TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 31 de octubre de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1º DE NOVIEMBRE DEL 2020, 31º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

« ALEGRAOS, VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE EN EL CIELO»

 

Mt. 5.1-12ª

 

     En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

     Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Otras Lecturas: Apocalipsis 7,2-4.9-14; Salmo 23; 1Juan 3,1-3

 LECTIO:

     El sermón de la montaña que escucharemos este domingo, no es sino la primera entrega de este volver a "decirse" de Dios en la boca de su Hijo, el bien-amado que hemos de escuchar.

     Produce una sensación extraña ir escuchando estas ocho formas de felicidad que son las bienaventuranzas. Pero ¿puede hablarse hoy de felicidad... de una felicidad verdadera y duradera? ¿No hay demasiadas contraindicaciones, demasiados dramas y oscuridades que nos rebozan su desmentido? Jesús hablará de la felicidad de los pobres de espíritu (los humildes en sentido bíblico), de la felicidad de los afligidos, la de los mansos, la de los hambrientos y sedientos, de la felicidad de los misericordiosos, de la felicidad de los limpios de corazón, la de los pacíficos, la de los perseguidos por la justicia... Y por si fuera poco provocativo su mensaje, Jesús añadirá todavía una felicidad más desconcertante aún: la de los que sufrirán insultos, persecución y maledicencia por  causa de Él [...]

     No os engañéis más, no os acostumbréis a lo malo y a lo deforme, porque nacisteis para la bondad y la belleza. Y san Agustín dirá: "nos hiciste, Señor, para ti e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en ti". (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

MEDITATIO:

     Los dos primeros días del mes de noviembre constituyen para todos nosotros un intenso momento de fe, de oración y reflexión sobre las «cosas últimas» de la vida. En efecto, celebrando a Todos los santos y conmemorando a Todos los fieles difuntos, la Iglesia peregrina en la tierra vive y expresa en la liturgia el vínculo espiritual que la une a la Iglesia del cielo. Hoy alabamos a Dios por la multitud innumerable de santos y santas de todos los tiempos: hombres y mujeres comunes, sencillos, a veces «últimos» para el mundo, pero «primeros» para Dios. Al mismo tiempo, recordamos a nuestros queridos difuntos visitando los cementerios: es motivo de gran consuelo pensar que ellos están en compañía de la Virgen María, de los Apóstoles, de los mártires y de todos los santos y santas del paraíso. (Papa Francisco)

   La solemnidad de hoy nos ayuda a considerar una verdad fundamental de la fe cristiana, que profesamos en el «Credo»: la comunión de los santos. ¿Qué significa la comunión de los santos? Es la comunión que nace de la fe y une a todos los que pertenecen a Cristo, en virtud del Bautismo. Se trata de una unión espiritual —¡todos estamos unidos! — que la muerte no rompe, sino que prosigue en la otra vida. En efecto, subsiste un vínculo indestructible entre nosotros, los que vivimos en este mundo, y cuantos cruzaron el umbral de la muerte. Nosotros, aquí abajo en la tierra, junto con aquellos que entraron en la eternidad, formamos una sola y gran familia. Se mantiene esta familiaridad. (Papa Francisco)

     En la gran asamblea de los santos, Dios ha querido reservar el primer  lugar a la Madre de Jesús. María está en el centro de la comunión de los santos, como protectora especial del vínculo de la Iglesia universal con Cristo, del vínculo de la familia... (Papa Francisco)

 ORATIO:

     Padre santo, tú nos has llamado hijos tuyos. Hijo justo del Padre, ayúdanos a imitar tu única filiación y haznos capaces de confiarnos al Padre. Espíritu de justicia y de santidad, infunde en nuestro corazón la capacidad de escuchar la voz del Padre que nos llama hijos suyos amados.

Espíritu Santo, Maestro interior, Promesa de Jesús…

Muéstranos el futuro que les aguarda a los que lloran,
a los que lo han perdido todo, a los que tienen hambre…

 CONTEMPLATIO:

«Subió al monte y les enseñaba diciendo: Bienaventurados…»

 

  No es fácil tampoco hoy el sermón de las bienaventuranzas, no porque nuestro corazón no se reconozca en ellas, sino porque nos parecen tan imposibles, tan distantes estamos de ellas, que la Palabra de Jesús nos resulta como nombrar la soga en la casa del ahorcado: o ¿es que no duele su mensaje de humildad, de mansedumbre, de paz, de limpieza, de misericordia... cuando seguimos empeñados -cada cual a su nivel correspondiente- en construir, en fomentar, en subvencionar un mundo que es arrogante, agresivo, violento, sucio, intolerante?

    Por esto son difíciles de escuchar las bienaventuranzas, porque nos ponen de nuevo ante la verdad para la que nacimos, ante lo más original de nuestro corazón y de nuestras entrañas humanas.

     Las bienaventuranzas nos esperan, en lo pequeño, en lo cotidiano, en el prójimo más próximo, y nos vuelven a decir: la paz es posible, la alegría no es una quimera, la justicia no es un lujo a negociar.

 

   Las Bienaventuranzas son dones de Dios, y debemos estarle muy agradecidos por ellas y por las recompensas que de ellas derivan, es decir, el reino de los cielos en el siglo futuro, la consolación aquí, la plenitud de todo bien y misericordia de parte de Dios... una vez que seamos imagen de Cristo en la tierra» (Pedro de Damasco, eremita).

1 comentario:

  1. El Dia del Señor, este domingo es solemnidad de todos los santos. Los santos son aquellos hombres y mujeres que han vivido el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado que celebramos en la Eucaristía. Todos han tenido como carnet de identidad las bienaventuranzas. Han vivido con los sentimientos del Corazón de Cristo, con ese corazón ilimitadamente bueno que refleja las bienaventuranzas.
    La Iglesia ha recogido en esta fiesta la intercesión de todos los santos, todos amigos de Dios y por tanto amigos nuestros que nos ayudan en el camino de la vida a alcanzar la santidad que han alcanzado ellos. Los santos son los mejores hijos de la Iglesia y han vivido cumpliendo la voluntad de Dios. Nunca han falsificado el Amor, que es vivir en el pecado. Se han abierto a la gracia de Dios sin condiciones.
    El programa de la santidad es Jesús resucitado, que refleja en su costado abierto las bienaventuranzas como el camino de vivir en los proyectos de su Corazón que subsisten de edad en edad. Las bienaventuranzas se viven cuando se contempla al Señor y vivimos cumpliendo su voluntad en la vida cotidiana.
    El único error que existe en la vida es no ser santo. Es la vocación de todo cristiano por el bautismo. No es el lujo de unos cuantos. Es la exigencia de vivir sembrando claridades, como lo refleja el corazón del que vive de las bienaventuranzas.

    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
    Primado de España

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