TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 28 de enero de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 29 DE ENERO DE 2017, 4º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«ALEGRAOS, VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE»

Mt. 5. 1-12ª
     En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
     «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
   Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Otras Lecturas: Sofonías 2, 3; 3,12-13; Salmo 145; 1Coríntios 1, 26-31

LECTIO:
     Como un nuevo Moisés, Jesús subirá a la montaña para proclamar allí su programa de bendición. Por eso Jesús realiza una nueva creación, porque con su vida y su muerte, con su resurrección, ha posibilitado nuevamente y definitivamente el proyecto del Padre que el pecado humano había frustrado. El sermón de la montaña…es la primera entrega de este volver a “decirse” de Dios en la boca de su Hijo, el bien-amado que hemos de escuchar.
     Produce una sensación extraña ir escuchando estas ocho formas de felicidad que son las bienaventuranzas. Pero ¿puede hablarse hoy de felicidad… de una felicidad verdadera y duradera? ¿No hay demasiadas contraindicaciones, demasiados dramas y oscuridades que nos rebozan su desmentido?
     No es fácil tampoco hoy el sermón de las bienaventuranzas, no porque nuestro corazón no se reconozca en ellas, sino porque nos parecen tan imposibles, tan distantes estamos de ellas, que la Palabra de Jesús nos resulta como nombrar la soga en la casa del ahorcado: o ¿es que no duele su mensaje de humildad, de mansedumbre, de paz, de limpieza, de misericordia… cuando seguimos empeñados –cada cual a su nivel correspondiente – en construir, en fomentar, en subvencionar un mundo que es arrogante, agresivo, violento, sucio, intolerante?
     Por esto son difíciles de escuchar las bienaventuranzas, porque nos ponen de nuevo ante la verdad para la que nacimos, ante lo más original de nuestro corazón y de nuestras entrañas humanas.
     Las bienaventuranzas nos esperan, en lo pequeño, en lo cotidiano, en el prójimo más próximo, y nos vuelven a decir: la paz es posible, la alegría no es una quimera, la justicia no es un lujo a negociar. No os engañéis más, no os acostumbréis a lo malo y a lo deforme, porque nacisteis para la bondad y la belleza. Y S. Agustín dirá: “nos hiciste, Señor, para ti e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en ti”.

MEDITATIO:
     Toda la novedad de Cristo está en las Bienaventuranzas. Son el retrato de Jesús, su modo de vida; y son el camino hacia la verdadera felicidad, que también nosotros podemos recorrer con la gracia que Jesús nos dona. (Papa Francisco)
     No tendremos títulos, créditos o privilegios que excusar. El Señor nos reconocerá si a nuestra vez nosotros lo habremos reconocido en el pobre, en el hambriento, en los indigentes y marginados, en quien sufre y está solo… Este es uno de los criterios fundamentales para la verificación de nuestra vida cristiana, con el que Jesús nos invita a medirnos cada día. (Papa Francisco)
     La nueva alianza consiste precisamente en esto: en el reconocerse, en Cristo, envueltos por la misericordia y la compasión de Dios. Esto es lo que llena nuestro corazón de alegría, y esto es lo que hace de nuestra vida un testimonio bello y creíble del amor de Dios por todos los hermanos que encontramos cada día. (Papa Francisco)
     Las bienaventuranzas no son sólo promesas para esperar, son todo un programa de vida para reformar esta tierra. Si por un día todos los hombres fuéramos pobres de espíritu, mansos de corazón, pacíficos, misericordiosos, limpios de corazón, podríamos traer el cielo a la tierra.

ORATIO:
     ¡Señor, tenemos tanta hambre y sed de alegría…!... Tus bienaventuranzas nos entusiasman y nos descorazonan. Nos entusiasman porque vemos en ti al intérprete de la felicidad, la persona que sabe dar las indicaciones precisas, acrisoladas por ti y experimentadas por millones de personas que se han fiado de ti y han confiado en ti.

Tú eres padre de los pobres: socorre nuestra miseria
Tú eres pródigo en dones: llena nuestras vidas
Tú eres luz de los corazones: ahuyenta nuestras tinieblas.
Eres consuelo admirable: disipa nuestra tristeza
Tú habitas en nuestra vida: se bienvenido a nuestro hogar.

CONTEMPLATIO:
     Cuando Jesús sube a la montaña y se sienta para anunciar las bienaventuranzas, hay un gentío en aquel entorno, pero sólo «los discípulos se acercan» a él para escuchar mejor su mensaje. ¿Qué escuchamos hoy los discípulos de Jesús si nos acercamos a Él?
     La vida de Jesús giraba en tomo a un proyecto que le entusiasmaba y le hacía vivir intensamente. Lo llamaba «reino de Dios». Era feliz cuando podía hacer felices a otros. Se sentía bien devolviendo a la gente la salud y la dignidad que se les había arrebatado injustamente.
     No buscaba que se cumplieran sus expectativas. Vivía creando nuevas condiciones de felicidad para todos. No sabía ser feliz sin incluir a los otros. A todos proponía criterios nuevos, más libres y personales, para hacer un mundo más digno y dichoso.
     Su grito era desconcertante para todos: 
«Felices los pobres porque Dios será su felicidad»
     La invitación de Jesús viene a decir así: «No busquéis la felicidad en la satisfacción de vuestros intereses… Sed felices trabajando de manera fiel y paciente por un mundo más feliz para todos».

¿Cómo podemos decir que las bienaventuranzas son el programa de la felicidad, si ensalzan a los pobres, los humildes, las personas que no cuentan o que están en el último peldaño de la escala social? … La verdadera alegría es una cuestión de relación personal basada en el amor (las cosas no dan la verdadera alegría). Esta relación es con Dios mismo. Ya, y aquí, se da una relación de comunión con él, aunque la comunión plena sólo se realizará en la eternidad (anónimo).

1 comentario:

  1. El corazón del Evangelio son las Bienaventuranzas. El Evangelio de Mateo nos presenta como reflejo del Corazón de Cristo, quien es verdaderamente Jesús, el que tiene un corazón ilimitadamente bueno, el Dios cercano que nos ama con una humanidad como la nuestra.
    Decía Nieztsche que este discurso de Jesús habría radicalmente prostituido a la humanidad ¿Cómo se pueden llamar felices, dichosos a los pobres, a los que lloran, a los que sufren, a los perseguidos? Estamos en lo más profundo del mensaje de Cristo. No aceptar estas reglas es condenarse a no ser feliz nunca. Sólo son felices los que reflejan el corazón bueno que expresan las Bienaventuranzas y que son las regles del Reino de Dios.
    Cuentan que un día, en un país ateo, se hacía burla de Jesús y su mensaje. Los actores lo tenían tan preparado que no dejaban títere con cabeza. Las risotadas del teatro se oían en la calle, ridiculizando a un tal Jesús de Nazaret. Me contaron que cuando llegó el momento de representar y proclamar las Bienaventuranzas de aquel Jesús, vestido de payaso, todo el mundo enmudeció, nadie se reía, algunos sollozaban. Algunos, quizá por primera vez y por última, se creían que se puede ser feliz siendo pobres, misericordiosos, limpios de corazón, sencillos, abiertos a la vida. En contraposición al mundo, a los poderosos, a los que te dicen que para ser feliz hay que tener, pisotear, ofender, ser rico, aplastar al que no piensa como tú. Aquel Jesús, al que se quería ridiculizar, había proclamado la Buena Noticia a los que sufren.
    ¿Me siento feliz y dichoso viviendo el Evangelio de Jesús? ¿Estoy convencido de que lo que reflejan las Bienaventuranzas es la persona de Jesús vista desde su Corazón?
    Los que ponen en práctica las Bienaventuranzas saben que aquí está la auténtica regla de felicidad que te lleva a vivir al aire de Jesús de Nazaret. Con otro estilo y siendo dichosos en lo humilde. Se descubre que, a lo largo de los siglos, los que han puesto en práctica las Bienaventuranzas son el “resto” de hombres y mujeres felices de todos los tiempos.
    No poner en práctica el programa de Jesús es condenarse a vivir en el sótano de los amargados, donde no les llega la cobertura de Dios porque están convencidos que las promesas de felicidad y las consignas sólo las da el mundo. Las Bienaventuranzas son como las “lentejas” o las comes o las dejas.
    +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres

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