TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 25 de octubre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 27 DE OCTUBRE DEL 2019, 30º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«¡OH DIOS!, TEN COMPASIÓN DE ESTE PECADOR»


Lc. 18, 9-14

     En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.
     El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: « ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Otras lecturas: Eclesiástico 35, 12-14.16-19a; Salmo 33; 2Timoeo 4,6-4,8.16-18

LECTIO:
     Impresionante la parábola evangélica de este domingo, en la que nos sentimos reflejados. Nos sentimos reflejados en la actitud del fariseo que subió al templo. Cuántas veces delante de Dios le pasamos factura por el bien que hemos hecho. Pensamos que Dios nos tendría que tratar de otra manera, tendría que pagarnos los servicios prestados... Y si nos ponemos a compararnos con los demás, peor todavía. Pensamos tantas veces que el otro no se merece tanto bien como le acontece en la vida... 
     Por el contrario, el publicano subió a la oración con el alma humillada. Es consciente de su pecado, se da cuenta de que no tiene remedio por sí mismo. Que se ha propuesto tantas veces ser bueno y otras tantas le ha traicionado su debilidad. Ante Dios, le brota espontanea la humildad de reconocer lo que es, un pecador. No se compara con nadie…
     Jesús dijo esta parábola por “algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás” (Lc 18,9). Es una seria advertencia para nosotros, sus oyentes, sus discípulos. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)


MEDITATIO:
     Jesús quiere enseñarnos la actitud justa para orar e invocar la misericordia del Padre. Ambos protagonistas suben al templo a orar… El fariseo ora «de pie». Su oración en realidad es un alarde de sus propios méritos, con sentido de superioridad hacia los «demás hombres… Aquel fariseo ora a Dios, pero en verdad mira a sí mismo. En vez de tener delante de sus ojos al Señor, tiene un espejo. Más que orar, el fariseo se complace de la propia observancia de los preceptos. (Papa Francisco)
     El publicano se presenta en el templo con ánimo humilde y arrepentido… Su oración es breve: «Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador». Nada más… Actúa como un humilde, seguro solo de ser un pecador necesitado de piedad… Solo puede mendigar la misericordia de Dios. (Papa Francisco)
     De estos dos, ¿Quién es el corrupto? En la vida quien se cree justo y juzga a los demás y los desprecia, es un corrupto y un hipócrita. La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja a Dios y a los demás. La humildad es la condición necesaria para experimentar la misericordia que colma nuestros vacíos. Dios tiene una debilidad: la debilidad por los hombres. Delante de un corazón humilde, Dios abre su corazón totalmente. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor Jesús, tu mandamiento de amarnos como tú mismo nos amaste nos hiere el corazón y nos haces descubrir con dolor qué lejos andamos de habernos revestido de tus sentimientos de misericordia y de humildad.

Señor, mi corazón es soberbio, me cuesta olvidar;
me lastiman las críticas, incomprensiones:
hazme humilde Señor.

CONTEMPLATIO:
«Os digo que éste bajó a su casa justificado»
     Jesús nos enseña a vivir en la verdad de nosotros mismos, sin fantasías que nos engañan. La humildad es vivir en la verdad, y la verdad es que no somos nada, recuerda santa Teresa de Jesús Pero en este poco o nada que somos, Dios ha fijado sus ojos para elevarnos haciéndonos hijos suyos. La gran dignidad humana se fundamenta en lo que Dios ha hecho por nosotros. Siendo injustos y pecadores, Dios ha tenido compasión de nosotros y nos ha hecho hijos suyos. No saber esto, lleva al ser humano a buscar apoyos ficticios, a apoyarse en sí mismo o apoyarse en los demás. La autoafirmación de sí mismo conduce al orgullo, y es una señal manifiesta de debilidad; o incluso lleva a apoyarse en el aplauso de los demás, que pasa como un ruido vacío
     La vida cristiana, la vida de Cristo en nosotros es un camino de humildad, que se alimenta de humillaciones. No nos apoyamos en lo que ya tenemos, y menos aún en el juicio ajeno, que tantas veces se equivoca. La vida del cristiano se apoya en Dios, esa es su roca firme. Y cuando se dirige a Dios, lo hace con plena confianza: Señor, ten compasión de este pecador. La oración hecha con humildad, nos va regenerando por dentro. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)



   Las súplicas y las palabras de los hombres que oran deben hacerse con un método que implique paz y discreción. Debemos pensar que estamos en la presencia de Dios. Hay que ser agradables a los ojos de Dios tanto por la postura como por el tono de la voz. Pues así como es propio de los desvergonzados estar siempre gritando, también lo es de una persona discreta el rezar con preces comedidas. (S. Cipriano de Cartago)

1 comentario:

  1. Siempre esta parábola ha sido una referencia para explicar la oración. El ser de una persona religiosa se expresa en su verdad y autenticidad desde su oración. Orar es y será la dimensión esencial de la relación con Dios.
    Jesús nos habla de dos personas que suben a orar al templo. Hasta físicamente, no solo espiritualmente, se subraya que la oración es subida, es ponerse en camino.
    El fariseo le cuenta a Dios lo bueno que es. Probablemente, todo lo cumple. Claro que para decirle a Dios lo bueno que es, tiene que mirar de reojo a los demás que no son como él. Es una oración ante su propio espejo. El fariseísmo es la religión sin corazón que siempre lleva a juzgar sin piedad a los demás. Es el hijo de la parábola del Hijo Pródigo que se queda en casa, pero que se sitúa delante del Padre, como siervo que cumple leyes y sin un corazón misericordioso con los demás.
    El publicano expresa el corazón orante que no es autorreferencial. Es humilde porque camina en verdad. Le muestra sus manos vacías para que las llene el Señor con la ternura de su Corazón. No mira a nadie para juzgarlo…ya tiene bastante con sus pecados. Verdaderamente, ha subido y ha llegado a las entrañas de misericordia del Corazón del Señor. Baja transformado porque su oración no ha sido un espejo donde mirarse para decirse lo bueno que es él y lo malo que son todos los demás.
    Los dos suben y los dos bajan. Son distintos sus corazones y son distintas las realidades orantes de sus vidas. Tenemos que subir, siempre, al monte de la contemplación y, siempre, con un corazón humilde y contrito, bajar al valle de la desfiguración donde viven nuestros hermanos en todas las intemperies y en todas las periferias físicas y existenciales. Una vida cristiana sin oración es imposible. Una oración sin corazón es farisaica y nos cierra a los hermanos.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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