TIEMPO LITÚRGICO

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jueves, 10 de mayo de 2018


«GAUDETE ET EXSULTATE»: GUÍA EN 35 PUNTOS PARA SER SANTOS (II)



     7.-  Ser santo ya en lo cotidiano, en tu familia.

     "Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús".

     8. La Iglesia te ayudará a ser santo con "todo lo que necesitas".

     "En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de sus santos, y una múltiple belleza que procede del amor del Señor, «como novia que se adorna con sus joyas»".

     9.- Los pequeños gestos santifican.

     Francisco pone el ejemplo de "una señora que va al mercado a comprar" y le pasan varias cosas: renuncia a chismorrear, escucha con paciencia las fantasías de su hijo, reza el Rosario con fe y conversa con cariño con un pobre en la calle. Son pasos hacia la santidad. Como decía el cardenal Van Thuan, preso en las cárceles comunistas: «Vivir el momento presente colmándolo de amor», «aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria».

     10.- ¿Cómo se mide la santidad? Por la caridad, dice Benedicto XVI.

     «La santidad no es sino la caridad plenamente vivida», señala Francisco citando una catequesis de 2011 de Benedicto XVI. Por lo tanto, «la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya», sigue citando a su predecesor. Así, cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo.

     11.- No todo lo que hizo un santo es santo.

     "No todo lo que dice un santo es plenamente fiel al Evangelio, no todo lo que hace es auténtico o perfecto. Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida, su camino entero de santificación, esa figura que refleja algo de Jesucristo...", añade Francisco, citando en este caso al jesuita suizo Hans Urs von Balthasar (1905-1988).

     12.- ¿Ser contemplativos? Sí, pero sin salir de la acción y el ruido.

    "No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como parte de la propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de santificación. Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión", insiste el Papa Francisco, que parece muy preocupado por esos católicos que buscan el silencio y el descanso. 
     Más aún: "¿acaso el Espíritu Santo puede lanzarnos a cumplir una misión y al mismo tiempo pedirnos que escapemos de ella, o que evitemos entregarnos totalmente para preservar la paz interior? A veces tenemos la tentación de relegar la entrega pastoral o el compromiso en el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones» en el camino de la santificación y de la paz interior".

    13.- Consumo y tecnología hacen difícil escuchar a Dios.

     El Papa no desprecia los momentos de quietud, soledad y silencio ante Dios. "Las constantes novedades de los recursos tecnológicos, el atractivo de los viajes, las innumerables ofertas para el consumo, a veces no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios. Todo se llena de palabras, de disfrutes epidérmicos y de ruidos con una velocidad siempre mayor. Allí no reina la alegría sino la insatisfacción de quien no sabe para qué vive. ¿Cómo no reconocer entonces que necesitamos detener esa carrera frenética para recuperar un espacio personal, a veces doloroso pero siempre fecundo, donde se entabla el diálogo sincero con Dios? En algún momento tendremos que percibir de frente la propia verdad, para dejarla invadir por el Señor".
     El consumismo en el tiempo libre debilita al cristiano, por ejemplo, al "utilizar sin límites esos dispositivos que nos brindan entretenimiento o placeres efímeros. Como consecuencia, es la propia misión la que se resiente, es el compromiso el que se debilita, es el servicio generoso y disponible el que comienza a retacearse [palabra que en Argentina significa "escatimar", es decir, dar poco, con tacañería, ndReL]. Eso desnaturaliza la experiencia espiritual. ¿Puede ser sano un fervor espiritual que conviva con una acedia en la acción evangelizadora o en el servicio a los otros?
     Esto lo distingue, en una nota a pie de página, de "una sana cultura del ocio que nos abre al otro y a la realidad con espíritu disponible y contemplativo". 



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