«…PERMANECED EN MI AMOR…»
Jn.15. 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «como el Padre me ha amado, así os he amado
yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi
amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en
su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y
vuestra alegría llegue a plenitud.
Este
es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la
vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace
su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os
lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he
elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto
permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Otras
Lecturas: Hechos 10,25-26…; Salmo 97; 1Juan 4,7-10
LECTIO:
Jesús se está despidiendo de sus
discípulos. Los ha querido apasionadamente. Los ha amado
con el mismo amor con que lo ha amado el Padre. Ahora los tiene que dejar.
Conoce el egoísmo de los discípulos. No saben quererse. Los ve
discutiendo entre sí por obtener los primeros puestos. ¿Qué será de ellos?
Las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar
bien grabadas en todos: "Éste
es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado". Jesús no quiere
que su estilo de amar se pierda entre los suyos. Si
un día lo olvidan, nadie los podrá reconocer como discípulos suyos.
De Jesús quedó un recuerdo imborrable. Las primeras
generaciones resumían así su vida: "Pasó por todas partes haciendo el
bien". Era bueno encontrarse con él. Buscaba siempre el bien de las
personas. Ayudaba a vivir. Su
vida fue una Buena Noticia. Se podía descubrir en él la cercanía
buena de Dios.
Jesús tiene un estilo de amar inconfundible. Es muy sensible
al sufrimiento de la gente. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Quien
ama como Jesús, vive aliviando el sufrimiento.
Los evangelios recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús
captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía: los
veía sufriendo, o abatidos o como ovejas sin pastor. Rápidamente, se ponía a
curar a los más enfermos y alimentarlos con sus palabras. Quien ama como Jesús, aprende a mirar
los rostros de las personas con compasión.
Es admirable la disponibilidad de Jesús para hacer el bien. No
piensa en sí mismo. Está atento a cualquier llamada, dispuesto siempre a hacer
lo que pueda. Con esta actitud anda por la vida quien ama como Jesús.
Jesús sabe estar junto a los más desvalidos. No hace falta que
se lo pidan. Hace lo que puede por curar sus dolencias, liberar sus conciencias
o contagiarlos con la confianza en Dios. Pero no puede resolver todos los
problemas de aquellas gentes.
Se dedica a hacer gestos de bondad: abraza a los niños de la
calle: no quiere que nadie se sienta huérfano; bendice a los enfermos: no
quiere que se sientan olvidados por Dios; acaricia la piel de los leprosos: no
quiere que se vean excluidos. Así
son los gestos de quien ama como Jesús.
MEDITATIO:
■ ¿Cómo es tu
actitud y tu relación con los que te rodean, con los que de alguna manera se
acercan a ti? ¿Eres comprensivo y servicial, te esfuerzas por ser presencia de
Dios para los demás, procuras que sientan el amor de Dios?
“Como el Padre me ha amado,
así os he amado yo: permaneced en mi amor”.
■ Este es el proyecto de Dios, ¿cómo buscas amar como
el Señor te ama? ¿Qué haces para identificarte con su manera de ser y amar como
Él, hasta el final?
“Nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por sus amigos”
■ El amor de Jesús fue total, se entregó por
nosotros. ¿Qué estas haciendo, cómo te
estás trabajando para que tu amor sea como el suyo? ¿Cuándo ayudas, colaboras,
escuchas, consuelas… eres fiel hasta el final o te pueden las circunstancias,
el cansancio…?
ORATIO:
Señor, hoy me llamas a permanecer en tu
amor, a actuar y ser como Tú, a asumir tu estilo de vida. Derrama tu gracia
sobre mí, para amar y actuar como Tú.
Si guardáis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor,
Transfórmame, Señor, para saber abrirme a
los demás, pensar en el otro y darme totalmente sin esperar nada a cambio. Dame
la gracia de amar como Tú lo has hecho.
…a vosotros os llamo amigos…
Gracias, Señor, por derramar tu amor en mi
vida, por escogerme para continuar tu amor en los otros, por el amor de
predilección que me tienes.
CONTEMPLATIO:
“Esto
os mando: que os améis unos a otros.”
La medida del amor que el Señor nos manda
tener con el prójimo no se entiende desde el punto de vista humano, es un amor
inconmensurable. Es como el amor que Él nos tiene: “como
el Padre me ha amado, así os he amado yo”.
Estamos llamados a
amar al prójimo, a todos, como Jesús nos
ama: dando el primer paso, sin arrepentirnos de darlo, sin desesperar,
perdonando, comprendiendo, amando… Pasar por la vida haciendo el bien como
Jesús.
“…así os he amado yo.”
Jesús tenía que preparar su relevo, la adecuada transmisión a sus discípulos de aquello que el Padre le encargó a Él, para lo que nació humanamente y por lo que inhumanamente murió. La liturgia nos está permitiendo asomarnos a este momento de transmisión suprema, y tanto el Evangelio del domingo pasado como el de esta semana, nos dan el apretado mensaje del testamento de Jesús como inmediata preparación de la solemnidad que celebraremos el próximo domingo: la Ascensión.
ResponderEliminarEl Evangelio de este domingo, como toda la vida y el mensaje de Jesús, está dominado por palabras que tienen una raíz común: amar (5 veces), amor (4 veces), amigo (3 veces). ¿No ha sido, acaso, el amor y la amistad lo que Jesús ha venido a recordar, a profundizar, a llevar a su plenitud? El amor es la quintaesencia del cristianismo, por eso la revelación de Jesús nos ha desvelado el rostro amable y amante de Dios. No será el “dios tremendo”, vengativo y justiciero, ocupado y preocupado de la Gran Disciplina, sino que el Dios del que Jesús nos hablará, siendo Él mismo la Palabra y la manifestación, es un Dios que tiene entrañas de misericordia (Lc 1,78), que se ha hecho camino y acompañante (Lc 24,13ss), que es como un pastor bondadoso (Jn 10), como un padre que espera siempre la vuelta de sus hijos pródigos (Lc 15), que ofrece el perdón incluso cuando ya se está casi fuera de tiempo, como con el buen ladrón (Lc 23,39-43). Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; como os he amado yo, amaos entre vosotros. Y así hasta el final, hasta dar la vida (Jn 15,9.12).
La elección de Jesús no es para formar parte de un partido, secta o club, sino para dar fruto duradero (Jn 15,16). Él quiere que esa dinámica creadora que tiene su origen en el amor del Padre (Benedicto XVI), vaya adentrándose en las venas de la tierra, en las entrañas de la historia, para generar la civilización del amor (Pablo VI), la cultura del amor (Juan Pablo II). Y porque esto es lo que anida en nuestro corazón como inapagable e incensurable deseo, cuando esta nueva civilización y cultura que emergen del amor cristiano tiene lugar en algún sitio, entonces la alegría de Jesús está en los hombres, llega a plenitud (Jn 15,11). Y así sucedió con el paso de los primeros cristianos: que la ciudad se llenó de alegría (Hch 8,8). Es esto lo que deseamos para todos los pueblos, sea cual sea su tristeza, su mordaza o su corrupción: poder amarse con aquel amor de Dios que Jesús nos dejó como testamento y quehacer.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo