TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 31 de mayo de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE MAYO, SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« ID Y HACED DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS…»
Mt. 28. 16-20

            En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
       «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
       Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Otras Lecturas: Deuteronomio 4,32-34; Salmo 32; Romanos 8,14-17

LECTIO:
                El Evangelio de Mateo concluye con un encuentro cara a cara de Jesús con sus discípulos. Una vez más, los discípulos podían ver a Jesús. De ahora en adelante, Jesús seguirá estando con ellos pero no podrán verlo más.
       Jesús comunica una triple misión: hacer discípulos por todo el mundo, bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñarles a observar todo lo que Él había mandado.
“…haced discípulos”
     El discípulo convive con el maestro y aprende de él en la convivencia cotidiana. Forma comunidad con el maestro y lo sigue, tratando de imitar su modo de vivir y convivir. Discípulo es aquella persona que no absolutiza su propio pensamiento, sino que está siempre dispuesto  a aprender. Como el “siervo de Yahvé”, el discípulo afina el oído para escuchar lo que Dios le dice.
“…bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
     La Buena Noticia que Jesús nos ha traído es la revelación de que Dios es el Padre y por tanto todos somos hermanos. Esta nueva experiencia de Dios, Jesús la ha vivido y nos la ha conseguido con su muerte y resurrección. Es el nuevo Espíritu que Él ha derramado sobre sus seguidores en el día de Pentecostés.
       Ser bautizado significaba y significa asumir públicamente el compromiso de vivir la Buena Noticia que Jesús nos ha dado: revelar a través de la fraternidad que Dios es Padre y luchar porque se superen las divisiones y las separaciones entre los hombres y afirmar que todos somos hijos e hijas de Dios.
“…enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”.
     No enseñar doctrinas nuevas, ni nuestras, sino que revelamos y mostramos el rostro de Dios que Jesús nos ha revelado. De aquí deriva toda la doctrina que nos fue transmitida por los apóstoles.
       “Yo estoy con vosotros… hasta el final de los tiempos” Esta es la gran promesa, la síntesis de todo lo que ha sido revelado desde el comienzo. Es el resumen de todo el Antiguo Testamento, de todas las promesas, de todas las aspiraciones del corazón humano. Es el resumen final de la buena Noticia de Dios, trasmitido por el Evangelio de Mateo. 

MEDITATIO:    
         Hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas que toquen nuestro corazón, muchas veces confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe. Dios es un  foco de amor insondable. Su intimidad  es amor y comunicación. ¿Lo descubres dando sentido y existencia a toda la realidad?
Creo en Dios Padre. No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados, Dios es nuestro Padre. Nos ha creado a todos sólo por amor y nos espera con corazón de Padre al final de nuestro caminar por este mundo. Aunque estés lleno de dudas, preocupaciones y sufrimientos no pierdas la fe y la confianza en un Dios que es Padre.
Creo en Jesús, nuestro Señor. Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Mirando a Jesús, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En Él podemos sentir al Dios humano, cercano, amigo. Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa.  Jesús nos ha indicado el camino a seguir: “Sed compasivos…” Si olvidas a Jesús, ¿qué o quién ocupara su vacío? ¿Quién te ofrecerá su luz y su esperanza? ¿En quién podrás confiar?
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. ¿Lo captas como Espíritu que alienta tu vida, como Amor que te lleva hacia los que sufren?

ORATIO:
Creo en Dios Padre, que me ama como hijo.
Creo en Jesús, el Señor, que infundió su Espíritu en mi vida.
Creo en la paciencia de Dios.
Espero en el Amor, la Fuerza, el Espíritu…

     El Salmo 34 habla de las promesas eternas de Dios y su protección.
Dale gracias a Dios por las promesas que te hace: a medida que los lleves a la práctica, se irán convirtiendo en una realidad en tu vida.
    De la Trinidad brota la fuerza del apostolado como fuerza del amor que es autocomunicación del bien para todos.
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,…

CONTEMPLATIO:
     La fe en la Trinidad cambia no sólo nuestra manera de mirar a Dios, sino también nuestra manera de entender la vida. Confesar la Trinidad de Dios es creer que Dios es un misterio de comunión y amor. Todo lo existente viene del Amor.
     Contempla y adora la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Vida de comunión y amor perfecto, origen y meta de todo lo existente.
     Reconoce en la Trinidad el modelo de la Iglesia a la que hemos sido llamados para amarnos como Él nos amó. Es el amor el signo concreto que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu. Es el amor el distintivo del cristiano, como nos dijo Jesús: “…conocerán que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.

… «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos»...

1 comentario:

  1. La Trinidad no es un teorema complicado de aritmética teológica, sino el rostro reluciente y el hogar habitable que anhela nuestro corazón, el corazón del único ser creado a “imagen y semejanza de su Creador” (Gén 1,27). Y porque en tantas ocasiones la historia humana se ha asemejado a cualquier cosa menos a Dios, porque demasiadas veces nuestras ocupaciones y preocupaciones desdibujan o malogran la imagen que nuestro Creador dejó en nosotros plasmada, por eso necesitamos volver a mirar y a mirarnos en Dios.
    La fiesta de este domingo y las lecturas bíblicas de su misa, nos permiten reconocer algunos de los rasgos de la imagen de Dios a la cual debemos asemejarnos. En primer lugar, Dios no es solitariedad. El es comunión de Personas, Compañía amable y amante. Por eso no es bueno que el hombre esté solo (Gén 2,18): no porque un hombre solo se puede aburrir sino porque no puede vivirse y desvivirse a imagen de su Creador.
    La primera lectura de esta fiesta dice que sólo hay un único Dios, el cual nos manda guardar los mandamientos para que seamos felices (Deut 4,39-40). Y ese Dios que nos propone un determinado modo de vivir, no para atosigarnos sino para que realmente alcance nuestro corazón aquello para lo cual nació: la felicidad, no ha querido hacernos súbditos felices o piezas encajadas y anónimas en la máquina del mundo, sino que nos ha hecho hijos suyos, nos ha adentrado en su hogar y nos ha hermanado a su propio Hijo Unigénito. Por eso podemos decir en verdad ¡Padre! por la fuerza del Espíritu (Rom 8,14-17). Y tan es verdad que somos hermanos de Jesús, que hemos heredado su misión como Él mismo dice a los suyos en su despedida: adentrad a todos en el hogar trinitario, bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a ser felices según Dios, enseñadles lo que yo os he mandado (Mt 28,18-20).
    Nuestra fe en el Dios en quien creemos no es la adhesión a una rara divinidad, tan extraña como lejana, sino que creyendo en Él creemos también en nosotros, porque nosotros –así lo ha querido Él– somos la difusión de su amor creador. Amarle a Él es amarnos a nosotros. Buscar apasionadamente hacer su voluntad, es estar realizando, apasionadamente también, nuestra felicidad. Desde que Jesús vino a nosotros y volvió al Padre, Dios está en nosotros y nosotros en Dios… como nunca y para siempre.
    Mirar la Trinidad y mirarnos en Ella, la familia de los hijos de Dios, haciendo un mundo y una historia que tengan el calor y el sabor de ese Hogar en el que eternamente habitaremos: en compañía llena de armonía y de concordia, en esperanza nunca violada ni traicionada, en amor grande y dilatado como el Corazón de Dios.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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