TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 5 de octubre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 6 DE OCTUBRE DEL 2019, 27º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE»

Lc. 17. 5-10
     En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería. ¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
     Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Otras lecturas: Habacuc 1, 2-3;2,3-4; Salmo 94; 2Timoeo 1,6-8.13-14

     Están Jesús y los discípulos frente a frente, y se plantea un tema tan básico como el de la fe. Ellos ven la desproporción entre lo que el Maestro propone y lo que de hecho sus vidas dan de sí. Por eso aquella petición con un humilde realismo por parte de aquellos hombres: “auméntanos la fe”. Es la experiencia de vértigo ante Alguien grande, ante un maestro diferente en Israel.
     Jesús provoca a sus discípulos de frágil fe, utilizando el recurso de la paradoja: creer hasta lo imposible –trasplante de la morera al mar–. Sin duda quedarían completamente descolocados. Porque creer no es una postura fingida, sino la adhesión de toda la persona.
En segundo lugar, una fe que es un don. La adhesión a Dios que transforma en posibles los imposibles, no es fruto del empeño, ni del noble esfuerzo, sino una gracia que Dios concede a quien la pide y la acoge. De modo que es impropio ponerle un precio a lo que se ha recibido gratis. Es lo que Jesús explica con el ejemplo del criado del campo: “somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     Jesús nos hace comprender que fe y servicio no se pueden separar, es más, están estrechamente unidas, enlazadas entre ellas. La vida cristiana de cada uno viene de lejos, y es un don que hemos recibido en la Iglesia y que proviene del corazón de Dios, nuestro Padre, que desea hacer de cada uno de nosotros una obra maestra de la creación y de la historia. (Papa Francisco)
     En el Evangelio de hoy, Jesús nos pide, incluso con palabras muy fuertes y radicales, una disponibilidad total, una vida completamente entregada, sin cálculos y sin ganancias… Porque él nos ha amado de ese modo, haciéndose nuestro siervo «hasta el extremo», viniendo «para servir y dar su vida». (Papa Francisco)
    Estamos llamados a servir… para imitar a Dios, que se hizo siervo por amor nuestro. Estamos llamados a vivir sirviendo. El servicio es un estilo de vida, más aún, resume en sí todo el estilo de vida cristiana: servir a Dios en la adoración y la oración; estar abiertos y disponibles; amar concretamente al prójimo; trabajar con entusiasmo por el bien común. (Papa Francisco)

ORATIO:
     ¡Señor auméntanos la fe! En cualquier situación, Señor aumenta mi fe. Dame una actitud de servicio y de disponibilidad. Me uno a san Agustín diciéndote: “Dame lo que mandas y manda lo que quieras”.
¡Señor aumenta mi fe!,
que mi vida sea un servicio gratuito
a favor de los hermanos.

CONTEMPLATIO:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza…»
     Hoy también nos provoca Jesús, cuando nos asomamos a tantos imposibles como nuestro mundo tiene planteados: violencias, corrupciones, hambres, inhumanismos, increencia, desencantos… No es un desafío a nuestra habilidad o estrategia, sino a nuestra fe, porque la solución de nuestros contenciosos no pasa simplemente por nuestras estrategias, sino por la realización del proyecto de Dios sobre la historia. El Reino.
     Tener fe es adherirse a Dios y a su proyecto, haciéndolo realidad, sueño cumplido y no pesadilla a olvidar. Apasionarse por ese diseño divino, con todo el corazón y con toda la inteligencia… llegados a este punto de ver cómo es nuestra fe, acabamos diciendo aquello de los discípulos: “Señor, auméntanos la fe”. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)


   Tened fe. Mas, para tener fe, orad con fe. Pero no podéis orar con fe sin tener fe, pues ninguna cosa ora sino la fe. Entonces, ¿diste tú primeramente algo a Dios, y algo que no te había dado Él? Hombre mentiroso, ¿hallaste qué darle? ¿De dónde lo obtuviste? ¿Qué podías darle? ¿Tenías algo? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Por lo tanto, dad a Dios de lo que has recibido de Dios. Lo que recibe de ti Él te lo dio. Pues tu mentalidad, antes de que Él te diera, hubiera quedado vacía en extremo. (San Agustín).


1 comentario:

  1. Nuestra fe siempre es pobre y necesita ser alimentada cada día por la escucha de la Palabra de Dios. Es una fe que se debe hacer peregrina en la confianza, de que sé, de quién me he fiado, y como decía San Pablo estoy persuadido de que el Señor llevará a buen término la obra que comenzó en nosotros. Una fe que hace milagros cuando vivimos en el convencimiento de que Dios siempre es Padre, y actúa como Padre, aunque caminemos por valles oscuros. Si verdaderamente ponemos la mirada en el Dios todopoderoso que ensalza de la basura al pobre, y los hace sentarse con El a la mesa del compartir.
    Alimentar la fe, sabiendo que nos tiene que llevar a vivir con la esperanza cierta, de quien vive en la caridad. Alimentarse de la Palabra de Dios, descubriendo en los acontecimientos de la vida y de la historia, que siempre es el Señor el que tiene la última Palabra. No vivir lamiendo nuestras propias heridas, con la convicción de que no hay solución, y de que hay que retirarse a los cuarteles de invierno, hasta que no nos toquen tiempos mejores. En el fondo es una tremenda falta de fe, que nos hace tirar la toalla y darle más cabida a la oscuridad, que a la certeza de saber que viene galopando la aurora.
    Siempre el Señor admira en su bondadoso corazón a los que viven de fe. Se admira y asombra ante tantos encuentros con El, cuándo descubre la confianza y la fe de quien arranca el milagro porque sabe que el Señor siempre actúa a nuestro favor. Siempre nos ganamos su Corazón, cuando desde la fe, le décimos una y otra vez, en ti confío. Acercarse siempre a su Persona, a su Corazón, con esta fe, que como un niño se lanza a vivir confiado en los brazos de su Madre, pues sabemos que aunque una madre se olvidara del hijo de sus entrañas, jamás se olvidaría el Señor de nuestras necesidades. Hay que pedirle con toda confianza a quien sabemos que tiene abierto su Corazón.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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