OCTUBRE, MES MISIONERO
EXTRAORDINARIO
La Iglesia ha convocado un Mes Misionero Extraordinario para octubre de 2019 con
el lema: “Bautizados
y enviados: la Iglesia de Cristo en Misión en el mundo”. hemos de preguntarnos:
¿por qué un mes misionero extraordinario? Pues bien, es el deseo del Santo
Padre, el Papa Francisco, realizar una amplia celebración que reavive la conciencia bautismal del
Pueblo de Dios en su relación con la misión de la Iglesia, con el fin de despertar la
conciencia y retomar la responsabilidad de proclamar el Evangelio a todos los
hombres. Es el modo de conmemorar la carta apostólica Maximum illud del
Papa Benedicto XV, que pedía a los cristianos de 1919, recién terminada la I
Guerra Mundial, que se implicasen en un compromiso misionero renovado, como estaban
haciendo las iglesias jóvenes con los misioneros de la época, muy activos.
Además, se recordaba a todos que el Evangelio y la fe cristiana son el corazón
de la misión, y no los colonialismo o nacionalismo que oscurecían la
universalidad de la salvación y la catolicidad de la Iglesia.
Tomar conciencia de la -Missio ad
gentes- y asumir la responsabilidad de proclamar el evangelio con
un nuevo impulso unen la visión de aquella carta y el deseo de vitalidad misionera
que el Papa Francisco expresa en Evangelii Gaudium: “La actividad
misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la iglesia” (EG 15).
Se trata de poner la misión de Jesús en el corazón de la misma Iglesia,
transformándola en criterio para medir la eficacia de las estructuras los
resultados de su trabajo, la fecundidad de sus ministros y la alegría que ellos
son capaces de suscitar. Porque sin alegría no se atrae a nadie” (Francisco.
Encuentro con el Comité directivo del CELAM, Bogotá, 7 sept. 2017). Es doloroso
escuchar aún acerca de la Iglesia, como dicen algunos, que “sabemos muy bien
lo que denuncia, pero no sabemos lo que anuncia.” El Papa Francisco nos
dice claramente que existe una jerarquía de verdades y que el kerygma es
lo más importante (EG, 36).
Todos deberíamos vivir en un estado
permanente de misión, y nada de lo que hacemos debería olvidar este aspecto.
Esto debemos recordarlo las Delegaciones diocesanas, las parroquias,
asociaciones y movimientos, las cofradías, las congregaciones religiosas en sus
actividades misioneras, educativas o caritativas. Pero
debemos tener presente con realismo que es indispensable el compromiso de
conversión personal y comunitaria a Jesucristo
vivo en su Iglesia para renovar la pasión misionera y evangelizar con ardor. La
alegría de vivir la fe y comunicarla nace del amor que genera nuevas relaciones
y acciones, se abre a la comunicación, la colaboración y la comunión. Por esta
razón el Papa ha sugerido vivir este tiempo extraordinario de misión cultivando
el encuentro personal con Cristo, acercándose al testimonio de los santos y de
los mártires, incrementando la formación misionera con la catequesis, el
conocimiento de la Palabra de Dios, y poniendo en práctica acciones de caridad
misionera…
Este evento –el mes extraordinario– quiere ser el inicio de
una aventura de fe, de oración, de reflexión y de caridad, que ha de dar mucho
fruto. Debemos alegrarnos porque impulsa desde lo más hondo el movimiento
evangelizador que venimos realizando en la diócesis desde hace años. Es más,
coincide con él, pues no podría ser de otro modo. No sólo nos da la oportunidad
de fortalecer el trabajo misionero que se realiza en los países llamados de
misión, sino que nos estimula y anima a ser nosotros mismos enviados del Señor
para transmitir la alegría de creer, con palabras y obras. Es una misión
esencial a la Iglesia, una tarea ineludible y permanente, su dicha y su
vocación propia. Este empeño y preocupación por la salvación de todos ha de
marcar la conciencia misionera hacia afuera y la de nuestra comunidad diocesana
para sentirse enviada a evangelizar las familias, las parroquias, los alejados
de Dios, las escuelas, el mundo de la pobreza y de la marginación, los
emigrantes, la juventud, etc. Ser misionero no es un adorno para un cristiano, sino que está
en el corazón mismo de la fe de cada bautizado, si se ha encontrado
verdaderamente con el Señor. Por consiguiente, todo ha de contribuir para hacer nuestro el
anhelo expresado por el Papa Francisco: “Sueño con una opción misionera
capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los
horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce
adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la
autropreservación” (EG 27).
Quiera Dios que se cumpla mejor en nosotros
el objetivo deseado por el Papa Francisco: que vivamos la Iglesia de Cristo en
misión en medio del mundo, como bautizados y enviados por el Señor…
Con mi afecto de siempre os bendigo a
todos
+
Rafael - Obispo de Cádiz y Ceuta
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