TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 23 de noviembre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DEL 2019, 34º DEL TIEMPO ORDINARIO - SOLEMNIDAD DE CRISTO REY (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS»


Lc. 23, 35- 43


     El aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
     Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Otras lecturas: 2Samuel 5, 1-3; Salmo 121; Colosenses 1,12-20

     El evangelio de san Lucas nos presenta esa escena de la pasión en la que se produce un diálogo entre los dos ladrones, y uno de ellos se dirige suplicante a Jesús: “Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino”. Se trata de un súplica llena de humildad, de confianza. Una escena que suscita ternura. Y la respuesta de Jesús suscita paz en el corazón de todos los que leemos esta palabra: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”.
     Jesús ocultó su condición regia a lo largo de toda su vida pública. Hubiera sembrado confusión en los que le seguían por motivos temporales, o incluso políticos. Cuando quisieron proclamarlo rey, después de la multiplicación de los panes, él se escabulló y apareció al día siguiente dando explicaciones: “Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros” (Jn 6,26). Hay a lo largo de todo el evangelio como una especie de “secreto mesiánico”, que Jesús va desvelando progresivamente para no sembrar ambigüedad.
     Sólo cuando llegamos a la entrada en Jerusalén, Jesús se deja aclamar como rey abiertamente, y así a lo largo de toda la pasión. Es condenado por proclamarse “Rey de los judíos” y así reza en el título de la cruz: Jesús Nazareno, el rey de los judíos. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)


     El Evangelio presenta la realeza de Jesús… «El Mesías de Dios, el Elegido, el Rey» se muestra sin poder y sin gloria: está en la cruz, donde parece más un vencido que un vencedor… Su trono es la cruz; su corona es de espinas; no tiene cetro, pero le ponen una caña en la mano; no viste suntuosamente, pero es privado de la túnica; no tiene anillos deslumbrantes en los dedos, pero sus manos están traspasadas por los clavos; no posee un tesoro, pero es vendido por treinta monedas. (Papa Francisco)
   Hoy queridos hermanos y hermanas, proclamamos está singular victoria, con la que Jesús se ha hecho el Rey de los siglos, el Señor de la historia: con la sola omnipotencia del amor, que es la naturaleza de Dios, su misma vida, y que no pasará nunca. Compartimos con alegría la belleza de tener a Jesús como nuestro rey; su señorío de amor transforma el pecado en gracia, la muerte en resurrección, el miedo en confianza. (Papa Francisco)
     Pero sería poco creer que Jesús es Rey del universo y centro de la historia, sin que se convierta en el Señor de nuestra vida: todo es vano si no lo acogemos personalmente y si no lo acogemos incluso en su modo de reinar. (Papa Francisco)
     «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Dios, apenas le damos la oportunidad, se acuerda de nosotros. Él está dispuesto a borrar por completo y para siempre el pecado, porque su memoria, no como la nuestra, olvida el mal realizado y no lleva cuenta de las ofensas sufridas… Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás. Porque… del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, hazme entender que seguirte significa aceptarte como Rey y Señor y que en tu reino “servir es reinar”.

Jesús crucificado, Enséñanos que la Cruz
es el camino a la Resurrección.

CONTEMPLATIO:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino»
     El evangelio que escucharemos en la Eucaristía nos muestra el rostro sereno y majestuoso de quien, consumada su entrega por nuestra salvación, es coronado como Rey en el árbol de la Cruz y es constituido como clave y fin de toda la historia humana.
     El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que ante la realeza de Cristo, "la adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura… Es la actitud de humillar el espíritu ante el "Rey de la gloria" y el silencio respetuoso ante Dios, "siempre mayor" (n. 2628).
    "Desde el comienzo de la historia cristiana -nos dice el Catecismo- la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino a Dios Padre y al Señor Jesucristo: el César no es el Señor" (n. 450). Por ello, en esta solemnidad es preciso tomar muy en serio aquello que nos dice una canción bien conocida: “No adoréis a nadie, a nadie más que a Él. No fijéis los ojos en nadie más que en Él; porque sólo Él nos da la salvación; porque sólo Él nos da la libertad; porque sólo Él nos puede sostener”.
     En la solemnidad de Cristo Rey no es suficiente dejarnos fascinar por su doctrina. Es necesario dejarnos conquistar por su persona, para amarlo con todas nuestras fuerzas, poniéndolo no sólo el primero, porque ello significaría que entra en competencia con otros afectos, sino como el único que realmente llena y plenifica nuestras vidas. (+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla)



   No salvándose a sí mismo, sino salvando a sus creaturas, era como quería el Señor ser reconocido por Salvador: el médico no se llama de este modo cuando se cura a sí mismo, sino cuando cura a los demás. De este modo es considerado el Señor como Salvador, cuando El no necesitaba de salvación. Tampoco quería ser reconocido como tal bajando de la cruz, sino muriendo: mucho mayor es el mérito de la muerte del Salvador, respecto de los hombres, que si entonces hubiere bajado de la cruz. (San Atanasio)

1 comentario:

  1. Termina el año litúrgico con Cristo Rey del Universo con la versión de Lucas con un Jesús crucificado prometiendo la vida eterna al ladrón arrepentido, al buen ladrón.
    Tres son las palabras que destaca la originalidad de Lucas que hemos meditado en el año litúrgico que se concluye.
    Reino. El Reino de Dios es un reino de justicia de vida, de paz y de amor. Se construye el Reino cimentado sobre un crucificado de Corazón abierto, que por su amor misericordioso se deja robar su Corazón. El reino donde Cristo es Rey, tiene las Bienaventuranzas como ley, y nos lleva a vivir con los sentimientos del Corazón de Cristo, que entrega su vida por amor.
    Vida. El Reino de Dios que brota del Corazón vivo de Cristo es para la vida del mundo. La vida que trae Jesús, brota dentro de nosotros por la vida trinitaria en nuestro interior, y esta llamado al servicio de la caridad de los pobres, de los más pobres de la tierra.
    Cruz. El Reino siempre tiene sus dificultades y tensiones. Donde no hay conflictos es en los cementerios. Donde hay vida y el amor quiere hacerse realidad en nuestra sociedad, siempre existe la tensión y los conflictos, donde se busca solo la productividad y la sociedad del descarte que tanto nos repite el papa Francisco.


    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria Cáceres

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