NOVIEMBRE: LA LITURGIA DE LAS HORAS
Hemos ido señalando a lo largo de estas reflexiones que la diferencia entre oración vocal y la contemplativa es de medio de expresión pero nunca de esencia. Toda oración es siempre un diálogo y no un monólogo que hacemos en voz alta o en silencio. Si no tenemos presente a ese Alguien al que le dirigimos las palabras, será cualquier cosa menos oración. La oración es siempre encuentro con quien sabemos nos ama.
Decía Don Luis de Trelles: “Porque la
perfección en la obra es el idioma del amor y, el que ama, quiere ser elocuente
y expresivo y su compostura ha de expresar el afecto que le anima,
manifestándolo en las menores circunstancias de su obra.
Cada uno de los accidentes (léase: detalles poco importantes) de ella da ocasión a traducir al exterior la íntima aspiración del alma, pues las manifestaciones del afecto deben ser adecuadas a la excelencia de la persona amada.” (LS, T XI, 1880, pags. 91-92).
Cada uno de los accidentes (léase: detalles poco importantes) de ella da ocasión a traducir al exterior la íntima aspiración del alma, pues las manifestaciones del afecto deben ser adecuadas a la excelencia de la persona amada.” (LS, T XI, 1880, pags. 91-92).
La oración está asociada a la virtud de la Fe: creemos
en las verdades que proclamamos en el credo. La oración
está asociada a la virtud de la religión: A tan gran
Dios nos sentimos inclinados a dar el culto merecido, a tal Señor, tal honor.
A la oración está asociada la virtud de la piedad: “traducir
al exterior la íntima aspiración del alma”. “La piedad
en su esencia hace visible lo invisible, perceptible lo inaudito y hasta
oíble; tangible, lo intangible, y convierte el olor del incienso en una señal
de la grandeza de Dios, y en su alabanza.
Meditad estas palabras “la perfección en
la obra es el idioma del amor”. El secreto en este caso de la
oración es transformar nuestras palabras en idioma del amor. Piensa en
con quién hablas, la maravilla de un Dios, omnipotente, Señor del cielo
y de la tierra. Pero tan cercano que su presencia humilde en un pedazo de pan
nos puede hacer olvidar su grandeza. Estamos ante el Señor. Lo lógico
sería postrarnos en tierra sin osar ni levantar la cabeza. Y sin embargo lo que
quiere es nuestra correspondencia amorosa. Y ¿cómo lo vamos a conseguir?
Haciendo bien aquello que en ese momento tenemos que hacer. ¿Cómo harás
la genuflexión si se lo haces al Dios de toda la creación? Y ¿Cómo
recitarás la liturgia de las horas?
Don Luis, adelantándose a los tiempos,
sorprendió a los entendidos de que introdujese en el esquema de cada vigilia de
la Adoración Nocturna el rezo de las horas. Parecía que sólo tenían
derecho y obligación a rezarlo los consagrados, pero no los laicos. En la
Iglesia primitiva no fue así. Don Luis adivinó que si la Liturgia de las Horas era la oración
con que oficialmente La Iglesia alaba a Dios, bien debían ejercitarla junto al
rezo del rosario, la lectura contemplativa y el prodigio de la misa, los
adoradores nocturnos seglares. La Adoración nocturna es una escuela de amor y
una escuela de oración, eminentemente prácticas. El adorador debe
convertir lo ejercitado en una noche en estilo de vida permanente. Haga
lo que haga, ¡en presencia de Dios!: rece un salmo, haga una comunión
espiritual, asista a misa, prepare la comida, lea, escriba o eche de
comer a los pájaros. No olvidéis: el adorador (hombre y mujer)
ha de convertirse en lamparilla del santuario. Eso
esperaba y deseaba Don Luis. Lucecitas insignificantes que
recuerden a este mundo que Dios está aquí. Lo tremendo y admirable es que el
mismo Dios nos lo pide a pesar de nuestras limitaciones y miserias.
