«SABED QUE ESTOY CON
VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FINAL DE LOS TIEMPOS»
Mt. 28. 16-20
En aquel tiempo, Los
once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al
verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les
dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en
la tierra. Id,
pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar
todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el final de los tiempos».
Otras
Lecturas: Deuteronomio 4,32-34.39-40;
Salmo 32; Romanos 8,14-17
LECTIO:
La fiesta de este domingo y las lecturas
bíblicas de su misa, nos permiten reconocer algunos de los rasgos de la imagen
de Dios a la cual debemos asemejarnos. …Dios es comunión de Personas, Compañía
amable y amante. Por eso no es bueno que el hombre esté solo: no porque un
hombre solo se puede aburrir sino porque no puede vivirse y desvivirse a imagen
de su Creador.
La primera lectura de esta fiesta dice que
sólo hay un único Dios, el cual nos manda guardar los mandamientos para que
seamos felices. Y ese Dios nos propone un determinado modo de vivir para que
realmente alcance nuestro corazón aquello para lo cual nació: la felicidad… nos
ha hecho hijos suyos, nos ha adentrado en su hogar y nos ha hermanado a su
propio Hijo Unigénito.
Por eso podemos decir en verdad ¡Padre!
por la fuerza del Espíritu. Y tan es verdad que somos hermanos de Jesús, que
hemos heredado su misión como Él mismo dice a los suyos en su despedida:
adentrad a todos en el hogar trinitario, bautizadlos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a ser felices según Dios,
enseñadles lo que yo os he mandado.
MEDITATIO:
Jesús nos reveló este misterio de la Santísima Trinidad. Él nos habló de
Dios como Padre; nos habló del Espíritu; y nos habló de sí mismo como Hijo de
Dios. Y así nos reveló este misterio. (Papa
Francisco)
Y cuando, resucitado, envió a los
discípulos a evangelizar a todos los pueblos les dijo que los bautizaran «en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Este mandato… lo dirige
también a cada uno de nosotros que, en virtud del Bautismo, formamos parte de
su comunidad. (Papa
Francisco)
Por lo tanto, la solemnidad litúrgica de
hoy, al tiempo que nos hace contemplar el misterio estupendo del cual
provenimos y hacia el cual vamos, nos renueva la misión de vivir la comunión
con Dios y vivir la comunión entre nosotros según el modelo de la comunión
divina. (Papa Francisco)
En una palabra, se nos encomienda la tarea
de edificar comunidades eclesiales que
sean cada vez más familia, capaces de reflejar el esplendor de la
Trinidad y evangelizar, no sólo con las palabras, sino con la fuerza del amor
de Dios que habita en nosotros. (Papa
Francisco)
ORATIO:
Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro,
ayúdame a olvidarme de mí por completo para establecerme en ti, inmóvil y
apacible como si ya mi alma estuviera en la eternidad; que nada pueda turbar mi
paz ni hacerme salir de ti.
Tú lo
eres todo, y en esa inmensidad sólo hay amor.
Un amor
que me desborda, me construye y me recrea.
Un amor
que se da y que espera.
Un amor
que, por encima de todo, me salva.
CONTEMPLATIO:
"Id
y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo"
Llegar a ser discípulos:
El discípulo convive con el maestro y aprende de él en la convivencia
cotidiana. Forma comunidad con el maestro y lo sigue, tratando de imitar su
modo de vivir y de convivir. Discípulo es aquella persona que no absolutiza su
propio pensamiento, sino que está siempre dispuesto a aprender. Como el
"siervo de Yahvé", el discípulo, él o ella, afinan el oído para
escuchar lo que Dios ha de decir.
Bautizar
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:
Ser bautizado significaba y significa asumir públicamente el compromiso de
vivir la Buena Noticia que Jesús nos ha dado: revelar a través de la
fraternidad profética que Dios es Padre y luchar porque se superen las
divisiones y las separaciones entre los hombres y afirmar que todos somos hijos
e hijas de Dios. ¡Somos cristianos porque fuimos bautizados en el nombre de la
Santísima Trinidad! Desde la pila de nuestro bautismo somos hijos de nuestro
gran Padre Dios, que se nos dio a conocer en tres personas distintas.
