TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 1 de enero de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1º DE ENERO DE 2017, SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS (Comentario de +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres)

LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA
Lucas 2. 16-21

     En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
     Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
     Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Otras Lecturas: Números 6, 22-27; Salmo 66; Gálatas 4, 4-7

LECTIO:
     Lucas es el evangelista que más destaca los gestos y actitudes de la Virgen María. Y le presenta en estos versículos como la “memoria viva” de la historia de la infancia de Jesús.
     La Madre María, ya lo dijeron los padres de la Iglesia, “concibió a Dios en su persona antes que lo concibiera en su seno”. María es la oyente de la Palabra. Siempre a la escucha de la Palabra, para sintonizar con el plan de Dios en su vida.
     Del encuentro de los pastores con Jesús, María guardó y meditó aquella experiencia sencilla y profunda. María es la que escucha a Dios en los acontecimientos de la vida. Así aparece la Virgen en el cántico del Magníficat.
     María es también la orante de la Palabra. Lo que veía en la vida diaria y la Palabra que escuchaba en la sinagoga de Nazaret, todo lo meditaba y lo oraba, lo convertía en un diálogo ininterrumpido con el Señor de la historia, su Hijo, totalmente presente en su vida.
     María es la oferente de la Palabra. En la circuncisión del Niño y al ponerle el nombre Jesús (Dios salva), María ofrece el fruto de sus entrañas al Padre para la salvación de los humanos. La oblación constante de su vida, de su Hijo, de todos sus gozos y sufrimientos, le lleva a la entrega total de su persona y a la ofrenda de su mismo Hijo, desde este momento doloroso de la circuncisión hasta el último suspiro en la cruz.

MEDITATIO:
     Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, siguen necesitando de Cristo. Pero pocos le reciben y le aceptan, porque se olvidan del ejemplo que nos dan María y los pastorcillos.
     El Evangelio nos dice que los pastores después de escuchar el mensaje del ángel “fueron a toda prisa”. Es decir, pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos.
     Para tener a Jesús hay que decidirse a dejar los “rebaños” del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe un Jesús a nuestra medida, sino el único que encontraron los pastorcillos “un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”.
     Para llegar a Jesús hace falta ser humildes, pues la entrada de la cueva es pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos enseña, desde ese pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad, pureza y pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo que da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella

“guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón”

ORATIO:
     Al inicio de este nuevo año, Señor, te rezamos volviendo la mirada hacia María, a la que, siendo la madre de tu Hijo y madre nuestra, puede hacer posible la civilización del amor y de la paz para toda la humanidad.

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
María, ayúdanos a vivir siempre con la certeza
y la confianza de que Dios está con nosotros,
llenándonos con su amor y su gracia en todo lo que vivimos.

     Pero haz capaz a cada hombre de comprender que la auténtica paz y la verdadera felicidad vienen de ti, que eres el Dios de la paz.

CONTEMPLATIO:
     Es bueno comenzar el año con voluntad de renovación. Cada año que se nos ofrece de vida es un tiempo abierto a nuevas posibilidades, un tiempo de gracia y de salvación en el que se nos invita a vivir de manera nueva.
     Dos caminos se cruzan hoy: fiesta de María santísima Madre de Dios y Jornada mundial de la paz. Hace ocho días resonaba el anuncio angelical: «Gloria a Dios y paz a los hombres»; hoy lo acogemos nuevamente de la Madre de Jesús, que «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón», para hacer de ello nuestro compromiso a lo largo del año que comienza.
     Pongamos en manos de María nuestras esperanzas. Confiémosle el grito de paz de las poblaciones oprimidas por la guerra y la violencia, para que la valentía del diálogo y de la reconciliación predomine sobre las tentaciones de venganza, de prepotencia y corrupción. Pidámosle que el Evangelio de la fraternidad pueda hablar a cada conciencia y derribar los muros que impiden a los enemigos reconocerse hermanos.


   ¡Cantadlo a la espera del alba, cantadlo suave, en el duro oído del mundo! Cantadlo de rodillas, cantadlo como envueltos en un velo, como cantan las mujeres encinta: el Poderoso se ha hecho dócil, el Infinito pequeño, el Fuerte sereno, el Altísimo humilde (...).  ¡Alégrate, virgen María! Dichosos los que te proclaman dichosa! ¡Ya ningún corazón humano temerá! Tengo un único deseo, quiero repetirlo a todos: ¡una de vosotras ha sido elegida por el Señor! ¡Dichosos aquellos que te proclaman dichosa! (Gertrud Von le Fort).

1 comentario:

  1. El nombre de Jesús, Yahweh salva, llena nuestra vida de un gozo y de una alegría desbordante. Es el nombre sobre todo nombre ante el cual toda rodilla se dobla en el cielo y en la tierra, nos recuerda San Pablo. Su nombre es la alegría de quienes han conocido y se han encontrado en la Vida con Él. Él vive para siempre.
    Aquellos que van corriendo desde su pobreza, como los pastores, los que pasan la vida en la intemperie, a veces en la noche cerrada, acaban encontrando a Jesús envuelto en pañales, en un pesebre con María y José. Caminar y no detenerse ni un instante hasta encontrarlo. Sabiendo, como dice San Agustín, que no lo buscaríamos si antes ya no nos hubiera encontrado Él. Es necesario volver, una y otra vez, al camino que lleva a Belén, a pronunciar el nombre de Jesús en la noche, a saber que buscarlo es ya haberlo encontrado. No existe otro nombre que se nos haya ofrecido en Belén y que nos salve, es su nombre Jesús, Hijo de María Virgen.
    Jesús es el nombre de la Paz. La Paz es su Persona, su Evangelio, su Vida. Hasta que no encontremos plenamente a Jesús no tendremos paz auténtica y verdadera ni por dentro ni por fuera. La Paz es Él. Es conocer su amor. Y a Jesús siempre se le encuentra en brazos de su Madre. Así lo encontramos en Belén, acunado por María. Y también en la cruz. Allí está su Madre abrazando en él a todos los hijos muertos y destrozados por la vida. Sin María Jesús no habría nacido. Por eso, afirmamos que Jesús es solamente del Padre y solamente de María que le ha llamado "hijo mío".
    Tenemos que caminar en la sencillez y en la humildad de quien confía y se lanza por los caminos vividos desde Jesús. Sabiendo que Él va delante, a nuestro lado y detrás. Delante para indicarnos con su vida la dirección obligatoria para vivir con “los sentimientos del Corazón de Cristo” . Camina a nuestro lado para escuchar una por una nuestras quejas y desalientos. También va detrás para compartir nuestras flaquezas y pobrezas, para que no nos perdamos en la queja fácil de los cobardes, que no siguen porque dicen ser débiles y tener dificultades, como si Él, Jesús de Nazaret con su vida y su fuerza no nos indicase que cuando somos débiles entonces somos fuertes. Que se lo cuenten a San Pablo.
    El nombre, para un judío, era clave y muy importante. Expresaba que es un don del Dios de la Vida para la familia. Jesús es el regalo del Padre, envuelto en la pobreza de Belén y de todo lo que le rodea. Hemos de intentar evitar el peligro que corremos de quedarnos en " el envoltorio" de la Navidad e intentar descubrir que ha nacido el tesoro que busca el corazón humano, el Redentor y su nombre es Jesús.
    + Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres

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