JULIO: EL CORAZÓN
DE JESÚS Y LA EUCARISTÍA
Toda oración exige levantar el corazón a Dios, es decir,
encuentro de un ser personal con un Ser personal. Nunca la oración es
soliloquio, ni voz que se pierde en el vacío. El verdadero fruto de toda
oración –vocal, mental o contemplativa- es el ir haciendo nuestra voluntad una con
la de Dios.
Centramos ahora nuestra reflexión en la
oración mental, o meditación que Don Luis la propiciaba mediante la “lectura
meditable”, como medio espiritual para adentrar a sus adoradores, vigilantes
nocturnos, en el camino de perfección, o sea, abrirles la senda de la oración para
alcanzar el objetivo más preciado, que no es otro que alcanzar amor.
Bien conocía que la perfección no se
alcanza por pensar mucho, sino por amar mucho, como le enseñó santa Teresa. Con
su vivacidad nos da la clave, “porque la sustancia de la oración no está en
pensar mucho, sino en amar mucho... y amar es complacer a Dios en todo”.
En Don Luis es frecuente encontrar en sus
textos que pase, casi sin darnos cuenta, de la meditación a la contemplación, o
presencia de Dios o recogimiento.
La meditación es ejercicio necesario previo. Consiste en
prepararla tierra y quitar las piedras, para hacernos más abiertos a Dios, a
confiaren El, a amarle mejor. Pero la contemplación y la oración de silencio son
mejores aún, pues nos llevan inmediatamente a un contacto directo personal con
el Señor. Don Luis sabía que el fin de la meditación era “encender el fuego en
los corazones”
El camino común exige propedéuticamente
pasar en cada vigilia de adoración por la media hora de meditación que Don Luis
concibió como una escuela práctica, como un método o modo práctico de que el seglar
aprenda a meditar, escalón de la oración y medio de llegar a ella y ….nuestra
mayor aspiración.”
La meditación es un trabajo
intelectual con el que se busca mover la voluntad hacia un mejoramiento
espiritual. La lectura meditativa que Don Luis prescribía para la
media hora de oración silenciosa en cada vigilia, es una medida pedagógica que
pretende ante todo iniciar al adorador en otro modo de oración que amplía la
experiencia de la oración vocal más universal. Pero no es un fin en sí misma,
sino una etapa en un camino, cuya meta es siempre amar y más amar a Jesucristo.
La meditación está
ordenada hacia la contemplación. Advierten los maestros de oración que “si estando en
meditación, el Espíritu Santo nos da la gracia de recogernos en silencio o de
darnos contemplación, no podemos tratar de seguir meditando.” Dice uno de ellos
con gracia: “No podemos decirle al Espíritu Santo: “un momentito, pues estoy
haciendo mi meditación”.
El catecismo de la iglesia católica nos enseña:
2705 “La meditación
es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo
de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace
falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente se hace con la ayuda de
algún libro, que a los cristianos no les faltan: las sagradas Escrituras,
especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del
día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de espiritualidad,
el gran libro de la creación y el de la historia, la página del “hoy” de Dios.”
Todo ayuda a la meditación, desde la composición del lugar ignaciana, el suceso
que nos ha ocurrido o los libros adecuados de lectura.
Santa Teresa de Calcuta advierte a sus
hijas: “Ciertamente podemos pasar un tiempo en la capilla; pero percibir en
vosotros, con los ojos del alma, el amor con que Él os mira, conocer verdaderamente
al Jesús vivo, no desde los libros sino por haberle dado hospedaje en vuestro
corazón. Entonces habréis entendido sus palabras de amor. Esta es la gracia que
debéis pedir. Él tiene el deseo ardiente de ofrecérosla. No abandonéis
nunca este contacto íntimo y cotidiano con Jesús como persona real viva y no como una
pura idea. Cómo podremos pasar, dice la santa, ya un solo día sin escuchar
decir a Jesús “yo te amo”. Es imposible. Nuestra alma necesita esto igual que
nuestro cuerpo necesita respirar; de lo contrario la oración muere y la meditación degenera
en simple reflexión.”
Admirablemente el calendario litúrgico nos
ofrece a los adoradores dos fiestas entrañables: El Corpus y el Sagrado
Corazón. No son dos fiestas distintas sino dos facetas de una misma prodigiosa
realidad: El Santísimo Sacramento es el Sagrado Corazón de Jesús que se ha quedado entre
nosotros, un deseo infinito de amar y ser amado que desea ser consolado y
complacido, tan sensible que siendo Dios se ha hecho vulnerable por la
indiferencia, los desprecios, las ingratitudes y sacrilegios pero que todo lo
soporta por la esperanza de nuestra reparación, que no es otra que nuestro
amor.
