TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 20 de mayo de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE MAYO, SOLEMNIDAD EN LA PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«SOPLÓ SOBRE ELLOS Y LES DIJO: RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»



Jn. 20. 19-23
     Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
     Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Otras Lecturas: Hechos  1,1-11; Salmo 46; Efesios 1,17-23

LECTIO:
     En las palabras que dirigió Jesús a sus discípulos con el fin de prepararlos para la separación, les plantea claramente la hostilidad y el odio del mundo, hasta la persecución (15,18-25), pero les promete el consuelo del Espíritu Santo. Jesús les enviará el «Paráclito», que está donde el Padre, en esa especie de «proceso» permanente del mundo contra los discípulos. 
     El Espíritu les enseñará, además, aquellas «muchas más cosas» que Jesús no pudo comunicarles porque estaban aún demasiado inmaduros en la fe y en el conocimiento de los caminos de Dios: por eso el Paráclito «se hará guía para el camino» hacia la verdad completa que le es completamente transparente (16,12s).

MEDITATIO:
     La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él, las hace capaces de recibir a Dios. Y ¿Qué es lo que hace el Espíritu Santo mediante esta nueva capacidad que nos da? Guía hasta la verdad plena, renueva la tierra y da sus frutos. Guía, renueva y fructifica. (Papa Francisco)
     Los Apóstoles… hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo comprenden que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios. (Papa Francisco)
     Amor que en la Resurrección vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el Redentor del hombre, el Señor de la historia y del mundo. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos. (Papa Francisco)
     El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo. …Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo: en el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas. (Papa Francisco)

ORATIO:

Fuerza de amor, Espíritu, que te cuelas como el aire,
presencia que llenas e invades los vacíos…
Rompe las ataduras de mis miedos cobardes y cómodos.

CONTEMPLATIO:
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
    
     Los discípulos, inundados de vida, sienten arder en su corazón el deseo de convertirse en misioneros del Evangelio. Nace así la Iglesia, morada del Espíritu, llamada a suscitar vida. Nace de la pequeñez, como la pequeña semilla de mostaza en un campo sin límites, pero parece no darse cuenta de esta evidente desproporción: sabe que su secreto es la fuerza del amor. Es el amor el que da energía y hace proceder con la audacia del que se atreve a todo porque cree.

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

     Como bautizados hemos recibido el Espíritu Santo. ¿Qué significa para mí esta presencia tan particular de Dios en la vida? ¿Cómo vivo que eres templo del Espíritu Santo? ¿Le pides que te guíe y asista en cada momento para hacer su voluntad? ¿Soy agente del perdón?
     Recibamos y vivamos la venida del Espíritu Santo con María, la madre de Jesús, madre de la Iglesia, madre tuya.


Oh fuego beatificante que no consumes e iluminas; y, si consumes, destruyes las malas disposiciones para que no se consuma la vida. ¿Quién me concederá poder estar envuelto de este fuego? Un fuego que me purifique quitando de mi espíritu, con la luz de la verdadera sabiduría, la oscuridad de la ignorancia, la oscuridad de una conciencia errónea; que transforme en amor ardiente el frío de la pereza, del egoísmo y de la negligencia. Un fuego que no permita a mi corazón endurecerse, sino que con su calor lo haga siempre maleable, obediente y devoto; que me libere del pesado yugo de las preocupaciones y los deseos terrenos y que, en las alas de la santa contemplación que alimenta y aumenta la caridad, lleve hacia lo alto mi corazón (S. Roberto Belarmino).

1 comentario:

  1. Tras la Ascensión de Jesús, los discípulos volvieron a Jerusalén. Allí esperarían el cumplimiento de la promesa del Espíritu. “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés”. En la sala donde se tuvo la última Cena, solían reunirse, eran concordes, y oraban con algunas mujeres y con María.
    La tradición cristiana siempre ha visto esta escena como el prototipo de la espera del Espíritu. La Madre de Jesús… era una mujer que sabía de la fidelidad de Dios, de cómo Él hace posible lo que para nosotros es imposible; era una mujer creyente que había aprendido a guardar en su corazón todo lo que Dios le manifestaba. Ella era, y sigue siendo, la que reunía a la Iglesia.
    A diferencia de la torre de Babel… ahora en Jerusalén ocurría: que las maravillas que se escuchaban eran las de Dios, y que lejos de ser víctimas de la confusión, aun hablando lenguas distintas, eran las justas y necesarias para entenderse.
    Efectivamente, se trataba de hacer entender en todos los lenguajes lo que maravillosamente Dios había dicho y hecho. La misión de la Iglesia es continuar la de Jesús: “como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
    Los discípulos de Jesús que formamos su Iglesia, como miembros de su “cuerpo”, desde nuestras cualidades y dones, en nuestro tiempo y en nuestro lugar, estamos llamados a continuar lo que Jesús comenzó.
    El Espíritu nos da su fuerza, su luz, su consejo, su sabiduría para que a través nuestro también puedan seguir escuchando hablar de las maravillas de Dios y asomarse a su proyecto de amor otros hombres, culturas, situaciones.
    El Espíritu “traduce” desde nuestra vida, aquel viejo y nuevo mensaje, aquel eterno anuncio de Buena Nueva. Esto fue y sigue siendo el milagro y el regalo de Pentecostés.
    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo

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