TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 30 de noviembre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1 DE DICIEMBRE DEL 2019, 1º DE ADVIENTO

«ESTAD EN VELA, PORQUE NO SABÉIS QUÉ DÍA VENDRÁ VUESTRO SEÑOR»


Mt 24, 37-44


     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y, cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Otras Lecturas: Isaías 2,1-5; Salmo 121; Romanos 13, 11-14a

LECTIO:
     Las palabras que envuelven la Palabra de Dios de este primer domingo de adviento son la espera y la vigilancia. Una espera que nos asoma al acontecimiento que –lo sepamos o no- aguardamos que suceda, y una vigilancia que nos despierta para no estar dormidos cuando le veamos pasar.
... “Vigilad”, dice Jesús en el evangelio de este domingo, porque el que ha venido hace veinte siglos y ha prometido volver al final de los tiempos, llega incesantemente al corazón y a la vida de quien no se cierra. Vigilad, es decir, entrad en la sala de espera del adviento, poned vuestras preguntas al sol, porque va a venir Aquel que únicamente las ha tomado en serio y Aquel que únicamente las puede responder: Jesucristo, redentor del hombre.
     Vigilad, estad despiertos, la espera que os embarga no es una quimera pasada y cansada sino la verdadera razón que cada mañana pone en pie nuestra vida para reconocer a Aquel que cada instante no deja de pasar. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     La página del Evangelio nos presenta uno de los temas más sugestivos del tiempo de Adviento: la visita del Señor a la humanidad. La primera visita se produjo con la Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda sucede en el presente: el Señor nos visita continuamente cada día, camina a nuestro lado y es una presencia de consolación; y para concluir estará la tercera y última visita, que profesamos cada vez que recitamos el Credo: «De nuevo vendrá en la gloria para juzgar a vivos y a muertos». El Señor hoy nos habla de esta última visita suya, la que sucederá al final de los tiempos y nos dice dónde llegará nuestro camino. (Papa Francisco)
   En este tiempo de Adviento estamos llamados a ensanchar los horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene a la hora que no nos imaginamos. Viene para presentarnos una dimensión más hermosa y más grande. (Papa Francisco)
     Que Nuestra Señora, Virgen del Adviento, nos ayude a no considerarnos propietarios de nuestra vida, a no oponer resistencia cuando el Señor viene para cambiarla, sino a estar preparados para dejarnos visitar por Él, huésped esperado y grato, aunque desarme nuestros planes. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Padre, destierra de nosotros la pereza, la desgana y la desidia de ver "siempre lo mismo" y enséñanos a ponernos de nuevo en camino. Vence nuestra ignorancia que piensa conocerte ya lo suficiente. Vence nuestra tibieza que nos lleva a pensar que te amamos bastante. Vence nuestras rutinas que nos hacen creer que ya no podemos descubrir nada nuevo en tu compañía.
Ven, Señor Jesús, en este nuevo Adviento
y acoge mis limitaciones y temores
para que renazca a una vida nueva.

CONTEMPLATIO:
«Por eso estad también vosotros preparados»
     El tiempo de adviento nos hace presente esta realidad, que celebramos continuamente en la Eucaristía. La Eucaristía es Dios con nosotros en la carne de Cristo y al mismo tiempo es la plenitud de la creación y de la historia en esa carne resucitada, transfigurada, transformada. Vivir el adviento es vivir a la espera del Señor, que viene a transformarlo todo.
     La Palabra de Dios en este tiempo santo de adviento es una invitación continua a la vigilancia gozosa y esperanzada. El pecado nos adormece, nos anquilosa, nos atonta y nos hace ver la realidad extorsionada. El Señor, por el contrario, nos invita a despertar, a ponernos en camino, a espabilarnos, a ver las cosas como son, como las ve Dios
     Si esto es así, debemos purificar nuestro corazón de tantas adherencias que nos retardan. Tenemos necesidad de resetear nuestra propia historia, de poner a punto nuestro corazón y nuestra vida. Nuestro destino es el cielo, que ya empezamos a vivir en la tierra, porque el cielo es estar con Cristo. Y con esta perspectiva hemos de ir muriendo a tantas realidades de la vida, que no son definitivas y en las que nos entretenemos indebidamente o nos apartan de Dios. El adviento quiere desaletargarnos, quiere estimularnos en el camino del bien. Hemos de vivirlo con mucha esperanza. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)




   Ya ves que el Verbo de Dios provoca al ocioso y despierta al dormido. Pues quien viene y llama a la puerta, señal de que quiere entrar. Si no siempre entra, si no siempre permanece, eso ya depende de nosotros. Que tu puerta esté abierta de par en par para el que viene: ábrele tu alma, ensancha el regazo de tu inteligencia, para que pueda ver la riqueza de simplicidad, los tesoros de paz, la suavidad de la gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna, que alumbra a todo hombre. En realidad la luz verdadera luce para todos: pero si uno cierra sus ventanas, él mismo se privará de la luz eterna. (S. Ambrosio de Milán)


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