«ESTE ES EL CORDERO DE DIOS…»
Jn.
1. 29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que
venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre
que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía,
pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que
bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con
agua me dijo:
“Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu
y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto
y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Otras
Lecturas: Isaías 49, 3.5-6; Salmo 39; 1Coríntios 1, 1-3
LECTIO:
“Al ver
Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: este es el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo”.
…El Evangelio de Juan, desarrollará este momento inicial a
través de los diferentes encuentros entre el Cordero Jesús y las personas que
se cruzarán en su camino.
Todos ellos
recibirán la liberación de su desgracia sea cual sea su nombre (oscuridad, sed,
enfermedad, confusión… pecado), con tal que la confiesen, con tal que no la
maquillen ni la disfracen, y reconozcan en Jesús a quien trae la Gracia eficaz
para todas sus desgracias impotentes.
Por esta
razón, en aquel momento no estaban los que después a lo largo del Evangelio de
Juan van a aparecer como los discrepantes de Jesús, los prejuiciosos de sus
signos y palabras, los enemigos de su vida.
Hay una
llamada a reconocernos ante el Cordero que quita los pecados, que nos señala y
nos denuncia los pecados de nuestra época y los traspiés de nuestra generación:
la mentira, la injusticia, el hedonismo en todas sus formas, el egoísmo
disfrazado de cultura de bienestar, las corrupciones oficiales y oficiosas, la
matanza de la belleza y de la vida…
Y todo esto
no para apabullarnos y hacernos pesimistas o reaccionarios, sino para
señalarnos y anunciarnos que hay otro modo de vivir y convivir, otra manera de
hacer un mundo habitable, otro camino para responder a nuestras preguntas de
felicidad: el que nace del reconocimiento de este Cordero y de la adhesión a su
vida y su palabra. Este es el Cordero, el que quita nuestros pecados. Por eso
hay esperanza.
MEDITATIO:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
Jesús es llamado el Cordero: es el Cordero
que quita el pecado del mundo. Uno puede pensar: ¿pero cómo, un cordero, tan
débil, un corderito débil, cómo puede quitar tantos pecados, tantas maldades?
Con su Amor, con su mansedumbre. (Papa
francisco)
Jesús no
dejó nunca de ser cordero: manso, bueno, lleno de amor, cercano a los pequeños,
cercano a los pobres. Estaba allí, entre la gente, curaba, enseñaba, oraba. Tan
débil Jesús, como un cordero. Pero tuvo la fuerza de cargar sobre sí todos
nuestros pecados, todos. Muchas veces, cuando miramos nuestra conciencia,
encontramos en ella algunos que son grandes. Pero Él los carga. (Papa Francisco)
¿Qué significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de
Jesús Cordero de Dios?
Significa poner en el sitio de la malicia, la inocencia; en el lugar de la
fuerza, el amor; en el lugar de la soberbia, la humildad; en el lugar del
prestigio, el servicio. (Papa
Francisco)
Os invito a hacer una cosa: cerremos los
ojos, imaginemos esa escena, a la orilla del río, Juan mientras bautiza y Jesús
que pasa. Y escuchemos la voz de Juan: «Éste es el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo». Miremos a Jesús en silencio, que cada uno de nosotros le
diga algo a Jesús desde su corazón. (Papa
Francisco).
ORATIO:
Esperé en el Señor con gran confianza.
él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias.
Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad…
Porque hacer tu voluntad implica hacer y ser como Tú quieres
y permanecer en Ti pase lo que pase…
Amén
él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias.
Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad…
Porque hacer tu voluntad implica hacer y ser como Tú quieres
y permanecer en Ti pase lo que pase…
Amén
CONTEMPLATIO:
Jesús posee la plenitud del Espíritu de Dios y, por eso, puede comunicar
a los suyos esa plenitud. La gran novedad de Jesús consiste en que Jesús es «el
Hijo de Dios» que puede «bautizar con Espíritu Santo». Jesús comunica su
Espíritu para penetrar, empapar y transformar el corazón de la persona.
«He contemplado al Espíritu que
bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él...»
El Espíritu de Jesús es «Espíritu
de verdad». Dejarnos bautizar por
él es poner verdad en nuestro cristianismo. No dejarnos engañar por falsas
seguridades. Recuperar una y otra vez nuestra identidad irrenunciable de
seguidores de Jesús. Abandonar caminos que nos desvían del evangelio.
… «Espíritu de amor», capaz de liberarnos de la cobardía y del
egoísmo de vivir pensando sólo en nuestros intereses y nuestro bienestar.
Dejarnos bautizar por él es abrirnos al amor solidario, gratuito y compasivo.
… «Espíritu de conversión» a Dios. Dejarnos bautizar por Jesús
significa dejarnos transformar lentamente por él. Aprender a vivir con sus
criterios, sus actitudes, su corazón y su sensibilidad hacia todo lo que
deshumaniza a los hijos e hijas de Dios.
… «Espíritu de renovación». Dejarnos bautizar por él es dejarnos
atraer por su novedad creadora. El puede despertar lo mejor que hay en la
Iglesia y darle un «corazón nuevo», con mayor capacidad de ser fiel al
evangelio.
■… Tu eres en
verdad el único Señor; tu, cuyo dominio sobre nosotros es nuestra salvación, y
nuestro servicio a ti no es otra cosa que ser salvados por ti. ¿Cuál es tu
salvación, Señor origen de la salvación, y cual tu bendición sobre tu pueblo,
sino el hecho de que hemos recibido de ti el don de amarte y de ser por ti
amados? Por esto has querido que el Hijo de tu diestra, el hombre que has
confirmado para ti, sea llamado Jesús, es decir Salvador, porque <<él salvará a su puebla de los
pecados» (Mt
1,21) (Guillermo, abad).
El Tiempo Ordinario nos viene a recordar que nuestra vida cristiana se vive en lo cotidiano, en la sencillez de cada día, en amar desde tantos días grises y situaciones como las que se presentan en nuestra vida cotidiana. La clave es el Amor que transforma lo ordinario en extraordinario y los días grises en una aventura novedosa de Amor con el Señor.
ResponderEliminarPara los judíos, el Cordero tan presente en el Belén y en sus tradiciones, nos recuerda el sacrificio en el Templo de Jerusalén para expiar los pecados del mundo. La novedad en el Nuevo Testamento es que ese Cordero, manso y humilde, es Jesús de Nazaret. Y había sido descrito por Isaías muchos siglos antes en el famoso escrito del Siervo de Yahvé: “Como cordero llevado al matadero, no abría la boca ante el esquilador” (Cf. Is 5 3).
Ha quedado en la Eucaristía, en el momento de acercarse a recibir a Jesús, estas palabras tienen un sabor y un contenido bíblico muy generoso: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. No solo lo perdona, sino que lo quita, por eso la alegría de nuestra vida ordinaria es vivir el gozo de que Jesús es nuestro Salvador, el Cordero sin mancha ni pecado. Así, Marcos en su Evangelio, al narrar la Pasión de Cristo, coloca de fondo los sacrificios de los corderos en el Templo. Prácticamente, se vive el sacrificio de Cristo en la Cruz, los grandes momentos, cuando sube al Calvario, cuando grita tengo sed, cuando muere en la Cruz en la hora nona, con lo que se estaba realizando en el Templo de Jerusalén, para indicarnos que Jesucristo es el verdadero Cordero que quita el pecado del mundo y que da la vida, hasta el final, por Amor.
Este Jesús quita el pecado del mundo, lo hace llevándolo sobre sí, es decir, asume en su Corazón todos los pecados de la Humanidad, o sea, es el Cordero que lleva sobre sí el pecado del mundo, carga con la Cruz y su identificación con cada uno de nosotros, le lleva a entregar la Vida por Amor. Como Pastor por sus ovejas. Es el Cordero que quita el pecado del mundo.
+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres