PRESENTE Y FUTURO DE LAS OBRAS EUCARÍSTICAS DE LA IGLESIA ( V )
en el contexto de la nueva evangelización
Tal
comunidad vivía del “día del Señor”, perseverando en sus “asambleas”
donde los apóstoles enseñaban cuanto Jesús les había enseñado a ellos, todos
compartían los dones de Dios, singularmente la “Eucaristía” (fracción
del pan) y las “oraciones” (vida litúrgica de la comunidad). Esta era una “Ecclesia de Eucaristía” y
era una Iglesia de testimonio, caridad fraterna y evangelización hasta el
martirio. Es la Iglesia que vemos, siglos más tarde (sobre el año 304),
reflejada en el testimonio de los mártires de Abitene (Tunez; actas de
Saturnino y compañeros mártires; PL 8, 707, 709-710): “no podemos vivir sin domingo” (es decir, sin
celebrar con la cena del Señor el día del Señor), es el modelo de Comunidad cristiana que el beato
Juan Pablo II nos presentó con fuerza en sus encíclicas “Dies Domini” y “Eccesia
de Eucaristía”.
Es
la Iglesia de Cristo, que vive de Él, de su Don, porque ya nos amonestó: “sin mí no podéis
hacer nada” (Jn 15, 5). Es la Iglesia “discípula” que sigue al Maestro, es
la Iglesia “sarmiento”, que se nutre de la vida de la “cepa”, que es siempre
Cristo. Y por eso puede ser la Iglesia del “martirio” y de la epopeya
evangelizadora. La pobre, que hace ricos; la débil, que vence a los fuertes.
Ella sabe que la Liturgia, singularmente la Eucaristía, es “fuente y cumbre” (SC 10 y par) de su ser y misión.
Esta no es una Iglesia
ritualista ni de sacristía, lo que no es tampoco
es una comunidad pelagiana ni activista. Es la Iglesia que no pierde el ánimo ni en la
persecución ni en la adversidad, la que no se acobarda
ni por su debilidad ni, tan siquiera, por el pecado de sus hijos, pues sabe
tener su fuerza en la omnipotencia divina que se manifiesta especialmente en el
perdón y la misericordia y que es mucho más fuerte que los grandes de este mundo.
Por eso es una Iglesia a la vez muy humilde, pero que no escatima nada a la
gloria de Dios. Humilde, pero libre para ser positiva y propositiva, convencida
de tener “algo” que aportar, algo único, insustituible y necesario. Una Iglesia
humilde y dispuesta a acoger y tratar con todos, porque tiene clara su
identidad y está
dominada por la gratitud a Dios.
Conclusión
…estoy convencido
totalmente que sólo en la Eucaristía y en las demás acciones litúrgicas podemos
hacernos cristianos, podemos ser Iglesia
del Señor. Es el reto de toda la Iglesia, donde sus Obras Eucarísticas y muchas almas tocadas
por la gracia de Dios, están llamadas a jugar un papel clave y determinante en
el presente y futuro de la Iglesia.
Posiblemente
caminamos hacia tiempos de un mayor y dramático despojamiento de las raíces
cristianas de nuestra civilización. Tiempos en que no podremos esperar ninguna
ayuda de las instituciones económicas y políticas, tiempos de aislamiento
cultural, tal vez, hasta de abierta persecución. Pero no tenemos que
acobardarnos ni desanimarnos, tenemos que convertirnos, a Cristo y
a su Evangelio. No podemos ser ni tibios ni mediocres.
La
solución no es llegar a un “compromiso” no es “hacernos soportables”, no es
adecuarnos a sus Principios, hemos de llegar a parecer, tal vez “escándalo” y
“locura”, eso fue para el mundo judío y pagano la Cruz, pero no dejó de ser en
verdad, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Estoy seguro que sólo así tendremos futuro y podremos servir a la salvación de los hombres. La adoración es la síntesis de todo esto que estoy diciendo. Adorar es postrarse y decir “serviam”, CREO, AMO, ESPERO. La verdadera adoración, como hemos tratado de presentarla en estos rápidos retazos, nos muestra la verdad del ser humano y de su vocación, es por ello fuente de libertad y justicia y causa de felicidad verdadera. La adoración proclama la presencia de Dios, operante siempre en el mundo y llamada constante a la conversión y la vida. La adoración es pregusto de Cielo y aviva la tensión escatológica y la esperanza de cada ser humano y de la entera Sociedad.
¡Viva Jesús
sacramentado!
+Mons. Juan Miguel Ferrer, subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
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