Permitidme acudir de nuevo al Catecismo
de la Iglesia Católica, la obra que debíamos tener siempre a nuestro
alcance. En tiempos de tanta confusión es guía segura para todas nuestras
inquietudes. Me impresiona que a La Liturgia de las Horas la Iglesia la llame
también “Oficio divino”. Cada
número daría pie para una meditación reposada: Os selecciono el 1174:
1174 El Misterio
de Cristo, su Encarnación y su Pascua, que celebramos en la Eucaristía,
especialmente en la asamblea dominical, penetra y transfigura el tiempo de cada día mediante la
celebración de la Liturgia de las Horas, "el Oficio divino" (cf SC IV). Esta celebración, en fidelidad a las recomendaciones
apostólicas de "orar sin cesar" (1 Ts 5,17; Ef 6,18), "está estructurada de tal manera que la
alabanza de Dios consagra el curso entero del día y de la noche" (SC 84). Es "la oración pública de la Iglesia" (SC 98) en la cual los fieles (clérigos,
religiosos y laicos) ejercen el sacerdocio real de los bautizados. Celebrada
"según la forma aprobada" por la Iglesia, la Liturgia de las Horas
"realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es
la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre" (SC 84).
¿Qué os resaltaría?
1º El texto está extraído de la
constitución Sacrosanctum Concilium.
2º la Liturgia de las Horas “está
estructurada de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero del día y
de la noche” (SC 84).
3º Es “la
oración pública de la Iglesia” (SC 98) en la cual
los fieles –clérigos, religiosos y laicos– ejercen el sacerdocio real de los
bautizados.
4º Celebrada “según la forma aprobada” por la Iglesia, la Liturgia de las
Horas “realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la
oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre” (SC 84).
Por
el interés que tiene para nosotros Adoradores os adelanto el nº 1178 “La Liturgia de las Horas, que es como una
prolongación de la celebración eucarística, no excluye sino acoge
de manera complementaria las diversas devociones del Pueblo de Dios,
particularmente la adoración y el culto del Santísimo Sacramento.”
Cada momento que la entretejen tiene un sentido admirable:
1177 “Los himnos y las letanías de la
Oración de las Horas insertan la oración de los salmos en el tiempo de la
Iglesia, expresando el simbolismo del momento del día, del tiempo litúrgico o de la
fiesta celebrada. Además, la lectura de la Palabra de Dios en cada hora (con
los responsorios y los troparios que le siguen), y, a ciertas horas, las
lecturas de los Padres y maestros espirituales, revelan más profundamente el
sentido del Misterio celebrado, ayudan a la inteligencia de los salmos y
preparan para la oración silenciosa. La lectio divina, en la que la
Palabra de Dios es leída y meditada para convertirse en oración, se enraíza así
en la celebración litúrgica.”
Está
recomendada a todo el Pueblo de Dios y al referirse a los laicos utiliza
una expresión que nos implica a los adoradores: “reunidos entre sí”:
Finalmente nos pide una actitud y una tarea:
1º “Armonizar la voz con el corazón”. Es decir: convertir el rezo en oración.
¿No se lo recitamos a quien sabemos nos ama?
2º Formación: en ello estamos: “adquirir una instrucción litúrgica y bíblica
más rica especialmente sobre los salmos". n.º 1176
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■
¿Qué
diferencia existe entre leer en voz alta “La sirenita de Ándersen y recitar en
el turno de vela el salmo 50? ¿Por qué la primera es un ejercicio literario,
aunque se lo leas a tus nietos o incluso al mismo Rey? ¿Cuándo el salmo
recitado lo convertimos en oración?
■ En la
vigilia tuya, cuando recitas los salmos, o los himnos o lees una lectura,
aunque lo hagáis entre varios ¿oráis por cuenta propia o lo hacéis en nombre de
la Iglesia, salmodiando lo que la Iglesia salmodia? La Adoración Nocturna
tiene como sello distintivo orar como ora la Iglesia
■ Qué
significan estas dos frases: armonizar la voz con el corazón” y “La
perfección de la obra es el lenguaje del amor”. ¿En qué sentido dicen lo mismo?
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