«…PREPARAD EL CAMINO AL SEÑOR…»
Lc. 3,
1-6
En
el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato
gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo
tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo
sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de
Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo
de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los
oráculos del profeta Isaías:
«Voz
del que grita en el desierto: Preparad el camino del
Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados los montes y colinas
serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y
toda carne verá la salvación de Dios».
Otras Lecturas: Baruc 5, 1-9; Salmo 125; Filipenses
1, 4-6.8-11
LECTIO:
El
evangelio de este domingo nos introduce en la actividad del precursor de Jesús,
es decir de Juan Bautista. Lucas quiere insertar el ministerio del Bautista y
sobre todo el de Jesús, en la historia humana. Jesús no es
un personaje abstracto, sino que nació y vivió en una época histórica bien precisa.
Es en este momento de la historia de
los hombres cuando Dios
llamó, de nuevo, a un hombre para anunciar su palabra y la
llegada del Mesías definitivo. Este hombre será
Juan, hijo de Zacarías e Isabel.
Juan recibió esta llamada del Señor en el desierto. ¿Qué hay en el desierto? Nada, casi nada. Pero hay silencio. Y ahí es
donde se puede escuchar la voz Dios que te llama y quiere que vuelvas a Él.
Juan recibe este encargo de Dios y
desde ese momento se dedicó a anunciar esta palabra divina.
La constatación era que el pueblo, de nuevo, se había alejado de Dios. Se había
marchado de casa. Dios quería, -y quiere- que el pueblo, sus hijos,
emprendieran el camino de vuelta.
Esto es la conversión. Recapacitar, ser consciente del amor al que hemos
sido infieles, regresar a casa,
como un día hizo el hijo pródigo.
Juan
nos invita a todos a preparar el camino al Señor que viene,
que de nuevo quiere retomar la amistad y la alianza de amor con cada uno de
nosotros. Es urgente que escuchemos esa voz. Pero para ello es necesario que
vayamos al desierto.
MEDITATIO:
“Preparad
el camino del Señor…”
La
salvación viene en la historia de cada día y así nuestra historia se hace
historia de salvación. Ésta es la vocación del cristiano: dejarse invadir por
la Palabra, transmitirla acompañada de un estilo de vida, ser su testigo con
hechos y anunciar la presencia de Jesús entre los hombres.
“…allanad
sus senderos”
Allanar las colinas de la soberbia, de las
ansias de poder, aplanar las honduras
de los complejos, temores, debilidades. Abrir
caminos de búsqueda, de silencio, de compromiso, de solidaridad…
“…predicando
un bautismo de conversión para perdón de los pecados”
Durante este tiempo de Adviento, ¿qué
sentido tiene la exhortación a la conversión que hace Juan Bautista?
■ ¿De qué cosas y en qué tengo que convertirme
para celebrar la Navidad y que sea realmente un nuevo nacimiento para mí, mi
familia, mi grupo de vida, mi comunidad…?
■ Dentro de unos días se inicia el Año de la
Misericordia… lleva consigo la riqueza de la misión de Jesús: llevar una
palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación, volver
a dar la dignidad…”
ORATIO:
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte
santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia…
…el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino…
Señor, que pueda hacer lo que esté de mi
parte, sin desanimarme por tantas cosas como no puedo o no sé hacer.
CONTEMPLATIO:
En medio del “desierto espiritual” de la
sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad
cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús.
La experiencia directa e inmediata con el
relato evangélico nos hace nacer a una fe nueva por el contacto vital con
Jesús. Él nos enseña a
vivir la fe cristiana, no como deber sino como
contagio. En contacto con Él recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores
de Jesús y podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y
esperanza en nuestra existencia.
¿Cómo responder a la llamada del Señor en
este Adviento? ¿Cómo afrontar la verdad real de nuestras vidas para recuperar
un talante de conversión?…
■…
El amor divino sana todas las enfermedades del alma, arranca las
raíces de todos los vicios, es el comienzo de todas las virtudes… Ven a nuestras
almas, amor divino, ensancha los corazones, acrecienta los santos deseos,
amplía la capacidad del espíritu para que pueda acoger a Dios como su eterno
huésped. (Hugo de
San Víctor).
Algo así como haciendo camino al andar, nos encontramos en este 2º domingo de Adviento que viene a completar el del domingo anterior. Porque entonces se nos daba un toque de atención: “levantaos, alzad la cabeza, tened cuidado, estad siempre despiertos...” (Lc 21, 34-36). Era una honda invitación a la vigilancia, que este domingo se explicita más aún.
ResponderEliminarEl mensajero es Juan Bautista (que junto con Isaías y María, forma parte de la tríada que nos acompañará en todo este tiempo litúrgico). Fue un profeta querido y temido, porque cantaba las verdades sin pose ni ficción. Pagó caro su amor a la verdad. Pero no sólo la decía, sino que sobre todo la vivía, la decía viviéndola.
Su mensaje se allega hoy hasta nosotros haciéndonos la misma invitación que hace 2000 años hizo a otra gente: está por venir otro, alguien especial, por quien el corazón de todos los hombres ha estado siempre en vilo; avivad, pues, vuestra espera, encended vuestra esperanza, y cambiad, convertíos, porque Él, el esperado por todos y por ti... está para llegar.
Hay que pensar que el mensaje del Bautista no era de palabras de seda para entretener piadosamente a gentes aburridas, para las que el único cambio posible era sólo el cambio de horario. Juan Bautista, entrará a saco para ir al grano en otro cambio y preguntar sin ambages a los de entonces y a nosotros los de acá: ¿qué caminos andas tú? Porque el Mesías no viene por todos los caminos. A saber: el camino de la injusticia, el camino de la violencia, de la inmisericordia, de la dureza, del olvido, de la idolatría, de la tibieza... por ahí no vendrá Él. Es imposible caminar por estos andurriales creyendo que nos llevan a Belén.
En el cruce de caminos de mi vida con la suya, en las sendas allanadas y las colinas descendidas, quiere el Señor mostrar a cuantos quieran ver, su Bondad y su Ternura, sin distinción de raza, lengua y nación. Y así termina este Evangelio: “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Tremendo misterio, que Dios haya querido en buena parte supeditar el que esa salvación sea vista, a que yo no tenga, no ande, los caminos indebidos que ofenden a Dios y manchan al hombre.
Sólo queda enderezar lo torcido, allanar lo altanero, igualar lo escabroso. Dios nos quiere camineros y caminantes para que nuestros pies frecuenten las sendas por las que Dios vino, viene y vendrá; caminos que huelen a tomillo de paz, gracia y comunión, caminos de horizontes largos donde la gente se ve de lejos y los rostros como son, caminos llenos de la misericordia y lo entrañable, caminos propios de Dios.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo