DICHOSOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ
El día 1 de enero, 50ª Jornada Mundial de la Paz
El día 1 de enero, 50ª Jornada Mundial de la Paz
La Iglesia celebra el domingo 1 de enero, solemnidad de
Santa María Madre de Dios, la 50ª Jornada Mundial de la Paz. Para la celebración de esta
Jornada, el papa Francisco ha hecho público un mensaje con el
título, “La no violencia: un estilo de
política para la paz“.
… Al comienzo de este nuevo año
formulo mis más sinceros deseos de paz para los pueblos y para las naciones del
mundo, para los Jefes de Estado y de Gobierno, así como para los responsables
de las comunidades religiosas y de los diversos sectores de la sociedad civil.
Deseo la paz a cada hombre, mujer, niño y niña, a la vez que rezo para que la
imagen y semejanza de Dios en cada persona nos permita reconocernos unos a
otros como dones sagrados dotados de una inmensa dignidad. Especialmente en las
situaciones de conflicto, respetemos su «dignidad más profunda»[1] y hagamos de la no violencia activa nuestro estilo de vida...
De un sermón atribuido a
san Pedro Crisólogo
Bienaventurados
los que trabajan por la paz porque ellos se llamarán hijos de Dios.
-dice el evangelista, amadísimos hermanos-
y con razón cobran especial lozanía las virtudes cristianas en aquel que posee
la armonía de la paz cristiana, y no se llega a la denominación de hijo de Dios
si no es a través de la práctica de la paz.
La
paz, amadísimos hermanos, es la que despoja al hombre de su condición de
esclavo y le otorga el nombre de libre y cambia su situación ante Dios,
convirtiéndolo de criado en hijo, de siervo en hombre libre. La paz
entre los hermanos es la realización de la voluntad divina, el gozo de Cristo,
la perfección de la santidad, la norma de la justicia, la maestra de la doctrina, la guarda de las
buenas costumbres, la que regula convenientemente todos nuestros actos. La paz
recomienda nuestras peticiones ante Dios y es el camino más fácil para que
obtengan su efecto, haciendo así que se vean colmados todos nuestros deseos
legítimos. La paz es madre del amor, vínculo de la concordia
e indicio manifiesto de la pureza de nuestra mente; ella alcanza de Dios todo lo que quiere, ya que
su petición es siempre eficaz. Cristo, el Señor, nuestro rey, es quien nos manda
conservar esta paz,
ya que él ha dicho: La paz os
dejo, mi paz os doy, lo que equivale a decir: «Os dejo en paz, y quiero
encontraros en paz»; lo que nos dio al marchar quiere encontrarlo en todos
cuando vuelva.
El mandamiento celestial nos obliga a conservar
esta paz que se nos ha dado, y el deseo de Cristo puede resumirse en pocas
palabras: volver a encontrar lo que nos ha dejado. Plantar y hacer arraigar la
paz es cosa de Dios; arrancarla de raíz es cosa del enemigo. En
efecto, así como el amor fraterno procede de Dios, así el odio procede del
demonio;
por esto, debemos apartar de nosotros toda clase de odio, pues dice la
Escritura:
El
que odia a su hermano es un homicida.
Veis, pues, hermanos muy amados, la razón
por la que hay que procurar y buscar la paz y la concordia; estas virtudes son
las que engendran y alimentan la caridad.
Sabéis, como dice san Juan, que el amor es de Dios; por consiguiente, el que no tiene este
amor vive apartado de Dios.
Observemos,
por tanto, hermanos, estos mandamientos de vida; hagamos por mantenernos unidos en el amor
fraterno, mediante los vínculos de una paz profunda y el nexo saludable de la caridad, que cubre la
multitud de los pecados. Todo vuestro afán ha de ser la consecución de este
amor, capaz de alcanzar todo bien y todo premio. La paz es la virtud que hay
que guardar con más empeño, ya que Dios está siempre rodeado de una atmósfera
de paz. Amad la paz, y hallaréis en todo la tranquilidad del espíritu; de este modo, aseguráis vuestro premio y vuestro
gozo, y la Iglesia de Dios, fundamentada en la unidad de la paz, se mantendrá
fiel a las enseñanzas de Cristo.
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