Y por esa razón, Jesús insiste en que el amor compartido por los cristianos tiene que configurarse a semejanza de su propio amor hacia ellos: sacrificado e incondicional.

MEDITATIO:
¿Qué es lo que más te llama la atención de estos versículos? Pídele a Espíritu Santo que te hable.
¿Qué sientes ante el mandamiento de Jesús de que amemos a los demás cristianos como él nos ama?
¿Nos pide Jesús algo imposible? ¿Cómo podemos tratar de obedecer este mandamiento? ¿A quién podemos acudir pidiendo ayuda?
Considera si existe alguna manera especial en que Dios quiere que expreses su amor hacia otro cristiano.

ORATIO:
     Con el Salmo 144 ofrécele a Dios estos versos con espíritu de oración. Ábrele el corazón a Dios y déjale que te hable. Si estás pasando malos momentos en relación con una persona en concreto, expónselo al Señor.

CONTEMPLATIO:
     Apocalipsis 21:1-5 habla de ‘un cielo nuevo y de una tierra nueva’. Considera esta promesa y piensa en los vínculos que existen entre esta visión y el mandamiento nuevo de Cristo. Piensa en la manera en que Jesús nos adorna a nosotros, su Iglesia, para que seamos para él como una novia.

1 comentario:

  1. El domingo pasado veíamos esa preciosa imagen del Buen Pastor. Toda una parábola de vida en donde se nos asomaba la entraña misericordiosa de Dios. El texto que nos presenta el Evangelio de este domingo es casi una prolonga-ción del anterior. Porque la consecuencia de sabernos pastoreados por Jesús, Buen Pastor de nuestras vidas, es justamente no ser noso¬tros lobos para nadie. Y la derivación de estar en ese redil que son las manos del Padre, donde somos co¬nocidos por nuestro nombre, es precisamente no ser extraños para nadie.
    Este texto está tomado del Testamento de Jesús, de su Oración Sacerdotal. Todo a punto de cumplirse, como quien escrupulosamente se esmera en vivir lo que de él esperaba Otro, pero no como si fuera un guión artificial y sin entrañas, sino como quien realiza hasta el fondo y hasta el final un proyecto, un diseño de amor. Y toda esa vida nacida para curar, para iluminar y para salvar, está a punto de ser sacrificada, en cuya entrega se dará gloria a Dios. Puede parecer hasta incluso morbosa esta visión de la muerte, o como siempre sucede, para unos será escándalo y para otros locura (cf. 1Cor 1,18), risa y frivolidad para quien jamás ha intuido que el amor no consiste en dar muchas co¬sas, sino que basta una sola: darse uno mismo, de una vez y para siempre.
    En este contexto de dra¬matismo dulce, de tensión serena, Jesús deja un mandato nuevo a los suyos: amarse recíprocamente como Él amó. Porque Jesús amó de otra manera, como nunca antes y nunca después. Esa era la novedad radical y escandalosa: amar hasta el final, a cada persona, en los momentos sublimes y estelares, como en los banales y cotidianos.
    Porque lo apasionante de ser cristiano, de seguir a Jesús, es que aquello que sucedió hace 2000 años, vuelve a suceder... cuando por nosotros y por nuestra forma de amar y de amarnos, recono¬cen que somos de Cristo. Más aún: que somos Cristo, Él en nosotros. Es el aconte¬cimiento que continúa. Quien ama así, deja entonces que Otro ame en él, y el mundo se va llenando ya de aquello que ese Otro –Jesús– fue y es: luz, bondad, paz, gracia, perdón, alegría... . Este es nuestro santo y seña, nuestro uniforme, nuestra revolución: Amar como Él, y ser por ello reconocidos como pertenecientes a Jesús y a los de Jesús: su Iglesia.
    Hay un amor que nace no del empeño de nuestra piadosa o solidaria pretensión, sino de descubrirnos en el espejo del amor del Buen Pastor.

     Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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