TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 19 de octubre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE OCTUBRE DEL 2019, 29º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)


«HAZME JUSTICIA FRENTE A MI ADVERSARIO»

 Lc. 18. 1-8
     En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
     «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
     Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Otras lecturas: Éxodo 17, 8-13; Salmo 120; 2Timoeo 3,14-4,2



     La enseñanza de Jesús sobre la oración no era una cuestión banal. Él quería enseñar a sus discípulos a orar de tal manera que permanentemente pudieran estar hablando-con y escuchando-a Quien permanentemente está dispuesto a acoger nuestras palabras y a dirigirnos las suyas.

     El Maestro les propone una parábola con dos personajes curiosos: un juez y una viuda. La persona más desprotegida que demanda ayuda al juez menos indicado… Dice Jesús que aquél juez terminó por ceder ante la viuda y determinó hacer justicia ante el adversario de ésta… por puro temor y para que le dejasen en paz y para que no lo siguiera fastidiando.
     Aquí se pararía el Señor y les diría a los discípulos: ¿os dais cuenta qué ha hecho este juez injusto? Al final ha hecho justicia ante una pobre mujer que suplicaba. Un hombre que no ha sido capaz de hacerlo por la verdadera razón: el servicio al otro, el derecho del otro, el amor al otro, lo hizo por egoísmo, por amor a sí mismo… pero lo hizo. ¿Y Dios? ¿Qué hará Dios? ¿Cómo se comportará ante sus elegidos que día y noche le gritan y suplican? (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)


     La parábola contiene una enseñanza importante: «es necesario orar siempre sin desanimarse». No se trata de orar algunas veces, cuando tengo ganas. No, Jesús dice que se necesita «orar siempre sin desanimarse». Y pone el ejemplo de la viuda y el juez. (Papa Francisco)
     Orar “sin desfallecer”. Todos sentimos momentos de cansancio y de desánimo, sobre todo cuando nuestra oración parece ineficaz. Jesús nos asegura que Dios escucha siempre a sus hijos, aunque no significa que lo haga en los tiempos y en los modos que nosotros quisiéramos. (Papa Francisco)
     «No se haga mi voluntad, sino la tuya». El objeto de la oración pasa a un segundo plano; lo que importa antes de nada es la relación con el Padre. Es esto lo que hace la oración: transforma el deseo y lo modela según la voluntad de Dios, cualquiera que esa sea, porque quien ora aspira ante todo a la unión con Dios, que es Amor misericordioso. (Papa Francisco)


     Señor Jesús, enséñanos una oración perseverante, que no ceda a cansancios y desánimos, que no se turbe ante el aparente silencio de Dios.

Señor, regálame la fe inquebrantable
y la confianza insistente
de la viuda desamparada.

« Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche? »


     El cristiano es el que precisamente aprende a vivir desde la inagotable relación con su Dios y Señor, en un continuo cara a cara ante su bendito Rostro, con un constante saberse mirado por los ojos de Otro. Esta Presencia que es siempre compañía y jamás se escurre como fugitiva, no nos ahorra a los cristianos la fatiga apasionante del vivir de cada día con todas sus luces y sus sombras, pero sí que nos permite vivirlo de otro modo, desde otros Ojos que nos ven, desde otro Corazón que nos ama y por nosotros palpita y desde otra Vida que nos acoge regalándonos la dicha.
     La oración, como certeza de una compañía de aquel que nos habla y nos mira, es una educación para la vida: también nosotros cristianos podemos sufrir todas las pruebas, pero nunca con tristeza y desesperanza. La circunstancia puede que no cambie, pero sí nuestro modo de mirarla y de vivirla, porque sabemos que Dios nos la acompaña sin interrupción, en horario abierto y sin declino. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)



   Orad sin cesar» nos manda el apóstol Pablo (1 Tes 5,17). Recordando este precepto, Clemente de Alejandría, escribe: «Se nos ha mandado alabar y honrar al Verbo, que sabemos es el Salvador y el Rey, y por él, al Padre, y no tan sólo unos días escogidos, como lo hacen otros, sino constantemente a lo largo de toda nuestra vida y de todas las maneras posibles». En medio de las ocupaciones de la jornada, en el momento de vencer la tendencia al egoísmo, cuando experimentamos el gozo de la amistad con otros hombres, en todos esos momentos el cristiano debe encontrarse con Dios. (San Josemaría Escrivá, Pb)

1 comentario:

  1. Volvemos a uno de los temas preferidos de Lucas, la oración de los pobres, la oración de intercesión pues solo piden los necesitados de verdad. Jesús es el intercesor ante el Padre. No solo como Moisés con las manos en alto, sino con su Corazón, donde tienen resonancias todas nuestras necesidades.
    Es necesario descubrir las tres claves de la oración de petición que nos da Lucas.
    Primero, orar de día y de noche. Sin desfallecer. Es la constancia de pedir y de interceder lo que vuelve loco el Corazón de Dios. Son muchos los hombres y mujeres de ayer y de siempre que sienten una profunda llamada a orar sin desfallecer de día y de noche. Es la profunda intercesión del pobre Lázaro, del publicano que ora desde la pobreza y sin juzgar; es la oración de la Madre de Dios que proclama que Dios escucha y alza de la basura al pobre. Orar de día y de noche es la oración de quien se siente rematadamente pobre y necesita de todo.
    La segunda clave es orar como la viuda que pide justicia e insiste con la convicción de que será escuchada aunque no sea más que por lo pesada y continúa que es su petición. Sabe que Dios hace justicia a los que le invocan de día y de noche. La insistencia es confianza en que seremos escuchados. Dios no se desentiende del pobre y abatido que se estremece ante sus palabras. El ejemplo de Jesús es siempre muy esclarecedor. La perseverancia y constancia revisten a nuestra oración de petición de la esperanza de saber esperar.
    En la última clave Jesús habla de fe, de saber si cuando llegue el final de los tiempos el Señor encontrará esta fe en esta tierra. Es siempre como María creer en el Dios de lo imposible. Es vivir en el asombro de que el Señor se estremece con la ternura de nuestra constancia. Es vivir con la esperanza de que la oración de petición que es la oración de nuestra pobreza vuelve loco el Corazón del Señor, cuando volvemos una y otra vez constantemente y sin desfallecer. Es ganarse de cuajo al Señor porque nada ni nadie nos puede apartar de la convicción de la bondad de su Corazón


    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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