TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 27 de julio de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE JULIO DEL 2019, 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)


«SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR…»

 Lc. 11. 1-13

     Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
     Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
     Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».

Otras lecturas: Génesis 18, 20-22; Salmo 137; Colosenses 2,12-14

LECTIO:
     En el evangelio de este domingo XVII del tiempo ordinario (ciclo C), Jesús nos enseña a orar con la oración del Padrenuestro. Estaba Jesús orando y los discípulos se acercaron para decirle: “Enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Toda la vida de Jesús está transida de oración, su relación con el Padre es fluida y espontánea, mira las personas, los acontecimientos y las cosas con los ojos de Dios. Aparece en muchas ocasiones orando: al atardecer, al amanecer, durante toda la noche, al realizar un milagro o una curación extraordinaria, retirado solitario en el monte, rodeado de sus discípulos o ante la muchedumbre. Es una lección permanente y silenciosa, un ejemplo de vida. Le atrae ponerse en oración como al hierro le atrae el imán, y comparte con el Padre los deseos de su corazón.
     La gran novedad de la oración cristiana, la que Jesús nos enseña, es la de tratar a Dios como Padre. No nos atreveríamos a hacerlo, si no fuera porque él nos lo ha enseñado así. Es decir, Jesús nos introduce en su corazón de hijo y nos abre de par en par las puertas del corazón de su Padre, el corazón de Dios, para hacernos hijos… Otra novedad de la oración que Jesús nos enseña es, junto a la invocación de “Padre”, la de llamarle “nuestro”. Es decir, a Dios no nos dirigimos nunca como personas aisladas, sino siempre formando parte de una fraternidad humana, en la que todos somos o estamos llamados a ser hermanos, precisamente porque tenemos como padre a Dios. El Padrenuestro es, por tanto, oración de fraternidad, de solidaridad porque tenemos en común a nuestro Padre Dios.  (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)

MEDITATIO:
     «Señor, enséñanos a orar»; y Jesús responde: «Cuando oréis, decid: “Padre…”». Esta palabra es el «secreto» de la oración de Jesús, es la llave que él mismo nos da para que podamos entrar también en esa relación de diálogo confidencial con el Padre que le ha acompañado y sostenido toda su vida. (Papa Francisco)
     Al apelativo «Padre» Jesús asocia dos peticiones: «sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu reino». La oración de Jesús, y por lo tanto la oración cristiana, es antes que nada un dejar sitio a Dios, permitiendo que manifieste su santidad en nosotros y dejando avanzar su reino, a partir de la posibilidad de ejercer su señorío de amor en nuestra vida. (Papa Francisco)
     Otras tres súplicas completan esta oración que Jesús nos enseña, el «Padre Nuestro». El pan, el perdón y la ayuda ante las tentaciones. No se puede vivir sin pan, no se puede vivir sin perdón y no se puede vivir sin la ayuda de Dios ante las tentaciones. El pan que Jesús nos hace pedir es el necesario, no el superfluo; es el pan de los peregrinos, el justo, un pan que no se acumula y no se desperdicia, que no pesa en nuestra marcha. (Papa Francisco)
     ¡La oración es el primer y principal «instrumento de trabajo» que tenemos en nuestras manos! Insistir a Dios no sirve para convencerle, sino para reforzar nuestra fe y nuestra paciencia, es decir, nuestra capacidad de luchar junto a Dios por cosas realmente importantes y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo luchando juntos por las cosas importantes. (Papa Francisco)

ORATIO:
Perdóname para que yo perdone,
perdóname, que sienta en mi corazón tu perdón,
y dé tu perdón a todos, hasta que amanezca el amor.

CONTEMPLATIO:

«Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá,…»

     Al enseñarnos a orar, Jesús nos insiste en que pidamos: “Pedid y se os dará”. ¿Por qué este mandato insistente? Algunos piensan que si Dios ya sabe nuestras necesidades, para qué pedirle insistentemente.
     La oración de petición ha de hacerse con confianza y con perseverancia. Sabiendo que para Dios nada hay imposible, recurrimos a él cuando nos vemos incapaces de alcanzar aquello que necesitamos. San Agustín nos recuerda que al pedirle a Dios lo que necesitamos, no estamos recordándole a Dios nada, pues él todo lo sabe, sino que nos estamos recordando a nosotros que todo nos viene de Dios Pero si Dios está dispuesta a concederlo, ¿por qué se hace de rogar tanto? Pues –continúa san Agustín-, porque repitiendo una y otra vez lo que necesitamos, va ajustándose nuestra voluntad a la de Dios, no a la inversa. (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)



  Esclarézcase en nosotros la noticia de ti, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la altura de tu majestad y la profundidad de tus juicios… y lo que no perdonamos del todo, haz tú, Señor, que lo perdonemos del todo tratando de ser útiles a todos en ti” (S. Francisco)

1 comentario:

  1. Después de no acertadas interpretaciones, la oración de petición hoy como siempre ha vuelto a situarse en verdad en su lugar como oración plenamente evangélica. Escuché alguna vez a algunos pensando que habían descubierto el Mediterráneo, mi oración es solo de alabanza y agradecimiento, pero no pido nada porque Dios sabe lo que necesito mejor que yo. ¡¡Claro que lo sabe!!, pero no lo sabe por ti, si tú no te presentas con un corazón necesitado.
    Si Benedicto XVI hablaba de Dios, como el que mendiga nuestro amor, también cada uno de nosotros debe ser mendigo del amor de Dios y de cada persona humana. El amor no se exige, se mendiga. La oración de petición que Jesús nos enseña en Lucas tiene tres pasos y se recoge en el Padrenuestro.
    El primer paso es la afirmación de orar a un Padre Bueno, que nos quiere y que quiere que le pidamos…pedid y se os dará. Solo viven la oración de petición aquellos que han saboreado la paternidad de un Dios que nos quiere con locura y que desea para cada uno de nosotros lo mejor.
    Segundo, si no nos sentimos necesitados, no somos pobres y por tanto nos situamos delante del Señor, ricos y con la satisfacción del que no se abre a recibir porque lo tiene todo y no necesita ni de Dios ni de nadie. Solo piden de verdad los pobres, y los que viven abiertos a la Misericordia de Dios.
    El último paso es la oración de petición que tiene su culminación en el Padrenuestro, es el que de verdad ora, desea y pide, el mendigo. Aquel que se abre porque se siente necesitado de todo. Como un niño pequeño que su única arma es el pedir, el llorar, el patalear, hasta que sus padres le dan lo que necesite.
    Pedir, es exigencia de quien se sitúa delante de Dios y de la gente pobre necesitado de la ternura de Dios. Solo abiertos a recibir, invocamos con nuestras manos la ayuda de un Padre, que es siempre Padre, y que se ha comprometido a concedernos aquello que necesitamos, si es para nuestro mayor bien y a mayor gloria de Dios.

    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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