Hay un documento admirable de Don Luis
que conviene conocer como padres y como adoradores. Las cartas que
escribió a su hija Espiritusanto para prepararla a su primera comunión. Buscad
la cuarta en la que le habla con el cariño de un padre y la fe de un santo de
la unidad que existe entre Eucaristía y Corazón de Jesús. Os ofrezco un
fragmento en la que percibiréis que lo que escribe es fruto de haberlo meditado
largamente junto al Sagrario. No hay reflexión fría; hay ternura hacia su hija,
hay amor al Señor y hay mirada providente ante los más inesperados acontecimientos.
Meditemos de la
mano de Don Luis: “CARTA CUARTA
María del E.: Hija de mi alma;…Hoy me
sirves de pretexto para tratar de la devoción al Corazón deífico de Jesús, que
late en el Santísimo Sacramento del Altar, y que es el amante de todos los
hombres y su amigo, especialmente de los desgraciados.
Es una profecía realizada que el Señor en
los últimos tiempos será adorado en esta forma, que forma una de las más
tiernas en que pudo inspirarnos, porque se trata, por decirlo así, de su corazón, que
es el trono y asiento de los afectos humanos….
Cuando nos referimos a una persona que
ama, se habla de su corazón como del lugar de su afecto y del punto de donde
parte la expresión de él, sobre todo cuando nos referimos al amor de Jesucristo
a los hombres.
El Verbo divino, habiendo tomado un cuerpo
humano, tenía y tiene integralmente los mismos órganos que los individuos de
este linaje; en el Señor, en cuanto hombre, como en todos, es el corazón el
punto cardinal de la vida orgánica y sensitiva, y el paraje a donde confluye la
sangre toda para volver a esparcirse por todo el cuerpo, y así como no se vive
sin sangre, aquella noble entraña, al paso que es motor de la vida, no ha
convenido en significar por ella el afecto, que es el móvil de nuestra vida de
relación.
Por otra parte, es indudable
que Jesucristo reside sustancialmente en la Hostia consagrada, y está en el
Sacramento con todos los elementos de su vida, y por tanto
se infiere que allí reside su corazón.
Sentados estos hechos, que son de Fe,
vendrás a comprender que el Corazón de Jesús se aposenta sacramentalmente en el
Sagrario y que, por lo mismo, puede el cristiano establecer relaciones con
nuestro Señor Jesús por medio de un culto especial, ya que se halla presente allí
realmente bajo las especies consagradas.
En tu edad inocente todavía es cuando se
establecen mejor las afinidades del afecto y se labra la educación cristiana que
estás recibiendo; y como ésta no tiene otro fin que discernir cuál es el
mejor objeto de tu amor, y el modo de fundamentarlo sobre bases sólidas y
duraderas, para toda la vida, de aquí que te recomiende yo esta hermosa devoción.
Porque dicho se está que el príncipe de nuestros amores es el que puede
adquirirse y estrecharse con Nuestro Señor Jesucristo, puesto caso que el amor
que el Señor nos tiene es el mayor, el más puro, el más acendrado, y de su
parte el más exento de todo interés, aunque para nosotros sea el más útil y
provechoso al objeto de alcanzarnos la vida eterna.
Tal vez para esto mismo, y sólo para esto,
el Señor, que todo lo dispone con suavidad, tocando los fines más distantes con
fuerza, te alejó por algún tiempo del torbellino del mundo, colocándote por medios
inopinados en un lugar a propósito para que le ames y para amarte más y para
probarte Él suavísimamente su afecto. ¡Pobres de nosotros, que no conocemos por
qué ni para qué acontecen las cosas, toda vez que está escrito que los juicios
de Dios encubren muchos abismos!”
Preguntas para el diálogo y la meditación.
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¿Por qué la
oración de meditación no tiene como fin hacernos más cultos, más sabios, como
cuando leemos algo para informarnos o simplemente para saber de qué trata, sino
que es un medio para despertarnos el amor y admiración al conocer el prodigio
realizado? ¿Por qué un teólogo cuando medita los misterios y reflexiona no hace
oración de meditación, estudia. Pero si al caer en la cuenta del prodigio reflexionado
se le enciende el corazón en agradecimientos y alabanzas al Señor, ha pasado
del estudio a la oración?
■
La Iglesia
enseña que el Corazón de Jesús es la síntesis del Evangelio. ¿Por qué en la
escuela de la Adoración Nocturna contemplarla Eucaristía como un Corazón
traspasado, coronado de espinas, despidiendo llamas como un volcán enamorado,
es despertarnos a amar a Nuestro Señor asumiendo la divisa amor con amor se
paga?
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Un ejemplo
práctico: Si al pasear en este mes de junio contemplas la granazón de los
cereales, el verdor de los árboles, la frescura delas hierbas de prados y
caminos y recuerdas el vigor de la naturaleza, las lluvias recientes, la fuerza
del sol, aunque sientas la placidez que día y te sientas dichoso ¿Qué
tendríamos que añadir para transformar una vivencia hermosa en oración
meditativa? ¿En qué se nota que la carta familiar de Don Luis ha sido previamente
oración?
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