TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 9 de octubre de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE OCTUBRE DEL 2020, 28º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«TENGO PREPARADO EL BANQUETE, VENID A LA BODA»

 

Mt. 22. 1-14

 

En aquel tiempo, de nuevo Jesús tomó la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.

       El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. 

       Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

 

Otras Lecturas: Isaías 25,6-10a; Salmo 22; Filipenses 4,12-14.19-20

LECTIO:

     En el evangelio de este domingo vamos de boda, la boda del hijo del rey. Asistimos por tanto a la boda del heredero, donde el padre ha tirado la casa por la ventana, llamando a muchos invitados. El hijo del rey es Jesucristo para quien su Padre Dios tiene preparada la herencia del Reino de los cielos. “El Señor Dios le dará el trono de David su padre, y su reino no tendrá fin”. Los invitados son muchos, porque la redención de Dios y su amor al hombre no tienen fin. La redención se plantea como un gran banquete nupcial, al que todos somos invitados. Dios tiene preparado para nosotros en su Hijo alegría sin fin, fiesta y encuentro, esperanza y futuro.

     El drama se plantea cuando los invitados no acuden a la boda, no corresponden con amor al amor de quien los invita. Encuentran pretextos en circunstancias menores, que les apartan de asistir a este grandioso banquete nupcial. Unos tienen negocios, otros tierras que atender, algunos incluso han rechazado violentamente a los emisarios, porque no aceptan la invitación ni quieren que se les recuerde siquiera.

     El rey no se cansa de insistir, incluso amplía el campo de invitados, a todos los cruces de caminos, a todos los que encontréis. Y la sala del banquete se llenó de invitados, no de los de primera hora, sino de aquellos que estaban descartados. La misericordia de Dios es universal. El rechazo de los primeros invitados está recordando al rechazo que Jesús ha experimentado por parte de su pueblo judío. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”. Ese rechazo primero ha servido para ampliar el círculo de invitados. El rechazo a Jesús como Mesías del pueblo de Israel ha abierto de par en par las puertas a los gentiles…  (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

 MEDITATIO:

     La vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde el Señor toma la iniciativa gratuitamente y donde ninguno de nosotros puede vanagloriarse de tener la invitación en exclusiva; ninguno es un privilegiado con respecto de los demás, pero cada uno es un privilegiado ante Dios. De este amor gratuito, tierno y privilegiado nace y renace siempre la vida cristiana. Preguntémonos si, al menos una vez al día, manifestamos al Señor nuestro amor por él; si nos acordamos de decirle cada día, entre tantas palabras: «Te amo Señor. (Papa Francisco)

     En cambio, el Dios de la vida aguarda una respuesta de vida, el Señor del amor espera una respuesta de amor. […]En el libro del Apocalipsis, se dirige a una Iglesia con un reproche bien preciso: «Has abandonado tu amor primero». Este es el peligro: una vida cristiana rutinaria, que se conforma con la «normalidad», sin vitalidad, sin entusiasmo, y con poca memoria. Reavivemos en cambio la memoria del amor primero: somos los amados, los invitados a las bodas, y nuestra vida es un don, porque cada día es una magnífica oportunidad para responder a la invitación. (Papa Francisco)

   El Evangelio nos pone en guardia. Los invitados «no hicieron caso»: estaban ocupados en sus propios intereses, preferían poseer algo en vez de implicarse, como exige el amor. Así es como se da la espalda al amor, se prefiere lo propio: las seguridades, la autoafirmación, las comodidades […] Dios, en cambio, mientras sufre por nuestros «no», sigue animando, sigue adelante disponiendo el bien, incluso para quien hace el mal. Porque así actúa el amor; porque sólo así se vence el mal. Hoy este Dios, que no pierde nunca la esperanza, nos invita a obrar como él, a vivir con un amor verdadero, a superar la resignación y los caprichos de nuestro yo susceptible y perezoso. (Papa Francisco)

ORATIO:

     Padre Santo, en este día tan especial quiero darte infinidades de gracias por la invitación que me has hecho y me sigues haciendo a cada momento para servir en tu Reino.

Señor, quiero entrar en la sala de tu banquete,

en el banquete de tu amor y de tu amistad.

No dejes de invitarme, Padre…

CONTEMPLATIO:

« Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje nupcial? »

     Esta pregunta nos da la clave de toda la parábola. No se trata sólo de una boda, que simboliza la fiesta y la felicidad a la que Dios nos llama. Y de la boda del hijo del rey, nuestro Señor Jesucristo que viene a desposarse con la humanidad. Se trata de acudir a esta invitación con el “traje nupcial”. No sólo con traje de fiesta, sino con el traje nupcial, con el que el novio y la novia acuden a la boda.

   Y es que Jesús viene a desposarse con cada uno de nosotros. No se trata de una boda ajena a nuestra existencia. Se trata de la unión más profunda que cada persona humana está llamada a tener con Jesucristo, sea cual sea su vocación y misión en la vida. El novio es Jesucristo, la novia es cada una de las almas… Ese traje nupcial significa la gracia santificante, que el Espíritu Santo ha derramado en nuestros corazones, haciéndonos hijos de Dios, haciéndonos tempo del Espíritu Santo. Pero al mismo tiempo, ese traje nupcial significa una relación esponsal con Jesucristo, la “ayuda adecuada”, que Dios da a cada uno de nuestros corazones humanos (cf Gn 2,18: “No es bueno que el hombre esté solo, voy a darle una ayuda adecuada”).

   En el evangelio, Jesús se nos presenta muchas veces con lenguaje de bodas. En este domingo, además, nos invita a acudir al banquete con el traje nupcial. El hombre, cuando no quiere acudir, encuentra siempre pretextos y excusas. Todo está preparado para la boda… (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)

                                           

 

  «Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio…» Aun cuando parece que los motivos son razonables, aprendemos, sin embargo, que incluso cuando sean necesarias las cosas que nos detienen, conviene siempre dar la preferencia a las espirituales: y a mí me parece que cuando alegaban estas razones, daban a conocer los pretextos de su negligencia. (San Juan Crisóstomo)

 

1 comentario:

  1. La parábola de la invitación al banquete de bodas donde todos somos convocados es muy sugerente, preciosa y precisa. Siempre la iniciativa es del Señor. Es un corazón en salida. Busca. Invita a la fiesta de la vida.
    Sorprende la respuesta de los invitados a la boda de un Rey. No ocurre todos los días. Es señal de confianza y predilección. La búsqueda del Señor por los caminos de la vida para atraernos con lazos de amor siempre nos asombra y sorprende.
    Es más llamativo que todos se disculpan para no responder a la invitación del Rey. Algunos por razones de honradez y trabajo... Nos recuerda la parábola del hijo mayor que estaba trabajando en el campo y que era incapaz de sintonizar con el padre. Todos se van disculpando. Es nuestra actitud permanente ante tantas llamadas del Señor. Es la rutina ante un Dios que nos llama y nos hacemos el sordo. Es no querer cambiar porque en el fondo estamos a gusto donde estamos, sin necesidad de cambiar e instalados en la rutina.
    Al final el Señor busca en los caminos a los pobres los únicos que se abren y acogen la invitación a salir de uno mismo para ir al encuentro del Señor y de los hermanos. Nos cuesta revestirnos de su gracia, de la novedad del evangelio, de construir desde nuestra pobreza, para no ser arrojados a las tinieblas, de vivir en el pecado y la mediocridad.

    + Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo
    Primado de España

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