"Si
alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en
él haremos nuestra morada".
■… Oh mi Cristo
amado, crucificado por amor, yo quisiera ser una esposa para tu corazón;
quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte... hasta morir… Ven a mí como Adorador, como Reparador
y como Salvador […] Oh Verbo eterno,
Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero convertirme
totalmente en deseo de saber para aprender todo de ti; y después, a través de
todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijarte
siempre y permanecer bajo tu gran luz […]Oh
Fuego que consume, Espíritu de amor, ven a mí a fin de que se produzca en mi
alma como una encarnación del Verbo; que yo le sea una humanidad añadida en la
que él renueve todo su misterio. Y tú, Padre, inclínate sobre tu pobre y
pequeña criatura, cúbrela con tu sombra, no veas en ella más que al Bienamado
en el que has puesto todas tus complacencias… (Isabel de la Trinidad).
Hoy es la solemnidad de la Santísima Trinidad. El Dios que Jesús nos ha revelado es un Dios comunidad en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que viven en la gloria, en la felicidad eterna, antes que el mundo existiera. Libremente, estas Personas divinas han querido compartir su felicidad, manifestando su gloria en el universo creado. Una creación que ha quedado “prendada de su hermosura”. Y ante el pecado de nuestros primeros padres, Dios no se ha desentendido de nosotros, sino que nos ha enviado a su Hijo, como centro y culmen de la creación y de la historia, como redentor del hombre apartado de Dios por el pecado. Dios se ha empeñado en hacernos felices con él para siempre.
ResponderEliminarEl drama de la redención pone en juego a las tres Personas divinas, que se han compadecido de nuestra desgracia. El Padre ha enviado a su Hijo, que nacido de María virgen, se ha hecho semejante en todo a nosotros excepto en el pecado, ha sufrido, ha muerto y ha resucitado. Elevado al cielo, nos ha enviado al Espíritu Santo. Nosotros hemos conocido ese amor de Dios sin medida porque Jesús nos lo ha enseñado y nos lo ha demostrado en su vida. Derramando el Espíritu Santo en nuestros corazones, los Tres vienen a vivir en nuestra alma como en un templo, inyectando la vida divina en nuestra vida, que ya ha empezado a ser eterna y llegará a su plenitud en el cielo.
Este misterio tan sublime se nos ha revelado no para hacer cábalas en nuestra mente de una persona a otra, sino para contemplarlo como una realidad misteriosa que ha puesto su morada en nuestro corazón. No estamos solos, en nuestra alma ha puesto Dios su morada. La oración consiste precisamente en caer en la cuenta de esa presencia actuante de Dios en nuestra vida. Las tres divinas Personas se aman entre sí en nuestro propio corazón y de ahí brota una corriente de agua viva, que sacia nuestra sed de Dios.
[…] Coincidiendo con la solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la Jornada pro Orantibus y nos recuerda el valor de esta vocación contemplativa, nos invita a valorarla, apoyarla, orar por todos ellos, los monjes y las monjas contemplativos. El lema en este año teresiano dice: “Solo quiero que le miréis a él”. Cuando sus monjas le preguntan a Santa Teresa algunos consejos para tener contemplación, ella entre otras muchas recomendaciones les repite: “No os pido que penséis mucho… tan sólo os pido que le miréis” (Sta. Teresa, Camino de perfección [V] 26,3). La vida contemplativa tiene como motor principal la acción del Espíritu santo que provoca en el alma la fascinación por Cristo en cada uno de sus misterios. Mirarle a él no es una actitud paralizante, sino dinamizante del seguimiento de Cristo y de la entrega de la vida en ofrenda por la Iglesia.
Los monasterios contemplativos son lugares de oración para todos los cristianos. Nos hacen este gran favor, sea cual sea nuestra vocación: propiciar un clima de silencio y oración, particularmente en la oración litúrgica, en la que ellos y ellas viven continuamente. Valoremos este gran servicio al pueblo de Dios, y sostengamos nuestros monasterios con nuestro apoyo, nuestra oración, e incluso con nuestra ayuda material.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba